viernes, 4 de diciembre de 2015

Tesis doctoral. Cuarta Instancia Cognitiva. Significatividad de los Hallazgos



CUARTA INSTANCIA COGNITIVA

SIGNIFICATIVIDAD DE LOS HALLAZGOS

Acercarse a la interpretación del fenómeno que compete a los propósitos de esta investigación, desde la perspectiva cualitativa en sus postulados fenomenológicos y hermenéuticos, requiere la compenetración investigador-actor social, en un encuentro dialógico, dialéctico, complejo, en el apoyo del lenguaje en sus diversas manifestaciones, como portador de constructos culturales e históricos, que se han sedimentado en las prácticas y los discursos de los actores sociales, desde los cuales configurar sus significados en la vida cotidiana del hacer gerencial, para propiciar la construcción de novedosos marcos interpretativos desde el intercambio de sentidos y significados, en el propósito primordial de abrir mundo, de evadir la cárcel de lo propio para ampliar el horizonte intelectivo, cuyas resultas se inserten en el todo de nuestra experiencia. En palabras de Gadamer, citado en Morse (op. cit) “(…) el hecho de comprender se origina en la experiencia lingüística del mundo” (p. 144), lo cual se torna significativo en el acto comunicativo, la inteligibilidad del acto discursivo del otro, como confluencia de sentidos en permanente interacción.
De allí, la representación de la narrativa como estructura interior del significado y comprensión de los actores sociales, que asoma en esta investigación desde la entrevista en profundidad como técnica de abordaje de las realidades que configuran intersubjetivamente estos actores sociales, la cual favorece la inmersión en la subjetividad que permea a quien se ha comprometido, con la libre expresión de sus visiones, pareceres y vivencias pertinentes a las temáticas que ocupan este estudio, en un ambiente distendido, de empatía y confidencialidad. Así, en el acercamiento de miradas y maneras de concebir el mundo, se utilizó una guía de entrevista, configurada de manera muy suscinta, pues no se trata de encauzar la discursividad del entrevistado, sino brindarle la libertad para manifestarse en toda su plenitud, desde la reflexión y la indagación de sí sobre el fenómeno, para conocer cómo lo interpreta, qué sentidos le otorga, en una oportunidad de excavar dentro de sí, reflexivamente, para develar su propio pensar acerca de las temáticas propuestas. Luego, formular una gran interrogante abarcante, libre, abierta, pero constreñida al propósito sobre el cual desarrollé esta indagación, que permitiera atender las demandas cognitivas de tres áreas significativas, que en palabras de Martínez (op. cit), son conocidas como las “unidades temáticas naturales de protocolo” (p. 177) o unidades hermenéuticas, a saber, la Praxis Gerencial, el Contexto Socio-económico Venezolano y los Desafíos de las Empresas de Servicios.
De tal confluencia, emergieron segmentos plausibles que se configuraron en códigos, orquestados desde el discurso en sí y las concepciones de significado propio que vinculan la cosmovisión de quien interpreta, los cuales sirvieron de insumo en la articulación de categorías emergentes que se fueron diseñando y rediseñando para que se revelara el alcance intelectivo de cada una de ellas, por medio del proceso fenomenológico-hermenéutico, de tal manera que propiciara la comprensión integral de las significaciones que asoman de los entrevistados.
Por ello, la concertación de un discurso que enhebrara el vaivén entre los aportes de cada actor social, en un esfuerzo holístico, transversal, fragmentador de los límites del conocimiento en lo personal, pero que devino en la concurrencia de zonas de sentido imbricadas entre sí, en la exhibición de coherencias representativas en los hallazgos, lo que dio lugar a una síntesis categorial en cada unidad hermenéutica, que coadyuvó en la concepción de macro categorías emergentes, usadas como referentes para la comprensión de la realidad glocal y epocal que permitieron aproximar el constructo teórico, para una contemporánea y significativa conceptualización de la praxis en la alta gerencia de las empresas de servicios, en el contexto socio-económico venezolano.

Acercamiento a la Realidad

La comprensión de la realidad social abordada, en sus numerosas y complejas manifestaciones, predispuso el recorrido de una ruta indagativa que favoreciera la consecución de los propósitos configurados para tal efecto. De allí, las técnicas seleccionadas para el abordaje del fenómeno en estudio, el análisis e interpretación de la información, así como la definición de los ejes conductores que confirieron intencionalidad y direccionalidad a la investigación.
En este orden de ideas, se expone un cuadro con el recorrido de la investigación, en esa búsqueda contínua de acercamiento a lo real desde las realidades concebidas por los actores sociales, quienes participan activamente como miembros de las juntas directivas de sus organizaciones, profesionales en sus áreas a nivel académico y experiencial, y llamados a articular la visión empresarial y los procesos decisorios que propicien el éxito del emprendimiento. De allí que, sus narrativas aportan para la construcción de este momento de la investigación y son pletóricas en elementos significativos que contribuyen a la organización y estructuración de un referente teórico emergente, que deviene de los sentidos y significados que le atribuyen a la praxis gerencial en las empresas de servicios del estado Lara, en el contexto socio-económico venezolano. Así, en el cuadro 5, se muestran los propósitos de la investigación, los instrumentos y las técnicas de análisis e interpretación utilizadas.

Cuadro 5. Desarrollo metódico. Propósitos.
Propósitos
Instrumento
Técnicas de Análisis e Interpretación
Develar los desafíos que vivencian las organizaciones empresariales de servicio en estudio, en el contexto socioeconómico venezolano.


Interpretar los sentidos y significados que le atribuyen los actores sociales, a la praxis gerencial, en las organizaciones empresariales de servicio en estudio, en el contexto socioeconómico venezolano.


Significar la praxis gerencial en las organizaciones empresariales de servicio en estudio, en el contexto socioeconómico venezolano.


Configurar una aproximación teórica acerca de la praxis gerencial en las organizaciones empresariales en el contexto socio-económico venezolano, desde los fundamentos ontológicos, epistemológicos y gerenciales.









Entrevista en profundidad












Categorización

Análisis Semántico y de Contexto

A continuación, se presentan las matrices hermenéuticas del discurso de los actores sociales, con los hallazgos que emergieron en la interpretación y comprensión pertinente al contenido de las unidades hermenéuticas de la investigación: Praxis Gerencial, Contexto Socio-económico Venezolano y Desafíos de las Empresas de Servicios. Para ello, se tomaron del discurso de los actores sociales, aquellos aportes y expresiones que significaban el sentido que ellos le otorgaban al fenómeno indagado, en la realidad de sus prácticas cotidianas. En el cuadro 6, se significan las nomenclaturas usadas en las matrices hermenéuticas.

Cuadro 6. Nomenclaturas utilizadas en las matrices hermenéuticas
Nomenclatura
Significado
CO
Códigos del Actor
CE
Categoría Emergente
PG
Praxis Gerencial
CSEV
Contexto Socio-Económico Venezolano
DES
Desafíos de las Empresas de Servicio
A
Actor Social A
B
Actor Social B
C
Actor Social C
D
Actor Social D


A continuación, se devela la síntesis del discurso de los actores sociales para interpretar los sentidos y significados que le asignan, desde sus cosmovisiones, a la praxis gerencial. Cada uno de ellos desde sus círculos de influencia, lideran empresas de servicio en diversos sectores de la economía y asoman los aportes de sus conocimientos y vivencias, lo cual permite generar contenido, pintar un paisaje que amplía la comprensión sobre el fenómeno en estudio.
La entrevista tiene su génesis en el encuentro cordial entre las partes, oportunidad que resultó propicia para brindar mi agradecimiento por la disposición de los actores en participar  de este compartir y, declarar mi intencionalidad en construir momentos de calidad en un ambiente informal, sincero y de confidencialidad en aras de develar desde el lenguaje, los fenómenos que resulten pertinentes a la investigación. Por ello, mi especial atención a las primeras palabras de cada uno de los entrevistados ante la demanda: ¿Cómo concibe la praxis gerencial? pues considero que las mismas me confiesan el significar esencial que los actores otorgan al tema.
El actor social A da inicio a su discurso señalando que el liderazgo es una dimensión de la gerencia, necesaria para ser eficientes y eficaces en la consecución de las políticas pertinentes “a la organización, la administración, al funcionamiento, la operatividad de la empresa”  según expone en la línea 4. Comenzar su enunciación develando el liderazgo como el aspecto prioritario de la praxis gerencial denota la importancia que el actor le asigna, desde su ejemplo y en conjunto con su equipo de trabajo, a la responsabilidad del gerente en la obtención de resultados empresariales en sus diversas manifestaciones, desde la concreción de lo propuesto, vista la realidad que ha sido sujeta a intervención. En concurrencia, el actor social B se abre a este encuentro investigativo con el pensamiento: “Concibo la gerencia como una combinación de competencias, habilidades. Es utilizar los recursos disponibles para potenciar los resultados” tal como queda reflejado en las líneas 1 y 2 de su narrativa, emergiendo una ontología del ser gerente como alguien que transforma una situación existente en la visión propuesta, haciendo uso de los recursos existentes con las facultades y cualidades para ello, manifestándose consonancia entre ambos actores en su similitud al configurar la triada liderazgo-gerencia-resultados.
Al respecto, destaco lo señalado por Drucker (2006) al plantear que “un líder eficaz no es alguien a quien se le quiera o admire. Es alguien cuyos seguidores hacen lo que es debido. La popularidad no es liderazgo. Los resultados si lo son” (p. 12), fijando así una postura que no se alinea con la concepción liderazgo-carisma personal, como la cualidad principal que debe poseer un dirigente. De su entender, configuro la siguiente línea de pensamiento: Para que una organización empresarial o de cualquier índole pueda ser sustentable, es decir, lograr su permanencia en el mercado, requiere aprovechar oportunidades, satisfacer o crear necesidades, alcanzar los objetivos propuestos o en su defecto, tener la disposición para adaptarse a los cambios en el entorno, perfilando nuevas cumbres que alcanzar. Por ello, los directivos que lideran empresas exitosas marcan la pauta con su accionar pragmático, crematístico, utilitarista como primer fin, habida cuenta que sin rentabilidad no puede existir la responsabilidad social o moral de la organización, según se le quiera adjetivar, lo que conlleva lo humano, lo solidario, el bien hacer para el beneficio de todas las partes involucradas, que en la actualidad es fundamento del código ético de las empresas inteligentes. Interpreto de ambos actores, que conciben la praxis gerencial como liderazgo basado en resultados, para el desarrollo y la sostenibilidad de las organizaciones.
En torno a ello, Davenport (2006) expresa que la dirección era una función separada del resto del trabajo, donde “los directivos dirigían, los trabajadores trabajaban y no había apenas áreas de solapamiento entre unos y otros” (p. 54), concepto que ha venido perdiendo vigencia en la actual era del conocimiento, donde el liderazgo ya no es considerado como rango, privilegios ni títulos, sino responsabilidad. Se esperaría de los integrantes de la alta gerencia que posean los atributos de un líder, para que el propósito organizacional, la filosofía de gestión, el sistema de valores, pueda ser transmitido, asumido y compartido por el resto de la comunidad de su organización, indistintamente del carisma y/o popularidad de quienes se encuentran al frente. Se trata de llevar el barco según la ruta trazada y el puerto propuesto, pues de lo contrario como empresa ya habrán llegado a su destino, indefinido y cualquiera este fuere.
En complementariedad de la significatividad que los actores sociales A y B le otorgan al liderazgo, el actor social C manifiesta que hacer gerencia es en primer lugar, generar una visión del propósito global que desea alcanzarse y desde allí, “construir juntos” tal como se desprende de la línea 14, postulando que el inicio, el origen del hacer gerencia se revela en un sueño, la concepción mental de una realidad que mantiene una brecha muy estrecha con la existente. Es el asumir una postura prospectiva y proactiva para trocar lo real en la realidad concebida, transformando el entorno. Y en ese transitar, tiene competencias para hacerse acompañar por un grupo de personas con la disposición y el compromiso para creer, para cristalizar lo perfectible, para circunscribir “los acuerdos entre las partes, o sea, qué es lo que yo quiero de ti y qué es lo que tú quieres de mi” según emana de sus aportes en las líneas 43 y 44, para hacer camino al andar y encontrar cada día un mejor camino en esa construcción en conjunto que deviene en una experiencia de vida para el desarrollo armónico de la organización.
En esta perspectiva, Vainrub (2005) aporta algunas características de un individuo que concibe y lidera una organización, comprendiéndolo como un ser “atrevido, soñador, vendedor de ideas, curioso, orientado a obtener resultados, capacitado para adaptarse al cambio” (p. 26), lo que me permite inferir que éstas y otras características son deseables, pero muy difíciles de encontrar en un solo individuo. Por ello, los buenos gerentes son escasos y sus compensaciones son muy altas, en comparación con el resto de la población laboral que perciben remuneraciones propias de actividades operativas de otro nivel. Ello, queda convalidado incluso en el marco jurídico venezolano, según se desprende de la Ley de Impuesto Sobre La Renta, en el parágrafo segundo del artículo 27, que para efectos de cálculo del enriquecimiento neto de la empresa, establece que es admisible deducir hasta un quince por ciento (15%) del ingreso bruto global, en concepto de sueldos y demás remuneraciones otorgadas a los administradores de la compañía. Basta conocer el nivel de ventas declarado al ente competente, para que un tercero ajeno a la empresa, pudiera estimar el alto nivel de ingresos que perciben los integrantes de la alta gerencia, al ser exitosos en la sustentabilidad de su organización, desplegando gran parte u otras, de las cualidades ya referenciadas.
Una característica esencial del gerente es su capacidad para construir escenarios inéditos, configurar lo novedoso, perfilar oportunidades para emprender nuevos rumbos; sobre ello, Nueno (2003) asume que “La esencia de emprender está en, identificar la oportunidad y, segundo, convertirla en negocio. Una idea no es una oportunidad” (p. 53), postulando que la visión gerencial debería tener la capacidad de combinar una idea con una oportunidad para la satisfacción de una necesidad del mercado, o mejor aún, propiciar un nuevo nicho en el mercado, una nueva necesidad. Para que la visión avance en su concreción, entre otras dimensiones, requiere la monetización de la idea en pro de “utilizar los recursos disponibles para potenciar los resultados” como ya referí del discurso del actor social B en su línea 2, con el propósito de alcanzar la sustentabilidad y viabilidad del proyecto empresarial.
En cuanto al actor social D, se abre a la entrevista otorgando significación a las relaciones laborales consensuadas, cuando exterioriza en su testimonio, en las líneas 1 al 4, que: “En la empresa soy el gerente general y he tratado de hacer una gerencia de puertas abiertas. Más allá de imponer un estilo, yo trato de involucrar a la gente, de armar equipos, de exponer las razones de las decisiones, de que haya transparencia”, destacándose su disposición a interactuar con el personal como estrategia para lograr la participación activa en la consecución de las metas, desde la construcción y comprensión de los propósitos que las motivan. Se trata, según Carew (2006), de recrear que: “la excelencia en el liderazgo, la innovación, la calidad, el servicio, la productividad y la satisfacción humana en el siglo XXI vendrán sobre todo de la gente que trabaja en equipos donde puede usar su potencial, conocimiento y motivación” (p. 13), como propuesta para la construcción de un saber organizacional holístico, integrado, indispensable para el éxito empresarial, soslayando la tendencia al individualismo e hiperespecialización que inciden desfavorablemente en el ambiente y la cultura organizacional.
Igualmente, llevar las decisiones a un nivel más cercano a las personas confiere sentido de civilidad, una asunción intelectiva de que el capital humano no es un recurso más, que el contraparte es un Ser en toda la etimología de la expresión y su reconocimiento como tal, constituye una gran parte de las remuneraciones no monetarias que el personal anhela recibir, consciente o inconscientemente, lo cual es del entendimiento del actor social B, según lo expresa en la línea 38 “remunerar competitivamente al talento humano”, lo que se interpreta como un sentido comprensitivo de la valuación que el actor social confiere a las personas que le acompañan, significándoles por la cualidad de su talento, en la justicia de remunerarles con equidad. Ello, es la estructura profunda de sentido de su interpretación, que emerge para comprender su pensamiento, desocultando su intencionalidad, lo implícito en su discurso, que no es aparte. Es el vivenciar de la fenomenología hermenéutica.
En contraprestación, lo cual no es causalístico sino relacional y recursivo, la organización se ve ampliamente beneficiada, pues infinidad de ideas surgen del capital humano, quienes están en contacto permanente con los procedimientos y los clientes, pudiendo aportar una mejor manera de hacer las cosas, amén de la motivación y el clima organizacional que deviene de un significativo apoyo al personal, como advierte el actor social D.
Esta postura encuentra similitudes en el actor social C cuando expresa en las líneas 1 al 4 que es necesario “generar una visión de dónde quieres estar, contratar a las personas adecuadas para llegar a ese punto y abrirles camino, irlas apoyando durante toda la trayectoria, que realmente no tiene un punto de llegada”, lo que denota un acompañamiento del personal en el cumplimiento de sus funciones, suscitando una sinergia, una interrelación ampliamente beneficiosa, donde el gerente como director de orquesta, coordina un caudal de competencias y habilidades personales en su capital humano, en su transitar del presente (misión) hacia el futuro (visión) en cuanto a los objetivos y propósitos de la organización. Es oportuno mencionar a Gates (2003) cuando plantea que “las compañías deben abandonar el hábito de acumular y ocultar información; más bien deben enseñarle al personal a interpretarla, analizarla y utilizarla” (p. 177), empoderando así sus competencias. Una gestión con sentido humano posibilita la construcción e integración a una sociedad del conocimiento donde los empleados juegan un rol insustituible en cuanto al éxito organizacional y la innovación, para la generación de nuevas fuentes de ingresos, optimización de procesos y recursos, así como el incremento de las fuentes de ingresos existentes.
En estos planteamientos, concurren los actores sociales en abordajes a la dirección de las personas que conducen a una gerencia acorde a la contemporaneidad venezolana, derivando en estructuras comunicacionales y la implicación de los trabajadores en modelos de gestión participativa junto a los decisores a nivel organizacional. Al respecto, Piñango y Monteferrante (2007) consideran que “el fracaso o el éxito de las organizaciones depende de la capacidad de quienes las dirigen para que las personas y grupos que las integran den lo mejor de sí y trabajen en la misma dirección” (p. 291), denotando que quienes gerencian una organización, además de visión y deseos de construir, necesitan definir acciones concertadas respectos a sus responsabilidades en el trabajo, así como potenciar dones y habilidades, para que cada integrante se desarrolle en aquellas áreas de la organización donde posea las competencias que lo habiliten en el desempeño efectivo de sus labores. Se trata de trocar intenciones en hechos, de manera coordinada e integral, a través del seguimiento que manifiesta el actor social D, como forma de organizar el trabajo en tiempos donde se vivencia una dinámica de cambio que pudiera avasallar a las organizaciones que no se inserten en la flexibilidad y en las mejores prácticas empresariales, acordes a los desafíos del contexto.
Luego de las consideraciones iniciales de los actores sociales, cuyos preámbulos discursivos constituyen para mí, como referí anteriormente, la esencialidad de la praxis gerencial desde sus respectivas perspectivas, el actor social A continúa su discurso explicitando su apreciación en cuanto a la toma de decisiones a nivel de junta directiva, líneas 19 y 20, al referir que “Siempre nos reunimos, discutimos, nos ponemos de acuerdo y llevamos adelante las políticas que hay que hacer, en consenso”, declarando así, que las personas pueden tener expectativas, intereses, opiniones, criterios, posturas que difieren, pero en el encuentro de las ideas, en un marco favorable a su discusión, validación y contrastación, es adecuado que las decisiones directivas emerjan del consenso de los disensos, evitando el derroche de esfuerzos y recursos en diversas direcciones. Un gerente piensa, pues está obligado a patentizar con su ejemplo, que él compone la acción más abarcante: pensar (redundancia incluida). Luego, comparte sus ideas para validar, para mejorar su proceso de pensamiento y así, recursivamente, hasta que las decisiones consensuadas de la alta gerencia, llevan la marca de la contrastación en un ambiente de profesionalismo, sin caer en una parálisis como consecuencia de un prolongado análisis. Se insta a una actuación con base en la deconstrucción de datos y construcción de conocimiento, cuyo insumo es la mayor y mejor información posible, donde el equipo humano competente para ello, consensua en el momento decisorio, como advierte el actor social A.
En atención a lo último expresado, Charan (2006) ofrece la perspectiva de “Si cuentan con un conjunto adecuado de prácticas, cualquier grupo directivo puede constituir una junta que produzca valor para la gerencia y los accionistas” (p. xiii), con lo cual el autor otorga preponderancia, tanto al parlamentarismo que requiere la participación de los directivos en el proceso de toma de decisiones, como a las políticas que propician la creación de valor para el accionista y la organización, evitando en la medida de lo posible, los potenciales conflictos de interés que pudieran evidenciar los gerentes en el ejercicio de sus facultades como decisores, que resultaren contrarios a las expectativas de los accionistas de la empresa. Del mismo modo, estos desarrollos metodológicos propios del gobierno corporativo, inciden en la ventaja competitiva de una gestión dinámica y efectiva, migrando del simple cumplimiento de las responsabilidades que el accionista-gerente podría asumir a título individual, hacia la consolidación de estrategias corporativas que generen valor para la organización.
En torno al ámbito estratégico, del parlamento del actor social A se exhibe que “la sucursal surge como resultado de una estrategia gerencial. Al principio colocamos unos vendedores allá y esas ventas han ido creciendo pero, el aspecto de la distribución se ha hecho muy costoso”, según se refleja en las líneas 33 al 36, lo cual alude a los desafíos propios de las empresas que comercializan productos de consumo masivo, al concebir actuaciones que promuevan su crecimiento o expansión. La distribución, referida en este particular, a la localización del almacén de despacho, es crítico desde el punto de vista de la demanda, por factores tales como los tiempos de respuesta en la entrega, debido a que son bienes que son perecederos o en su defecto, son de fácil accesibilidad por la disponibilidad que ofrece la competencia, en la zona geográfica donde están siendo solicitados. En añadidura, el actor manifiesta en las líneas 40 a 43 que “Nuestros productos, los medicamentos, se piden en pequeñas cantidades por nuestros clientes y necesita una respuesta inmediata. No pueden esperarse dos o tres días para ser despachados”, ratificando la dinámica de un mercado altamente competitivo que exige tiempos de despacho reducidos si se desea el éxito en la comercialización.
De este modo, una junta directiva debería evaluar la conveniencia o no, de abrir un nuevo almacén, considerando los gastos asociados a los fletes y/o los tiempos de entrega como su costo de oportunidad, en comparación a los costos de gestión de un nuevo almacén en sitio. De allí, la estrategia conservadora que se devela en el discurso, pues el actor social ha desarrollado un nuevo mercado con vendedores en la zona y despachos vía encomiendas, hasta alcanzar los niveles de ingresos que justifican la apertura de un punto de comercialización en la zona, modelando un crecimiento estratégico bajo criterios de rentabilidad. A este propósito, Borello (2004) propone que “un punto de venta será abierto en función de los vínculos externos del lugar (…) aunque tal consideración no puede ser separada de la valoración del costo-beneficio” (p. 53), interpretándose del autor, que el costo de alquiler o de la adquisición del local, adicional a otros costos asociados como la contratación de personal y la gestión propia del almacén, debería estar en sintonía con las expectativas del beneficio resultante de la implementación de tal estrategia.
Las empresas, entendidas como emprendimientos privados cuyo propósito primordial sea producir y/o comercializar bienes o servicios, tiene el cometido de dar respuesta a inquietudes de tipo financiero, tal como ¿Cuándo un proyecto es mejor que otro? pues un problema usual es tener dos o más proyectos atractivos, pero poseer recursos para la implementación de uno solo. Desde esta contingencia, se confiere significatividad al actor social A en su análisis de costo de oportunidad, que lo llevó a la puesta en marcha de una sucursal al considerar que la estrategia representaba una propuesta de valor para la organización,
Al respecto, Garay (2005) declara que “El gerente (…) necesita herramientas que le permitan escoger los negocios que maximicen la riqueza de los accionistas, con el limitado capital de la empresa” (p. 26), pues es imposible contar con todos los recursos físicos, financieros, tecnológicos y humanos para satisfacer el gran abanico de requerimientos a nivel de la alta gerencia. De manera que, el ser gerente orienta su accionar a crear valor según se desprenda en cada una de sus estrategias formuladas y en el caso del actor social A, el nuevo almacén pareciera estar totalmente justificado en términos financieros, tanto en los ingresos que desde ya se perciben en la zona, así como en la disminución de los altos costos que le representan los despachos desde el almacén principal. Siendo así, se acredita que el crecimiento lleve el apellido de “estratégico” y que el manejo de inventarios sea parte activa de su consideración gerencial, lo que devela una intencionalidad en su praxis hacia el servicio al cliente, a la responsabilidad social representada en la generación de empleos y la presencia en la comunidad en un sector económico que tiene prioridad para el Estado venezolano, como son las medicinas, así como en la concepción de proyectos rentables que incidan en la sustentabilidad de la organización
Otra de las dimensiones expuestas por el actor social A, con respecto a la praxis gerencial, es la referida a la gestión del capital humano como estrategia diferenciadora, según describe en las líneas 44 a 46, al referir sus creencias y valores “Creemos que nos diferenciamos de otras empresas del sector en cuanto a la manera de hacer gerencia en el capital humano”, en lo cual subyace el valor que se confiere a los empleados en su dimensión intelectual, profesional y humana, pues las empresas están volviendo su mirada hacia el personal como base para la obtención de ventajas competitivas sostenibles, motivado en parte, por el creciente grado de complejidad e incertidumbre del entorno socio-económico. En tal línea argumentativa, Francés (2001) señala que “Se deben realizar esfuerzos en seleccionar, identificar, desarrollar, promover y premiar al personal clave” (p. 195), estableciendo la necesidad de una gestión de recursos humanos capaz de diseñar e implementar programas y estrategias ajustados a la ontología empresarial, al entorno, así como a las características peculiares de cada empresa.
Referido a este contexto, en las líneas 58 al 61, el referido actor expresa que “En cuanto al personal administrativo, permanentemente los enviamos a la Cámara de Comercio, quienes tienen muy buenos convenios para la formación laboral y de tributos. Al personal le agrada mucho estar capacitándose”, ofreciendo su perspectiva en cuanto a una de las acciones que le diferencian de las empresas competidoras: la decisión de invertir en la formación del personal. En palabras de Garvin (2000) “Para que las personas y las empresas puedan mejorar, primero tienen que aprender” (p. 51), y aprender no solo lo pertinente al mejor desempeño de sus responsabilidades en sus determinadas áreas de influencia, sino a todo un sistema de principios y valores que emergen de la filosofía de la gestión organizacional, como lo significa el actor social, lo cual se devela de su discurso.
A tal aspecto, conviene considerar las resultas de la investigación social llevada a cabo por la Universidad Católica Andrés Bello en relación al tema de la pobreza en Venezuela, que España (2004) en su ensayo introductorio declara “El estudio predeterminó cinco grandes espacios de interacción social, los cuales constituyen las principales agencias de socialización de los individuos: la escuela, el trabajo, la familia, las asociaciones civiles y las organizaciones religiosas” (p. 53), lo que advierte del rol fundamental que juega la empresa en el desarrollo o no de ciudadanos en y para la sociedad, al empoderarlos no solamente con la transferencia de conocimientos en cuanto a información pertinente a sus responsabilidades laborales, sino con la enseñanza de prácticas modernas que coadyuvan a su inserción y movilidad social, considerando el significado social del trabajo y el valor que este conlleva.
En Venezuela, existe un antecedente en inversión educativa a nivel laboral que me resulta pertinente relatar: en la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación publicada en fecha 03 de mayo de 2.005 (ya derogada) se establecía la obligatoriedad de un aporte del 0,5% de los ingresos brutos anuales que debían apartar aquellas empresas privadas con una facturación mayor a 100.000 Unidades Tributarias (UT) según la declaración del ejercicio anterior, para ser destinados en el financiamiento de  actividades necesarias para el avance social, político y económico del país, desde la ciencia, tecnología e innovación. Para aquel momento, el instrumento jurídico permitía según el numeral “e” del artículo 42, que las empresas destinaran todo o parte de dicho aporte en la “Formación del talento humano en normativa, técnicas, procesos y procedimientos de calidad, relativos a las empresas nacionales” previa aprobación del proyecto de inversión propuesto por la empresa, por parte del órgano competente. Los resultados de esta estrategia surgida de la obligatoriedad impuesta por la ley, contribuyó en crear cierta conciencia en algunos empresarios sobre la necesidad de invertir en el empoderamiento del recurso humano, pues los ingresos financieros que generaba un personal altamente capacitado y con saberes actualizados, superaban en creces los montos erogados en dicha formación, y por ende, se estaba creando valor para la empresa, lo cual permite comprender la significatividad de los argumentos que sobre ello, desarrolla el actor social A.
Del discurso puede interpretarse que el actor social A desarrolla una gestión que contiene elementos propios de un capitalismo solidario, es decir, una consideración por el rol que juega el hombre en el proceso organizacional. En palabras de Márquez (2009), es la “importancia del hombre en el sistema como eje central y no como un insumo carente de sentido humano y sin expectativas o ambiciones más allá de la actividad relacionada con la misión de la empresa” (p. 58), lo cual deviene en una organización más humana, con mejores relaciones interpersonales entre los miembros de las diversas escalas jerárquicas, lo cual pudiera incidir en una mejor sociedad, vista la transferencia de conocimientos y la inculcación de actitudes más cónsonas con las dinámicas actuales. Lo referido se enmarca en una actualización del capital humano como estrategia diferenciadora, tal como lo refiere el actor social, quien no da cuenta de las estrategias a seguir para desarrollar programas de actualización y capacitación del personal, pero asumir este compromiso considero que es un reto, en un ambiente marcadamente caótico y presionado por el desarrollo y viabilidad de la empresa, de lo cual, las personas que forman parte de ella, deberían ser informadas, para generar otros estadios de conciencia sobre las nuevas formas de trabajo que garanticen la sobrevivencia organizacional.
En este orden de ideas, el actor social D declara en las líneas 4 a 6 “Me parece que en la medida que las personas cuenten con la información, son más dispuestos a cumplir las metas establecidas. Obviamente hay un seguimiento”, y en este sentido confluye con la visión del actor social A en cuanto a la gestión del conocimiento, la necesidad de explicitar las razones, los propósitos de las metas propuestas como una estrategia que propicia la disposición del personal en cuanto a comprometerse activamente en la ejecución de las tareas asignadas. Seguidamente, en las líneas 10 a 12 afirma que “El nivel de rotación de personal en la empresa es muy bajo. Quienes llegan, se quedan. Esta estabilidad me indica que existe un buen ambiente de trabajo” otorgando significancia al clima organizacional como una de las resultas de sus funciones como administrador y que puede cuantificarse, según él, en los bajos niveles de rotación de personal que su empresa evidencia, lo que contiene un sentido de seguridad y aceptación respecto al personal.
Sin embargo, de su discurso asoma un elemento que también aporta a la concepción de la praxis gerencial, cuando sostiene que “(…) Obviamente hay un seguimiento” refiriéndose, según caracteriza, a la cuarta función básica de la ciencia administrativa: la evaluación. Podría interpretar, que el actor no asume una postura pasiva en el día a día de su gestión, por el contrario, se involucra activamente a fin de validar que lo planificado concuerde con los resultados que se están obteniendo, lo que conlleva la calidad de la gestión. A tal respecto, Garvin (op. cit) establece que “se necesitan mejores herramientas para examinar el nivel y ritmo de aprendizaje de la empresa, a fin de saber si se ha logrado alguna mejora real” (p. 55), pues compartir conocimiento a lo largo y ancho de la estructura organizacional tiene sus costos asociados: riesgos de que el “know how” o información confidencial pueda colarse fuera de la firma, costos asociados a la constante capacitación, implementación de sistemas informáticos que gestionen amplias bases de datos, entre otros, todo lo cual pudiera ser justificado si impacta favorablemente en el clima organizacional, la motivación del personal y la disposición a cumplir las metas establecidas de una manera óptima y oportuna, traduciéndose en una efectiva gestión del conocimiento para el cumplimiento de los objetivos y propósitos definidos, lo cual redunda en la sustentabilidad organizacional.
En conexión con este desarrollo, el actor social A exterioriza en las líneas 49 y 50 lo concerniente a la remuneración del personal, cuando enuncia: “Los incrementos salariales me permite motivarlos a que sean más efectivos, más eficientes, para no incrementar nuestra nómina”, todo lo cual manifiesta su intencionalidad en retener a los empleados que ya están contratados y a su vez motivarlos a trabajar de forma que ayuden a la empresa en alcanzar sus objetivos estratégicos, sin necesidad de atraer a nuevos trabajadores de calidad del mercado laboral, en aras de obtener una mayor productividad por empleado y menores erogaciones en contratación de personal. En torno a ello, Gómez-Mejía (2003) expone que los incentivos salariales “pueden proporcionar una recompensa al empleado en base a su contribución individual o en base al rendimiento del grupo, la división o toda la compañía” (p. 520), destacándose constantemente la rentabilidad que se exige como expresión dialéctica en la mayoría de las decisiones gerenciales, sea el ámbito organizacional que fuere, que en esta ocasión está significado en la remuneración adicional que percibe el capital humano, sí y solo sí, sus aportes a la organización son mayores cuantitativamente, al presupuesto asignado en bonificaciones especiales. Esta praxis gerencial se circunscribe a una remuneración al capital humano que aun cuando persigue criterios de rentabilidad, a su vez confiere una significancia que dignifica su labor, dado el reconocimiento a su trabajo, lo cual reporta en un estado emocional que lo motiva a seguir superándose en permanente reciprocidad. Es un compartir entre las partes en constante ciclo ascendente, recíproco, auto-organizado, que se apoya en la teoría de sistemas, en sus dimensiones decisorias, dialógicas y complejas.
Ampliando la temática, el actor social D indica en las líneas 12 a 14 lo que sigue: “Con respecto a los paquetes de remuneración, al evaluar el mercado, no somos los que mejor o peor pagamos, pero nos encontramos en el rango. Trato de incluir bonificaciones no monetarias” concurriendo en dos dimensiones que deseo desarrollar de su prédica. En primer lugar, hace mención a su sistema de retribución fundamentado en estudios de mercado, sin declarar si los mismos son profesionales o no, contratados a terceros o de su autoría, pero que le permite determinar los intervalos de remuneración de algunos referentes del sector, para conseguir una equidad externa, o sea, unos beneficios laborales que sean compatibles con los recibidos por trabajadores de otras empresas en trabajos similares.
De allí, su competitividad en los paquetes salariales ofrecidos que se constituye, según mi apreciación, en uno de los factores que incide en su bajo nivel de rotación de personal. Seguidamente, expone su deseo de concertar aspectos no monetarios en la bonificación al personal, tal como “si estudian, se les paga parte de la matrícula” línea 15, lo cual es considerado por Gómez-Mejía (op. cit) como “retribuciones o prestaciones indirectas” (p. 520) que contribuyen significativamente con el poder adquisitivo del empleado e incluso, con los sentimientos de valía personal, todo lo cual configura el diseño e implementación de políticas de remuneración competitivas y solidarias, que humanizan la organización.
Ya en la dimensión sobre cómo estructurar la organización del trabajo, el actor social C aporta en las líneas 8 a 12 de su discurso que “En nuestro caso, unas personas para que hagan el “front-office” que vienen a ser las personas que atienden a los clientes. Otras personas que apoyan y representan el “back-office”, quienes cubren los asuntos operativos”, compartiendo los términos comúnmente usados en las empresas prestadoras de servicios financieros tales como, las casas de bolsa. El estructurar las tareas para el logro de los objetivos como parte de la gerencia de la toma de decisiones, es base de teorías de funcionamiento organizativo que a lo largo de la historia han recibido aportes de científicos, según advierte Ibañez y Castillo (2012), tales como “Frederick Taylor, Henry Fayol, Elton Mayo, Carlos Marx, Max Weber, Adam Smith, entre otros” (p. 232), que en este ejemplo se le enmarca en el principio de la división del trabajo propuesto por Smith en su obra “Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, citado por Ibañez y Castillo (op. cit), siempre en pro de normar, de indagar e implementar el estándar que propicie el uso óptimo de los recursos disponibles, lo que actualmente se reconoce como redistribución o reconocimiento del trabajo.  
En relación a ello, es conveniente advertir que la mayoría de las medianas y grandes empresas han adoptado la estructura organizacional de tipo funcional, cuyo origen se remonta a los principios de la división del trabajo, y que Chiavenato (op. cit) desglosa como “este tipo de agrupamiento, que reúne elementos por conocimiento, habilidades y naturaleza del trabajo, se centra en las capacidades y en las tareas en escalas especializadas” (p. 40), lo que permite al actor social, contar con personal competente para la atención al público en un departamento y, asignar los aspectos operativos a empleados que tienen otro perfil y habilidades, todo lo cual facilita las acciones de dirección gerencial, en cuanto a capacitaciones, diseño e implementación de indicadores de gestión, especialización del personal, optimización en los tiempos de respuesta, entre otros. De allí que puede proponerse la organización del trabajo como una estrategia que se infiere desde el discurso del actor en referencia.
De manera subsecuente, el actor declara en las líneas 12 a 14 “Luego, contratamos personal “outsourcing”. Por las dimensiones que tenemos, no contamos con un departamento de mercadeo, sino que contratamos una firma que se encarga de los temas de mercadeo”, delegando en terceros las tareas que no son medulares al negocio, bien sea por los altos costos que acarrearía la contratación de personal especializado en el área o la presencia en el mercado de empresas competentes que ofrecen una excelente relación precio-valor en la cotización de sus servicios. Con respecto al actor social C, entiendo que es proclive a la tercerización en aspectos de mercadeo como una política de apoyo organizacional, otorgando sentido a las emergentes formas de comprender la manera de delegar recursos orientados a cumplir ciertas tareas, para ser desarrollados por entes externos prestadores de servicios especializados, en un marco que incide favorablemente en la sostenibilidad de la organización.
Sin embargo, tanto la división del trabajo como la tercerización pueden tender a la promoción de puntos de vista estrechos, predisponiendo a un pensar y actuar individualista por parte de cada especialista, según sus áreas de influencia, omitiendo las posibilidades de un abordaje más amplio. Pero se comprende que esto no ocurre en su empresa, según interpreto de la declaración contenida en las líneas 21 a 23 “(…) nos fijamos unas dos o tres metas no negociables, que deben alcanzarse en el año y trabajamos todos juntos en función de alcanzarlas. Luego es un tema de reuniones semanales, donde hacemos seguimiento”, lo que implica la interacción departamental para el compartir de las mejores prácticas empresariales, el análisis de la información que brindan los indicadores de desempeño, el avance en el cumplimiento de los objetivos, la asistencia a jornadas de capacitación, entre tantas otras estrategias que inciden en la sustentabilidad y viabilidad de la empresa, así como en su clima organizacional.
Del discurso del actor social asumo su comprensión de la teoría gerencial, pues aprovecha las bondades que brinda la departamentalización y tercerización, pero atendiendo la necesidad de confluir en encuentros donde participen todos los trabajadores, para mantener su sensibilización sobre los objetivos generales como guía de sus funciones específicas. Comparte esta posición Piñango y Monteferrante (2008) al considerar que “una amplia participación del personal puede resultar conveniente por razones de principio o porque facilita algunos procesos” (p. 292), sin embargo advierten que esta confluencia impone ciertas exigencias de gestión para no poner en peligro la misma existencia organizacional, debido a los riesgos de que  personal no capacitado monopolice la reunión y/o afecte el clima organizacional por sus actitudes o demandas. Y si a esto ha de añadirse el entramado de leyes promulgadas durante los últimos quince años en el país y que versan sobre “un sistema de economía socialista” (p. 21), como refiere Alfonzo (2012), los riesgos podrían incrementarse considerablemente. Pero en términos generales, el actor en su accionar configura una estructura organizacional reticular compartida que ofrece amplios beneficios a su organización.
En cuanto a los enfoques gerenciales, el actor social D hace mención en las líneas 17 a 19, a “Nuestra organización es una empresa de gente que atiende a gente. Sin el capital humano, la empresa deja de existir, por nuestra cualidad de empresa de servicio”, debido a que su organización pertenece al sector de servicios financieros donde se otorgan microcréditos a emprendedores del sector formal e informal, lo que implica a su vez que la empresa no maneja inventarios de productos en proceso o terminados como tal, sino recursos financieros que se intermedian con los demandantes a cambio de unos ingresos por concepto de interés. Desde esta óptica, puede interpretarse acertadamente su alegación “gente que atiende gente”, pues el éxito organizacional de su financiadora se fundamenta en una red de relaciones personales entre los empleados y los beneficiarios que hacen vida en distintas localidades de la circunscripción territorial.
Ahora bien, subyace toda una filosofía de gestión cuando se afirma que el personal atiende a “gente” pues son innumerables las organizaciones que parecieran contrastar en lo afirmado, al mantener en nómina a personal de atención al cliente desmotivado, ineficiente, sin la disposición para brindar un servicio de calidad o una respuesta oportuna. Atender a “gente” puede denotar una práctica intencional en satisfacer los requerimientos de aquellas personas que en definitiva controlan los ingresos de la organización, visto que los gerentes tan solo pueden controlar los costos y gastos. En razón de ello, enunciar que el personal está enfocado en atender a los clientes con sentido humano, pudiera interpretarse en el entendimiento de que su atención principal se orienta a satisfacer los requerimientos de los colegas y/o superiores, en concordancia con las necesidades del cliente, como indicador de efectividad en sus funciones delegadas.
Ya Kaplan y Norton (1996) aportaban al respecto, en una de las perspectivas de la herramienta que legaron al mundo gerencial, el Cuadro de Mando Integral: “las empresas que no comprendían las necesidades de sus clientes descubrieron al final que los competidores podían hacer incursiones, al ofrecer productos y servicios mejor alienados con las preferencias de sus clientes” (p. 76), pues lo común según sus investigaciones es que las empresas se concentraban hacía sí mismas, otorgando preponderancia a sus capacidades internas, enfatizando las bondades de sus productos y/o la innovación tecnológica. En la contemporaneidad, es aceptado en términos generales, que toda empresa deseosa de actuaciones financieras superiores, debe concebir y entregar productos y servicios que sean valorados por los clientes, así como desarrollar relaciones de calidad con la clientela y servicios post-venta, entre otras actuaciones. Dicho esto último, el actor social D se destaca en su discurso por una praxis gerencial orientada a la gestión del servicio al cliente, considerándolo como la razón de ser de la organización, un ser humano al cual aporta un producto y/o servicio de calidad y que éste significa y valora, regresando a la empresa en demanda de sus servicios.
Otro planteamiento expuesto por el mismo actor aparece en el contenido de las líneas 19 a 23 “(…) contamos con una plataforma tecnológica integrada provista por un grupo mexicano gracias a la firma de un “leasing” desde la cual se nos permite llevar el control de la cartera de créditos, contabilidad, control de presupuesto, entre otros, lo que lo hace funcional para este tipo de negocios” implicando la importancia de los sistemas informáticos en la productividad de las instituciones microfinancieras, debido a la complejidad de las múltiples operaciones propias del negocio: apertura de expedientes por beneficiario, control de créditos otorgados, cálculos financieros por variación de montos otorgados, tasas y cuotas, vencimientos, productividad por personal, por producto, por oficina, registros contables, control presupuestario, apoyándose así, en un “software” que recoge los avances en el área. 
También entre líneas, puede leerse que el actor social es consciente de la competitividad que aporta a la organización el uso de sistemas especializados en el sector de las microfinanzas. Para ello, se ha apoyado en una alianza estratégica bajo la figura del arrendamiento financiero, con un proveedor mexicano, lo cual le permite adaptar sus procesos internos a un sistema ya probado en otras latitudes, con el consiguiente ahorro en costos y tiempos de desarrollo, implementación, puesta a punto, que generalmente acompaña la decisión de desarrollar programas computacionales a la medida. Y no solo ello, Castello y Danel (2007) aportan que “las nuevas tecnologías representan grandes oportunidades para que las instituciones de microfinanzas amplíen considerablemente el alcance de sus servicios, reduzcan el costo de las transacciones y lancen nuevos productos” (p. 189), pues existen para el sector, desarrollos tecnológicos que han transformado la industria de servicios financieros, atendiendo las diferencias específicas del sector, sus oportunidades y desafíos especiales, todo lo cual permite comprender la gestión innovadora, que basada en las nuevas tecnologías realiza este actor social, lo cual evidencia su disposición a generar estrategias que apoyen el empoderamiento de la organización para su completud y sustentabilidad.
Al respecto, Gates (1999) a comienzos del presente siglo afirmaba “Ganar o perder dependerá de cómo captemos, gestionemos y utilicemos la información” (p. 25), ya que se necesita un flujo viable de informaciones fiables para agilizar los procesos, elevar la calidad y mejorar la ejecución operativa. El común denominador es que las empresas se adhieren a una departamentalización a tal nivel, que incluso la información se desestructura, se pierde en el camino, se repiten los procesos en diferentes niveles, ralentizando la toma de decisiones por falta de información, o bien, por los cuestionamientos que sobre ella se abaten por su falta de fiabilidad. Todo lo contrario a lo que se percibe del actor social D, pues la plataforma tecnológica que ha implementado es “integrada”, revelando que su praxis se enmarca en una efectiva gestión de tecnología de la información, amén de las interpretaciones que de sus aportes ya he referido.
Como colofón al diálogo instaurado con el actor social D en lo concerniente a la praxis gerencial, en las líneas 31 a 35 expone “Considero importante la difusión de lo que hacemos pues nos permite darnos a conocer, no solo a potenciales clientes sino a otras instituciones microfinancieras, para que sepan que estamos en el mercado y podamos participar en programas en conjunto. Esto aporta mucho valor a nuestra marca”, proponiendo realizar esfuerzos para divulgar en la comunidad los servicios que se ofrecen, aparte de su intencionalidad en pertenecer a redes empresariales que busquen la cooperación y el desarrollo de  proyectos específicos, estimando como positivo el impacto que estas acciones aportan a la marca. En tal sentido, Aaker (2006) valora que “el reconocimiento de una marca ha demostrado afectar a las percepciones e incluso al gusto: las personas prefieren lo familiar” (p. 33), lo cual implica la pertinencia de promocionar las actividades de apoyo a sectores desfavorecidos que proporciona la empresa del actor en referencia, en cuanto a “lo familiar”, en sentido de la identificación y pertenencia que resultará en clientes actuales y/o potenciales, fidelizando a los ya existentes y ampliando su cartera de beneficiarios. Interpreto así, que el actor concibe la gestión de la marca corporativa como una de sus estrategias empresariales, aunque no lo devela explícitamente como tal, lo que considero un empoderamiento ideológico que se comprende desde su discurso.
Entre tanto, el actor social B se abre a la dimensión de las oportunidades y amenazas. Cito las líneas 8 a 11 de su entrevista: “(…) cómo cambia la realidad de un momento a otro, y justificar una estructura de costos para poder percibir ingresos y mantener la empresa. En Venezuela, de un día para otro te cambia la dinámica. Como somos una empresa importadora…” de lo cual se significa que se abate en el dualismo de las vivencias propias de la microeconomía, tal como refiere de la necesidad de ingresos, de la estructura de costos, de elementos internos concernientes a su personería jurídica. Y si con estos desafíos ya no fuera suficiente, refiere al entorno donde su empresa opera, los constantes cambios en diversas dimensiones de la realidad socio-económica del país y cómo esa dinámica hace colisión con su hacer administrativo, con su praxis gerencial. Añádase a esto, el sector comercial donde hace vida: las importaciones, lo cual amerita cálculos adicionales sobre el valor y/o la estabilidad o no de la moneda local, contra una cesta de monedas de intercambio comercial a nivel internacional, que pudiera incidir en pérdidas patrimoniales si las proyecciones se desbocan de su curso. Todo ello exige, una praxis orientada a la adaptabilidad al entorno socio-económico.
En prosecución y manteniendo una coherencia pragmática y cronológica en su discurso, el actor social a continuación se decanta por el impacto que el entorno también tiene sobre sus compradores, líneas 16-19, al afirmar que “Los clientes están acostumbrados a una tarifa que sea vigente de seis meses a un año. Entonces, debe proyectarse cuáles van a ser tus costos, para poder estimarlos en tu estructura y conocerlos en tiempo real”, delatando un elemento propio de economías hiperinflacionarias: los constantes cambios en los precios. La literatura sobre el área gerencial poco se detiene en desafíos pertinentes a entornos inflacionarios, pues la mayoría del concierto de naciones ha superado estos estadios en sus economías. Sin embargo, del discurso se interpreta una anomalía en el deber ser, pues no se trata de que los clientes se “acostumbren” o no a una normalización en los precios de los productos y servicios, sino que viene a constituirse en una expectativa del gerente, de contar con precios estables, que es satisfecha de manera natural en casi cualquier país del mundo. Lo referido obliga al actor social a un conocimiento día a día de su estructura de costos, aunque el marco jurídico venezolano es muy propenso al control de precios, tal como se puede interpretar de la Ley Orgánica de Precios Justos, en su reforma del 2014, que impide al empresario considerar los constantes cambios en dicha estructura.
Hay otro aspecto que expresa el actor social B que refiere a estrategias no tradicionales que se desvían del hacer gerencial propio de entornos sociales favorables a la libertad económica. A continuación, las líneas 38 a 43: “Para poder remunerar competitivamente al talento humano y aún así mantener nuestra empresa como un proyecto con viabilidad, hago magia. Hemos tenido que abrir nuevas empresas, separar operaciones, crear un corporativo, una empresa “holding” que cobre regalías por el “know how” y el manejo de marca y con esos ingresos adicionales valorar de manera compensatoria al personal clave”,  lo que promueve toda una serie de prácticas que conforman un entramado de operaciones y complejizan el normal funcionamiento de la organización, aunque interpreto que la intencionalidad no es incurrir en acciones fuera del ámbito de la ley, sino todo lo contrario, poder justificar ingresos adicionales desde economías de escala “creativas” en aras de remunerar adecuadamente al capital humano. Lo precedente contiene su carga valorativa en cuanto a prácticas gerenciales no tradicionales, que implican a su vez rupturas paradigmáticas del ser gerente, pero en su esencialidad es el aprovechamiento de los ínfimos espacios legales para actuar en el reducido ámbito de lo permitido, eludiendo tangencialmente el territorio de lo prohibido.
Paralelamente y para dar cierre a la hermeneusis de la praxis gerencial como unidad interpretativa, me es preponderante destacar lo dicho por el actor social A en las líneas 221 a 225, al referir que “(…) consideramos que gran parte de nuestra carta de presentación es que nosotros si cumplimos, lo que ofrecemos es despachado, los precios que manejan son más justos, así que, la falta de temor viene por esto también, porque confío en que Dios nos está ayudando”, lo que comprendo como una confluencia ética-científica-teológica que consumirá a continuación un breve número de líneas, para trazar una primera aproximación al respecto, siempre permeado de mi subjetividad. Deseo plantear inicialmente que, la preponderancia asignada por el empresario a la rentabilidad como indicador del éxito organizacional puede atentar contra la viabilidad del emprendimiento empresarial, o sea, su permanencia en el largo plazo. Basta repasar algunos nombres corporativos y personales que están íntimamente asociados a escándalos financieros de alcance mundial: Enron, WorldCom, Barings, Bernard Madoff, Allen Stanford, entre otros, quienes tuvieron en común la obsesión por hacer dinero sin tomar en consideración principios éticos o marco jurídico vigente en sus jurisdicciones.
A este propósito, Velasquez (2000) estima que “el comportamiento ético es la mejor estrategia de negocios a largo plazo para una empresa, un punto de vista que ha sido aceptado cada vez más durante los últimos años” (p. 5), pues es altamente rentable ofrecer, por ejemplo, productos fabricados con componentes de baja calidad o con mano de obra en condiciones de explotación, o configurar servicios financieros que prometan tasas de interés superiores al mercado pero sustentados en operaciones de alta especulación, evidenciando que actuar sin ética es un gran negocio, pero solo en el corto plazo. Por ello, las organizaciones que se plantean como estrategia la viabilidad, eluden parte de las ganancias de corto plazo para actuar corporativamente en el ámbito de lo legal y más allá, en lo ético, en aras de establecer relaciones comerciales de largo plazo. Cabe señalar entonces, que el actor social A expresa la percepción que los clientes tienen sobre su empresa: precios competitivos y cumplimiento de compromisos como carta de presentación, lo que propone el sentido ético de la praxis gerencial en ese recorrido del “cómo” hacer gerencia, fundamentado en principios y valores que configuran las dimensiones morales del ser gerente, y a su vez, devienen en elementos constitutivos de gratificación a sí mismo, por el bien hacer así ejecutado.
Seguidamente, el actor hace mención a una referencia teológica, “Dios nos está ayudando”, que pudiera tener incidencia en la carga de valores entrelazada en su filosofía de gestión. En correspondencia con este planteamiento, Taylor (1996) cita a Weber así “la noción puritana del llamado a una vida cristiana, contribuía a propiciar un modo de vida centrado en el trabajo disciplinado, racionalizado y regular, (…), y que esta forma de vida facilitó mucho la implantación del capitalismo industrial” (p. 241) como una de las influencias formativas de la ética del trabajo de la cultura moderna capitalista, en el mundo anglosajón, que instaba a un trabajo continuo y disciplinado así como a la sobriedad y al comedimiento en el goce de los frutos, o sea, a los primeros pasos de la acumulación de capital como uno de los motores del capitalismo, lo que no configura el entendimiento del actor social, pues su sentido espiritual de recibir el apoyo de Dios, lo invita a manifestar su praxis con un sentido ético y bajo principios de solidaridad cristiana, desde la cual la disciplina como norma excluyente y subyugadora del trabajador no tiene cabida. Se construye la simbiosis rentabilidad-ética que deviene en un círculo virtuoso que mejora la calidad de vida del emprendedor e impacta positivamente en la sociedad, con generación de empleos, transferencia de actitudes modernas, oferta de bienes y servicios de calidad, pago de impuestos, responsabilidad social, en fin, un sentido valorativo de la praxis gerencial. 
Esta praxis que exige una consideración muy especial al entorno inestable que caracteriza la sociedad venezolana, como parte del hacer gerencia en este mí país, me ha motivado en concebir una segunda unidad hermenéutica para interpretar y comprender desde los actores sociales, el contexto socio-económico venezolano.
 Ya en el meridiano de los hallazgos, procedo a la síntesis del discurso de los actores sociales, con el propósito de interpretar los sentidos y significados que le atribuyen a la interrogante ¿Cómo interpreta el contexto socio-económico venezolano? la cual configura la segunda unidad hermenéutica de la investigación.
A este propósito, el actor social A plantea una ilación del actuar como gerente en el ámbito de lo microeconómico, con respecto a factores que pertenecen al mundo de la macroeconomía, cuando expresa en las líneas 71 a 75 que “(…) a menor capitalización de las empresas, hay menos inversiones, porque uno como empresario lo que hace es reinvertir los excedentes para que surjan nuevos proyectos, pero en una economía inflacionaria no tiene sentido acumular, lo que vale la pena es invertir permanentemente”, develando premisas naturales en el hacer gerencial, tales como la creación de rentabilidad, la reinversión de los recursos financieros, el análisis de proyectos de inversión, los costos de oportunidad y la configuración de nuevos desafíos empresariales, todo ello frente a un marco que él adjetiva como “economía inflacionaria”, por ser uno de los fenómenos que mayor le significa desde su apreciación, propiciando una acción gerencial no tradicional, cuando manifiesta “no tiene sentido acumular”, según se interpreta del planteamiento expuesto por el actor en referencia.
Así, es pertinente profundizar sobre esta última expresión, lo ilógico que representa para el actor social el mantener excedentes, a pesar de señalarse la acumulación de capital como uno de los motores del capitalismo, ya referenciado en la primera instancia cognitiva por Gómez (op. cit). Incluso, la creación de valor, los nuevos emprendimientos, el crecimiento organizacional, todo ello apunta a la acumulación, al incremento patrimonial, bien sea en recursos financieros disponibles o activos reales e intangibles. Entonces, ¿Qué desea significar el actor social A? En la búsqueda de sentido, interpreto que hace alusión a lo inconveniente de mantener disponibilidades en divisa local, en un entorno de economía con constante pérdida adquisitiva de su moneda, debido a una serie de incidencias de índole macroeconómico que repercuten en la desvalorización de la misma.
Desde esta perspectiva, se intuye el espíritu de lo que priva a nivel internacional, cuando del Manual Operativo de la División Interamericana de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día (2012), se esbozan lineamientos con respecto al manejo financiero por parte del liderazgo de esta organización eclesiástica, en los países donde tiene presencia, al considerar “en situaciones inusuales, tales como una inflación excesiva y rampante, o moneda altamente inestable y rápidamente devaluada, el mantener un exceso de efectivo (…), puede dar como resultado pérdida substancial” (p. 551-552), aportando este material dos aspectos a considerar. Primeramente, la inflación galopante es una situación inusual, afirmación que puede ser comprendida en el contexto de la gran mayoría de los países del mundo civilizado que no enfrentan este tipo de desafíos, por el manejo responsable de las políticas fiscales y monetarias que realizan sus autoridades gubernamentales. Seguidamente, la cita expone la posibilidad de una “pérdida substancial” si se mantienen excesos de efectivo, más allá de la previsión para el cumplimiento de los compromisos financieros básicos a título organizacional, en el corto y mediano plazo.
Dado que, el BCV (2015) anunció en su portal web que la inflación para el año 2014 fue de 68,5 % según los incrementos registrados por el índice nacional de precios al consumidor, puede presumirse que las disponibilidades en efectivo que mantienen los empresarios, de las operaciones propias de sus organizaciones, sufren la pérdida del poder adquisitivo y, desde esta asunción, se comprende  la orientación praxeológica del actor social A cuando opta por una inversión constante de los excedentes, en contraste con un ahorro pasivo de dichos recursos. En otras palabras, el propósito expresado es crear valor por encima del índice de inflación, para poder conservar el patrimonio de la empresa, lo cual implica el análisis del costo de oportunidad de los nuevos proyectos de inversión y/o la reinversión en las operaciones actuales, para que la rentabilidad esperada sea superior a la inflación estimada, en el tiempo de recuperación de la inversión.  
Por esto, las palabras introductorias “a menor capitalización de las empresas, hay menos inversiones”, le significan otra premisa a la ciencia y/o el arte gerencial, como prefiera aludirse, en relación a la conservación o crecimiento patrimonial, que en Venezuela representa un desafío importante para quienes lideran emprendimientos privados, pues el fenómeno de la inflación incide en la capitalización de las empresas, vía pérdida del valor del dinero y por ende disminución en la capacidad adquisitiva de los recursos financieros, lo que impacta consecuentemente en la implementación de planes de negocios para potenciales emprendimientos o reinversiones en la propia empresa, tal como interpreto del discurso esbozado por el actor social A.
Hay sin embargo, otra referencia en su planteamiento, cuando menciona en las líneas 88 a 93 que “Ciertamente, hay gran liquidez en la calle pero está representado en dinero inorgánico que produce el Banco Central de Venezuela. Hay mucho dinero en la economía y una alta demanda. La gente tiene el dinero pero no hay que demandar, así, las menores ventas se deben a menor oferta de productos, no es por falta de demanda ni de liquidez”, sugiriendo desde su perspectiva funcionalista, unas relaciones causales entre liquidez-dinero inorgánico, así como entre menores ventas-menor oferta, que podrían resultar inverosímiles en otras latitudes, pero que en Venezuela parecen hacer acto de presencia en su contemporaneidad. Interpreto, que el actor social A vivencia situaciones atípicas en la gestión de sus operaciones, por el comportamiento macroeconómico del país, pues se supone que una mayor liquidez como política monetaria, favorecería una mayor demanda en bienes y servicios, así como una menor oferta de productos en el mercado representaría una gran oportunidad para hacer negocios, pero él manifiesta “no hay que demandar”, o sea, existen índices de escasez en renglones que el actor social no referencia, pero que conforman su cotidianidad a nivel empresarial.
Si bien es cierto, la inflación es el fenómeno relativo al constante incremento de los precios en los bienes y servicios, motivado en parte, en la pérdida del poder adquisitivo de la moneda, no se esperaría que tenga su génesis en una política de Estado, pues en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), en su artículo 318 relativo al Sistema Monetario Nacional, se estipula explícitamente que

Las competencias monetarias del Poder Nacional serán ejercidas de manera exclusiva y obligatoria por el Banco Central de Venezuela. El objetivo fundamental del Banco Central de Venezuela es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria (…) (p. 131)

El contenido del articulado es opuesto a lo expresado por el actor social A, cuando señala “hay gran liquidez en la calle pero está representado en dinero inorgánico que produce el Banco Central de Venezuela”, emergiendo una ambivalencia interpretativa con respecto al mismo fenómeno en cuestión, que me induce a contrastar ambas posturas con lo real, para fijar apreciación con respecto a la legitimidad de lo expresado, pues el análisis fenomenológico-hermenéutico en desarrollo no pretende ser sustentado en el subjetivismo puro, sino en la rigurosidad académica y científica, que es propia en los trabajos de investigación pertinentes a las ciencias sociales.
Por consiguiente, es oportuno validar la información estadística correspondiente a los agregados monetarios que publica el BCV (op. cit), para conocer el comportamiento del indicador de liquidez monetaria, año a año, para el período diciembre 2012-diciembre 2014; estableciéndose que para el 28 de diciembre de 2012 el dinero circulante y los depósitos a la vista se ubicaban en 715.756.000.000 Bs., mientras que para el 27 de diciembre de 2013 esta cifra se situó en 1.209.777.000.000 Bs., representando un salto en la liquidez monetaria de 69% en el plazo de solo 12 meses. Luego, para el 26 de diciembre de 2014 la cifra se colocaba en 2.001.114.000.000 Bs., que en relación con la información disponible para el cierre del 2013 representa un incremento de 65,41%, un salto que es comparable porcentualmente al ocurrido en el año 2012. Sin embargo, del análisis precedente no puede señalarse la emisión de dinero inorgánico como política de Estado, pues es necesario atender la declaración de misión del BCV, señalada en el artículo 4 ya referenciado, cuando se expresa “preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria”, ameritando un estudio comparativo en relación con otras divisas de intercambio internacional que, en este caso, corresponde al examen en el comportamiento de las reservas internacionales de Venezuela, las cuales están nominadas en dólares americanos.
Para ello, es coherente acudir a la información oficial que sobre este indicador también publica el BCV (op. cit), en aras de satisfacer mi búsqueda del rigor científico, por considerarlo propio de una indagación responsable. Así, para el 28 de diciembre de 2012 las reservas internacionales correspondían a 29.890.000.000 USD, mientras que para el 30 de diciembre de 2013, las mismas se ubicaban en 21.481.000.000 USD, lo que representa una caída de 28,14% con respecto al cierre del año anterior. Por su parte, para el 30 de diciembre de 2014 las reservas se sitúan en 22.080.000.000 USD, denotando un incremento de tan solo el 2,78%, con respecto al cierre del 2013. Ahora bien, si la liquidez monetaria en el año 2013, evidenció un incremento del 69 % ,mientras que las reservas internacionales sufrieron una caída del 28,14 %, tendría sentido afirmar que la emisión de dinero por parte del órgano rector en política monetaria en Venezuela no ha venido siendo acompañada de su correspondiente incremento porcentual en el respaldo en moneda extranjera, especie de caja de conversión que hubiese impactado favorablemente en “preservar el valor interno y externo de la unidad monetaria” como corresponde al BCV , en sus obligaciones de rango constitucional. Igual declaratoria, aplica para el comportamiento reflejado por las variables macroeconómicas en referencia, en el año 2014.
En razón a lo anterior, considero legítima la declaración del actor social A cuando afirma “hay gran liquidez en la calle pero está representado en dinero inorgánico que produce el Banco Central de Venezuela”, pues no se corresponde a una interpretación carente de evidencia en el plano macroeconómico, sino que deviene de unas actuaciones establecidas por la persona jurídica de derecho público que tiene competencias monetarias del Poder Nacional, según señala la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (op. cit), que han configurado en la práctica, unas políticas macroeconómicas inflacionarias que propician la pérdida del poder adquisitivo de la moneda y con ello, una serie de distorsiones que vienen a impactar el acontecer económico del país.
Una muestra de lo expresado lo apunta el actor social D, cuando señala en las líneas 70 a 73 que “La inflación nos saca del juego porque un beneficiario de nuestros créditos antes solicitaba un monto para comprar un bien y ahora no le alcanza para adquirirlo. Esto me obliga a ajustar los montos a ofertar, para que esta persona pueda comprar el mismo bien”, confluyendo en la apreciación del actor social A, en torno a una economía caracterizada por incrementos periódicos en los precios de bienes y servicios que impactan en la población en general. Es por ello que un solicitante de servicios financieros, se ve en el cometido de acudir a instituciones de empréstitos que le ofrezcan financiamiento por montos que le permitan la adquisición de maquinaria o capital de trabajo, pues de lo contrario, quedaría con disponibilidad en efectivo por créditos asumidos en cantidades menores a sus necesidades y, con el compromiso de las cuotas por pagar, sin aún tener la capacidad de obtener los activos que le generen los ingresos necesarios para el cumplimiento de las contribuciones correspondientes. De allí, que el actor social D se ve obligado, como ofertante de servicios financieros, según expresa, a la implementación de estrategias reactivas, buscando adecuar los servicios que ofrece, en correspondencia al entorno inflacionario que se vivencia en Venezuela.
Además, existe la segunda parte en la declaratoria del actor social A, referida a otro fenómeno que ha venido a singularizar la sociedad venezolana, como lo es la escasez, al plantear que “La gente tiene el dinero pero no hay que demandar, así, las menores ventas se deben a menor oferta de productos, no es por falta de demanda ni de liquidez”, lo cual implica, según interpreto, que el crecimiento de la masa monetaria, así como no ha venido siendo acompañado de un incremento proporcional de las reservas internacionales que la respalden, tampoco se evidencia la progresión en la oferta de bienes y servicios, configurándose de esta forma, dos círculos viciosos que impactan en la sociedad venezolana. El primero de ellos, ya advertido, de una mayor liquidez en bolívares que no corresponde a un incremento en los ingresos internacionales, nominados en divisas, incurriéndose recursivamente en una pérdida del poder adquisitivo de la moneda local. El segundo, que podría describirse como una mayor liquidez en bolívares que no se equipara con un crecimiento o estabilidad en la oferta de bienes y servicios, lo cual implica mayor cantidad de bolívares detrás de menores productos, empujando los precios hacia el alza. De allí, los efectos perjudiciales de una política monetaria laxa por parte de autoridades gubernamentales en la materia, que se traducen en el aumento de variables macroeconómicas como la inflación y la escasez, según refiere el actor social A.
Sin embargo, me es necesario contrastar la información estadística aportada por el BCV (op. cit), correspondiente a los agregados macroeconómicos, en este caso el Producto Interno Bruto (PIB), para validar mi postura interpretativa con relación a la menor oferta de bienes y servicios que se evidencia en la economía venezolana, según surge de los aportes referidos por los actores sociales. Así, la última información oficial disponible con respecto al PIB, corresponde al consolidado enero-septiembre 2014, y por ello expongo el análisis comparativo con respecto al período enero-septiembre 2013. De este modo, el PIB acumulado para el tercer trimestre de 2014 fue de 43.551.889.000 Bs., mientras que para igual período del año anterior, se ubicó en 45.350.000.000 Bs., representando una caída del 3,97%, o sea, una disminución en el conjunto de los bienes y servicios producidos en el país, para el período en alusión.
Seguidamente, hago explícita mención al comportamiento de ciertas actividades económicas que no forman parte de la actividad petrolera que se desarrolla en el país. En cuanto al sector manufactura, para septiembre 2013 alcanzaba la cifra de 6.427.730.000 Bs., entretanto, doce meses después estuvo en 5.838.033.000 Bs., lo que implica una caída de 9,17 %. Por su parte, el sector construcción consolidó en los primeros tres trimestres de 2013 la cantidad de 3.385.832.000 Bs. y para el mismo período con cierre en septiembre 2014, la cifra fue de 3.046.409.000 Bs., significado un declive del 10,02%. Por último, traigo a colación las cifras del sector comercio, que para septiembre 2013 se ubicaron en 4.515.117.000 Bs. y en el interín enero-septiembre 2014 representaba 4.028.947.000 Bs., lo cual implica una caída del 10,77 %, o sea, un comportamiento en estas actividades económicas que figura una contracción dos veces mayor comparado con el PIB consolidado, para el similar período.
En razón a lo anterior, la economía venezolana no solo evidencia la emisión de dinero inorgánico que podría incidir en una sensación de escasez, vista una mayor disponibilidad de bolívares en tenencia de la población venezolana que demandan un mismo número de bienes y servicios, sino que el BCV hace oficial una contracción en el PIB en áreas estratégicas para el desarrollo del país, como la manufactura, la construcción y el comercio, todo lo cual modela una escasez generalizada, impactando a su vez el alza de precios, insumo esencial de la inflación. Ejemplo puntual de ello lo señala el actor social A, cuando expresa en las líneas 78 a 80 que “Uno de nuestros proveedores tiene una línea de 412 productos que normalmente comercializaban hasta el 2014. Desde diciembre del  2014, solamente comercializan 30 productos. Similarmente, el resto de nuestros proveedores”, escenificándose una disminución en la oferta, inclusive a nivel de proveedores y mayoristas, que configura un mercado poco competitivo en cuanto a la oferta, según se interpreta de su discurso.
Por su parte, el actor social D converge en asentir, en las líneas 49-57, que “(…) la escasez es un factor que nos afecta (…) fíjate como cambia la mentalidad en una economía de sobrevivencia. La gente en vez de estar pensando en su trabajo, está pendiente en cómo hacer su cola para comprar productos y llevar a su casa. Y no es un ítem”, adjetivándose en esta ocasión como “de sobrevivencia”, la economía que acontece en el país, motivado en la presencia de largas filas de compradores, en los comercios que disponen de inventarios, relativos a productos de difícil accesibilidad.
Esta situación, predispone la improductividad a nivel empresarial, pues los empleados se están ausentando de sus puestos de trabajo en proporciones significativas, en coincidencia con la aparición puntual de los productos que presentan altos índices de escasez, los cuáles no son pocos, según el discurso del actor social en referencia. Considero que, se está en presencia de cambio de paradigma en el sentido de trabajo, pues el empleado requiere comprar los productos que aparezcan, ausentándose de su puesto de trabajo, dejando de lado las responsabilidades inherentes a sus compromisos laborales, lo cual refiere una pérdida del valor social del trabajo e incluso de la dignidad del trabajador, al tener que someterse a largos períodos de espera, en condiciones ambientales desfavorables, para poder acceder de manera limitada a los productos que conforman la canasta básica alimentaria.
Empero, la comparecencia de inflación y desabastecimiento en el contexto socio-económico venezolano, no necesariamente guardan relación entre sí, en sentido recursivo. Ya he planteado, que el primer fenómeno debe su germen en gran parte, a la emisión de dinero inorgánico y consecuentemente la caída en la oferta de bienes y servicios que se refleja en el PIB, lo cual que viene a potenciar la subida de precios, según exponen los actores sociales A y D. Pero, ¿qué decir de la escasez? Sobre lo cual en las líneas 93 a 97, el actor social A afirma, “la liquidez es enorme pero la falta de productos por la escasez que se ha producido es debido a una menor cantidad de divisas que tienen los importadores, lo que ocasiona menos importación de productos, lo cual genera escasez y nos lleva a una menor oferta de productos a distribuir”, señalando la disminución en el otorgamiento de divisas preferenciales a los importadores, como un aspecto que impacta en una menor oferta en bienes y servicios.
Para la comprensión sobre este tema, resulta necesario mencionar que en Venezuela existe un control de cambio como instrumento de política cambiaria, para regular oficialmente la compra y venta de divisas en el país, según lo señala el Centro Nacional de Comercio Exterior (CENCOEX) (2015). Su implementación, se remonta al 05 de febrero de 2003, mediante la publicación del Convenio Cambiario Número 1 (2003), que tuvo entre su exposición de motivos, el impacto negativo en las reservas internacionales producto de la disminución de ofertas de divisas de origen petrolero y la demanda extraordinaria de divisas, requiriéndose del BCV la adopción de medidas destinadas a lograr la estabilidad de la moneda, según se aprecia en los considerandos del referido convenio. El CENCOEX (op. cit), en su portal oficial expone que, el sabotaje petrolero y empresarial que se inició el 02 de diciembre de 2002 ocasionó una crisis en los ingresos públicos, la reducción de las reservas internacionales y el deterioro del valor del bolívar, pues “el activo que se encuentra en el BCV, y que sirve de respaldo a la cantidad de dinero que circula en la economía, disminuía diariamente” (p. 1), estableciendo en su declaratoria, una directa correlación entre reservas internacionales y liquidez monetaria, como cálculo para el valor de la moneda local, lo cual convalida los desarrollos interpretativos al respecto, que he referido en este aparte.
De esta manera, la tasa de convertibilidad para el 05 de febrero de 2003 quedó establecida en 1,60 Bs./USD, según los tipos de cambio de referencia publicados por el BCV (op. cit). Hay sin embargo, un desarrollo cronológico de modificaciones al control de cambio, en cuanto a sistemas implementados, que me resulta necesario traer a colación, por su impacto en la asignación de divisas a los importadores en los años que se han sucedido. De esta suerte, el Convenio Cambiario Nro. 14 (2010), publicado el 30 de diciembre de 2010, que señala un tipo de cambio de 4,30 Bs./USD a partir del 01 de enero de 2011, con la salvedad que esta tasa fungiría desde ese entonces para, entre otros aspectos, el pago de los contratos de importación, lo que incide en el cálculo de las tasa de nacionalización de la mercancía, que realiza el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria SENIAT (2015). Luego, resulta pertinente citar el Convenio Cambiario Nro. 20 (2012), que permitió la implementación del Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera SITME, como reemplazo a las operaciones que previamente realizaban los operadores cambiarios y cuya tasa quedó establecida en 5,30bs/$, según Resolución 11-10-01 (2011), emanada del BCV (op. cit).
A continuación, menciono la nueva publicación del Convenio Cambiario Nro. 14 (2013) que ajustó el tipo de cambio a 6,30 Bs./USD, a partir del 09 de febrero de 2013. Seguidamente, aludo a la Resolución 13-07-01 (2013) del BCV (op. cit), que implementa el Sistema Complementario de Administración de Divisas (SICAD) en sustitución del SITME, con una tasa de arranque de 11,30 Bs./USD, según el tipo de cambio resultante de las asignaciones de divisas, realizadas a través de este sistema, publicado por el BCV (op. cit). Posteriormente, expongo el Convenio Cambiario Nro. 27 (2014), pues allí se configura el Sistema Cambiario Alternativo de Divisas SICAD II, iniciando operaciones con una tasa de 51,86 Bs./USD según el tipo de cambio promedio ponderado, referido por el BCV (op. cit).    
Por último, destaco que en Venezuela rige el Convenio Cambiario Nro. 33 (2015), de fecha 10 de febrero de 2015, que en su articulado, autoriza nuevamente el funcionamiento de los operadores cambiarios, a través de la Bolsa Pública de Valores; agrupa el SICAD y el SICAD II en uno solo y, da origen al Sistema Marginal de Divisas SIMADI, explicitándose en el artículo 24, la obligación del BCV (op. cit) de publicar diariamente el valor de las transacciones que se realicen en divisas. En torno a ello, el órgano rector anuncia los tipos de cambio de referencia (2015), que para el 01 de abril de 2015 se estimaban de la siguiente manera: 6,30 Bs./USD para bienes prioritarios (alimentos, salud e insumos para elaboración de productos de primera necesidad), 12 Bs./USD para el SICAD y 193,05 Bs./USD en el transado SIMADI.  
Es en este contexto, que el actor social A refiere a “una menor cantidad de divisas que tienen los importadores, lo que ocasiona menos importación de productos”, que podría interpretarse en varias vertientes: insatisfacción en la demanda de divisas a tasas preferenciales tramitadas en períodos anteriores, incumplimiento en las liquidaciones por parte de las autoridades, de las divisas preferenciales que supuestamente les habían sido adjudicadas y/o, disminución en la capacidad financiera para la compra de divisas en el nuevo mercado, por corresponderle ahora un cambio muy superior, caracterizado en el mercado SIMADI. Vale destacar, que la asignación de divisas a través de este mecanismo ha sido igualmente limitado, constituyéndose el control de cambio en un agente de distorsión en la economía, según se comprende de la narrativa del actor social en referencia.
En todo caso, hace su entrada el actor social B con sus aportes a la unidad hermenéutica, al expresar en las líneas 58 a 65 que, “(…) Ahora, cuando se va a reponer inventarios a tasa SIMADI, la disponibilidad en bolívares llevado a dólares se convierte aproximadamente en 40% del patrimonio anterior, visto en divisa americana. Si el SIMADI lograra funcionar y mantenerse en este primer año, la pérdida cambiaria que deben afrontar los importadores será del 60%, contando solamente con el 40% de su patrimonio original en dólares para poder importar, si es que se reinvierte toda la utilidad. ¿Cómo crecer?”, entendiéndose que este tipo de cambio tiene un impacto desfavorable y muy significativo en las finanzas de su organización.
Ahora bien, para dar sentido a las apreciaciones cuantitativas expresadas, deseo hacerlas comprensibles desde la configuración andragógica de un escenario posible. Supongamos  que el actor social hubiere acudido al SICAD II, por ser el sistema para importadores de bienes no prioritarios, que privaba con anterioridad al SIMADI y, cuya tasa se ubicaba en 52,10 Bs./USD para el 09 de febrero de 2015, según publica el BCV (op. cit). Entonces, una adjudicación de 10.000 USD, le habría representado una inversión de 521.000 Bs., que para efectos didácticos al configurar un expediente de importación no considerará los gastos de nacionalización. Así, el máximo porcentaje de ganancia establecido en la Ley Orgánica de Precios Justos (op. cit), según el artículo 37, que indica “en ningún caso, excederá de treinta puntos porcentuales de la estructura de costos del bien o servicio”, permitiría un precio máximo de venta al público, de 744.000 Bs. sobre el producto importado, siguiendo el ejemplo en consideración.
Luego, si el actor social B estimara repetir el ciclo comercial, acaecida la venta y haciendo uso del fruto de la misma, es decir, los 744.000 Bs., entonces le correspondería convertir en divisas a la tasa SIMADI, puesto que el mercado SICAD II tuvo vigencia hasta el 11 de febrero de 2015, según Aviso Oficial (2015) publicado por el BCV (op. cit). Considerando que, para el 01 de abril de 2015, la nueva tasa se ubicó en 193,05 Bs./USD, como ya referí con anterioridad, significaría que la conversión a este cambio, le permitiría adquirir tan solo 3.854 USD aproximadamente, es decir, una pérdida patrimonial superior al 60 % con respecto a la inversión inicial de los 10.000 USD con los cuales dispuso para la importación anterior, y ello, sin considerar que los excedentes generados de la venta de la primera importación también fueron reinvertidos. De allí la inquietud del actor social cuando expresa “¿Cómo crecer?”, por hacerse evidente una devaluación, una desvalorización patrimonial por actualizaciones en la tasa del control cambiario, que atentan contra nuevas importaciones del sector privado y de allí, una acentuación en la escasez, todo lo cual convoca interpretar la incertidumbre a la que arriba el actor social, luego de la reflexión propiciada a través del encuentro, mediante la entrevista. Esta interrogante, toca las fibras más sensibles de su gestión empresarial, pues al operar comercialmente en un ambiente macroeconómico desfavorable, las estrategias a definir en su filosofía de gestión se circunscriben, en primer lugar, a salir airoso de los desafíos que constantemente se le presentan, por la intencionalidad de mantener su empresa en operatividad con viabilidad.
Asimismo, el actor social B, en las líneas 67 a 70, agrega que “(…) algunas multinacionales americanas desean desvincular de su contabilidad las operaciones que realizan en Venezuela, porque al registrar a tasa SIMADI, sus ingresos y activos se desvalorizan agresivamente”, implicando, entre líneas, la imposibilidad que ha representado para las multinacionales con presencia en el país, la repatriación de sus dividendos, los cuales fueron registrados en su contabilidad a tasas preferenciales, pero que no contaron con la adjudicación por parte del Estado. Esto hace, que sus activos e ingresos se desvaloricen, al actualizarlos a la tasa de cambio SIMADI. Por ello, la propuesta que realizan las multinacionales de desvincular de su contabilidad consolidada a nivel mundial, las operaciones que tienen en Venezuela, ya que esto permitiría que la valorización de sus acciones que cotizan en los corros bursátiles no se sigan viendo castigadas por el mercado financiero, con la publicación de sus resultados trimestrales, sino solo en ocasión del ajuste inicial. Pero, sea como fuere, el actor social B refiere a un ajuste de precios por la nueva tasa cambiaria al nacionalizar, la pérdida patrimonial por el control cambiario y la reducción del valor de la inversión extranjera, lo que configura un escenario que se comprende inquietante para él, dada la incertidumbre en el ámbito cambiario venezolano.
Sin embargo, el actor social B describe una bondad del sistema SIMADI, cuando en las líneas 72 a 78, expresa “(…) Las empresas tendrán que realizar un ajuste inicial, registrando una pérdida considerable, pero se va a poder registrar a nivel contable, permitiendo el SIMADI incrementar la oferta en Venezuela, ya que podrán operar en un entorno con mayor libertad para fijar costos reales, pero dentro de la limitación de liquidez que tienen las empresas en cuanto a bolívares disponibles y la capacidad para convertir en divisas”, significando la oportunidad que tienen las empresas importadoras de registrar en “la estructura de costos del bien o servicio” que exige la Ley Orgánica de Precios Justos (op. cit), la tasa SIMADI que publique el BCV (op. cit), en cuanto a precio de la mercancía, flete, seguro y gastos de nacionalización, bien se realicen estos pagos con divisas adquiridas a través del sistema o con recursos propios, según se desprende del artículo 26 del Convenio Cambiario Nro. 33 (op. cit), que cita:

(…) la conversión de la moneda extranjera para la determinación de la base imponible de las obligaciones tributarias derivadas de las operaciones aduaneras, se efectuará al tipo de cambio de adquisición de las divisas correspondientes a la operación involucrada; a los efectos de operaciones realizadas con divisas de tenencia propia del importador, se tomará como referencia el tipo de cambio al que alude el artículo 24 del presente Convenio Cambiario, vigente para la fecha de liquidación de la obligación tributaria. (p. 8)

De allí, la carga de significado que contiene la expresión del actor social B, cuando asoma en su discurso, la “mayor libertad para fijar costos reales”, pues los cambios en el marco jurídico le permiten al empresariado, fijar el precio máximo de venta al público, con respecto a una estructura de costos calculada a tasa SIMADI, lo cual hace emerger toda una serie de fenómenos favorables, en el contexto de la microeconomía venezolana, entre los cuales destacan: la reposición de inventarios, pues el gerente se ve motivado a importar insumos y mercancías, al estimar que no incurrirá en pérdidas por conversión monetaria, al equipararse relativamente la tasa SIMADI con el mercado no oficial, pudiendo acudir como demandante de divisas a uno u otro mercado, la reducción de los niveles de escasez, pues los insumos y/o productos importados vienen a satisfacer la alta demanda que evidencia la economía venezolana y, a su vez, la reactivación del aparato productivo nacional, ya que no existirían precios subsidiados en ciertos renglones, que fomenten la competencia desleal entre las empresas del Estado y el sector privado, aunque, no aplicaría en el caso de alimentos, medicinas y otros productos regulados, donde la importación pública con divisas preferenciales es representativa.
En el plano de la macroeconomía, algunos de los aspectos positivos serían: la dinamización en sectores económicos del país, tales como manufactura, construcción, comercio y otros, pues la participación privada incide en el crecimiento del PIB; la estabilización en el nivel de las reservas monetarias, pues las divisas no se liquidarían a tasas preferenciales en la compra de insumos y/o productos no prioritarios para el desarrollo del país. Este último desarrollo interpretativo, parece convalidarse en la afirmación del actor social B, contenido en las líneas 187 a 191 al expresar “Yo no creo que estén liberando el dólar por el problema del desabastecimiento. Están liberando el dólar porque el precio del petróleo cayó y no tienen recursos suficientes para atender los compromisos del país”, lo cual hace referencia tangencial al comportamiento en los precios del principal producto exportador del país que genera ingresos significativos al Estado y, somete a deliberación la idea, de la insostenibilidad de las políticas macroeconómicas que se desarrollan en Venezuela.
Sin embargo, he de destacar otro tipo de circunstancias que surgen con la creación de SIMADI. En primer lugar, los precios de venta al público derivados de estructuras de costos anclados a la tasa de convertibilidad de este mercado, serían significativamente más altos, convirtiéndose en elemento que incide en el génesis de la espiral inflacionaria que se vivencia en la economía venezolana, adicional a la emisión de dinero inorgánico y la disminución en el nivel de las reservas internacionales, todo ello referido en su momento por los actores sociales A y D. Por su parte, el actor social B considera que, las limitantes de “liquidez que tienen las empresas en cuanto a bolívares disponibles y la capacidad para convertir en divisas”, viene a constituirse en un doble desafío para las empresas importadoras que desean continuar sus operaciones, pues menores haberes en dólares ralentiza el proceso de importación, así como el reducido nivel de adjudicaciones vía SIMADI, el cual viene a depender directamente de la oferta en divisas que realicen el BCV, PDVSA, otras empresas públicas y el sector privado, afectarían la capacidad para convertir bolívares en dólares.
Ahondando en el abordaje del contexto socio económico venezolano, desde los aportes de los entrevistados, articulando un discurso permeado por enfoques dialógicos y complejos, refiero ahora al actor social A, quien ha interpretado que los altos niveles de escasez se han empoderado en la ausencia de divisas preferenciales, como ha sido suficientemente evidenciado. Sin embargo, también vincula el tema con las particularidades en las actuaciones que emanan de funcionarios y/o instituciones del Estado venezolano, cuando desglosa en las líneas 82 a 88 que “Otro de nuestros proveedores se está yendo del país porque una de sus filiales fue expropiada recientemente, la cual se dedicaba a la comercialización de material médico quirúrgico. Esto produce una cadena: menos productos que distribuir, menos ventas y por ende, menos beneficios, generando un impacto económico y de índole social, en un desmedro de la calidad de vida y de la rentabilidad de la empresa”, destacándose del discurso, una acción ejercida por el Estado venezolano socialista, en el uso de sus facultades, que despoja a una persona jurídica con operaciones comerciales en el país, de una de sus unidades de negocios dedicada a la comercialización de insumos para el área de la salud, sin que el actor social refiera las razones de tal procedimiento. Aunque se significa la intencionalidad del gobierno venezolano en empoderar a los trabajadores en las organizaciones que se expropien para éste y otros fines, ello no ha quedado evidenciado en el aspecto económico humanista.
Es oportuno entonces, hacer referencia somera en el contexto jurídico venezolano, a los derechos económicos estipulados en la norma fundamental que rige en nuestro país, en aras de comprender lo señalado por el actor social A. En este sentido, expongo lo relativo al derecho a la propiedad privada, contenido en el artículo 115 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (op. cit), que dice:

Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad estará sometida a las condiciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o de interés general. Sólo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes

Acaece, que la normativa constitucional define ciertas limitaciones en cuanto al derecho de propiedad, así como los motivos que les justifican. Por ello, toda clase de bienes que sean considerados de utilidad pública o interés social, pueden ser expropiados, siempre y cuando concurra, tanto la sentencia firme como el pago oportuno de una indemnización que se equipare con el valor del bien desposeído. Es de destacar, que en la Constitución de 1961, no aparecía el término “oportuno”, queriendo significar los constituyentes en esta ocasión, la obligatoriedad por parte del Estado, de un pago pronto, sin demoras, que no afecte a la persona en la restitución del valor del bien expropiado. Al lado de ello, en Venezuela existen otras consideraciones de rango constitucional relativas al derecho de propiedad, que se establecen en el enunciado subsiguiente, es decir, el artículo 116 del referido instrumento jurídico, al expresar:

No se decretarán ni ejecutarán confiscaciones de bienes sino en los casos permitidos por esta Constitución. Por vía de excepción podrán ser objeto de confiscación, mediante sentencia firme, los bienes de personas naturales o jurídicas, nacionales o extranjeras, responsables de delitos cometidos contra el patrimonio público, los bienes de quienes se hayan enriquecido ilícitamente al amparo del Poder Público y los bienes provenientes de las actividades comerciales, financieras o cualquiera otras vinculadas al tráfico ilícito de sustancias psicotrópicas y estupefacientes (p. 65)

De la consideración anterior, se concibe la no obligatoriedad a una indemnización por parte del Estado, sobre aquellos bienes que sean decomisados a personas naturales o jurídicas, nacionales o extranjeras, que provengan de delitos tipificados, tales como afectaciones al patrimonio público, enriquecimiento ilícito de funcionarios en el ejercicio de sus facultades y/o actividades relacionadas con el tráfico ilícito de sustancias prohibidas. De allí, las características y diferencias entre expropiación y confiscación, como limitantes al derecho económico que contempla el ordenamiento jurídico en el país. No obstante, existe la Ley Orgánica de Precios Justo (op. cit) que profundiza en la temática, al señalar en su artículo 7, lo que sigue:

Se declaran y por lo tanto son de utilidad pública e interés social, todos los bienes y servicios requeridos para desarrollar las actividades de producción, fabricación, importación, acopio, transporte, distribución y comercialización de bienes y prestación de servicios.
El Ejecutivo Nacional puede iniciar el procedimiento expropiatorio cuando se hayan cometido ilícitos económicos y administrativos de acuerdo a lo establecido en el artículo 114 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y, cualquiera de los ilícitos administrativos previstos en la presente Ley (…)

Se deduce entonces, que el espíritu del legislador ahora define de utilidad pública e interés social, todos los insumos y productos necesarios en la importación, manufactura y comercialización de bienes y prestación de servicios. A su vez, permite imputar la expropiación, no solo en los casos de utilidad pública o interés social, sino como pena a los ilícitos económicos y administrativos señalados en el artículo 114 de la Ley fundamental de constitución del Estado, (especulación, acaparamiento, cartelización y otros delitos conexos) y, cualquiera de los ilícitos administrativos previstos en la referida Ley. Sin embargo, al estudiar el régimen sancionatorio de este instrumento, la expropiación no se contempla como sanción, sino la “Confiscación de bienes, de conformidad con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”, según refiere el artículo 45, numeral 6, para delitos tales como desestabilización de la economía (artículo 56) y contrabando de extracción (artículo 59), lo cual viene a sumarse a los delitos que justifican la confiscación, considerados en el artículo 116 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Empero, el marco jurídico no se circunscribe al conjunto de leyes y reglamentos con vigencia en el territorio venezolano. A nivel internacional, el Estado venezolano ha suscrito una serie de tratados que buscan la protección de la inversión foránea en nuestro país. Un ejemplo de ello, es el Convenio sobre arreglo de diferencias relativa a inversiones entre Estados y Nacionales de otros Estados (CIADI), que nace en la necesidad de la cooperación internacional para el desarrollo económico y la función que en ese campo desempeñan las inversiones internacionales de carácter privado, según se desprende en su exposición de motivos. En este sentido, el instrumento considera la posibilidad de que a veces surjan diferencias entre Estados Contratantes y nacionales de otros Estados Contratantes, en relación con tales inversiones, y reconoce que tales diferencias, aun cuando pudieran ser sometidas a sistemas procesales locales, en ciertos casos el empleo de métodos internacionales de arreglo puede ser apropiado para su solución. Aunque, el gobierno de Venezuela, en fecha 24 de enero de 2012 objetó esta convención ante el Banco Mundial.  
Es indudable que, todo Estado tiene el derecho de oponerse a la convención CIADI, siendo que el propio instrumento lo contempla en su artículo 71, que dice “Todo Estado Contratante podrá denunciar este Convenio mediante notificación escrita dirigida al depositario del mismo. La denuncia producirá efecto seis meses después del recibo de dicha notificación.”, lo que implica que Venezuela oficializó su salida del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, el 24 de julio de 2012, aunque los arbitrajes instaurados contra el país anteriores a tal fecha, siguen su curso, estando obligada la República a acatar las normas de procedimiento y ejecución establecidas en dicha normativa, así como el cumplimiento de los tratados bilaterales de inversión, conocidos como TBI, que Venezuela haya suscrito con otros Estados.
Por ello, cuando el actor social A asoma que las expropiaciones en Venezuela, “(…) produce una cadena: menos productos que distribuir, menos ventas y por ende, menos beneficios. Esto nos genera un impacto económico y de índole social, en un desmedro de la calidad de vida y de la rentabilidad de la empresa”, parece significar a la actuación del Estado, como uno de los agentes que impacta en los índices de oferta de ciertos productos, es decir, en la escasez, visto el desposeimiento de la filial del proveedor que lo lleva incluso a cerrar el resto de sus operaciones en Venezuela. A su vez, se deduce que ha ocurrido tal cantidad de procedimientos expropiatorios y/o confiscatorios, según el discurso del actor social, que se escenifica un impacto económico y de índole social representado en restricciones a la libertad económica, disminución en la rentabilidad del sector privado por menor oferta, desinversión por expropiaciones al sector privado, así como una calidad de vida comprometida por la menor diversidad de oferta.
En este orden de ideas, parecería que la ola de expropiaciones y confiscaciones a empresas nacionales y extranjeras, que ha ocurrido en Venezuela, se justifica ideológicamente, tanto en el control de los factores de producción por parte del Estado, como ha sido señalado por Gómez (op. cit), como en la defensa de la capacidad adquisitiva de la población, especialmente del salario de los trabajadores, en pro de asegurar el “desarrollo armónico, justo, equitativo, productivo y soberano de la economía nacional, a través de la determinación de precios justos de bienes y servicios”, según señala el objeto de la Ley Orgánica de Precios Justos (op. cit), en su artículo número 1.
De allí que, un incremento en los precios de bienes y servicios, se interpretaría ideológicamente, como una vulneración de los derechos económicos de la población, criterio en el cual coincido, aunque, surge una nueva ambivalencia interpretativa, en el sentido que, para los personeros del gobierno la inflación es consecuencia de la especulación, el acaparamiento, el boicot, la desestabilización de la economía, la usura, la alteración fraudulenta de precios, entre otras desviaciones del bien hacer, que vienen a configurar una especie de “guerra económica”, mientras que, para parte del sector empresarial, la estructura de costos de ciertos productos y servicios ha sido impactada por aspectos ya abordados, como la emisión de dinero inorgánico, la reducción en las reservas internacionales, la devaluación con la apertura de SIMADI, la poca oferta y la lentitud en la entrega de divisas, entre otros, lo cual requiere una constante revisión de los precios por parte de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socio Económicos (SUNDDE), según sus obligaciones contempladas en el artículo 11 de la misma ley.
En atención a ello, tendría sentido, desde la perspectiva de la racionalidad económica, que algunas empresas opten por dejar de importar, producir y/o comercializar aquellos renglones cuyos precios hayan sido regulados al igual o por debajo de su estructura de costos, haciendo el margen de ganancias igual a cero o peor aún, se incurra en una producción y/o venta a pérdida, lo cual hace insostenible la operatividad de una organización privada, aunque ello pueda ser considerado un acto de “desestabilización a la economía”, que propicie la apertura de un procedimiento expropiatorio por parte de funcionarios representantes de instituciones públicas. Esto, viene a constituirse en otro elemento que incide directamente en la escasez, que evidencia cifras tan elevadas en Venezuela, que el BCV (op. cit) ha dejado de publicarlas en los últimos meses.
  Se comprende así, el surgimiento de un fenómeno de reciente data: la reventa de productos de primera necesidad. Pese a que, el artículo 57 de la Ley Orgánica de Precios Justos (op. cit) contempla multas, de 200 a 10.000 UT para aquellas personas que adquieran productos declarados de primera necesidad, y los revenda a precios superiores a los establecidos por la SUNDDE, el actor social B refiere en las líneas 83 a 86 que, “(…) Actualmente, si se pone a “bachaquear”, si falta tres días a su trabajo y con ello se aprovisiona de productos, con la ganancia obtenida ya no le importa su especialización. Su meta ahora es tratar de ganarse los 15.000bs y es muy fácil ganárselos haciendo colas y revendiendo”, en alusión al recurso humano que se ausenta de su lugar de trabajo o migra del empleo formal, para ejercer este tipo de actividades, pues la alta demanda de bienes regulados, y por ende, escasos,  propicia su venta en precios por encima de la normado, evidenciándose que los principios que derivan de la ley de oferta y demanda aun son vigentes en la economía socialista de Venezuela.
Por ello, la implementación de un sistema de control de precios, sin atender las resultas en el comportamiento de variables de tipo macroeconómico, viene a constituirse en una distorsión económica que anula la competitividad, incide en el incremento del sector informal y la improductividad de la economía, según lo señalado por el actor social B. Más adelante, en las líneas 93 a 96, este actor social complementa “(…) hace dos años teníamos cuatro almacenistas y actualmente tenemos dos ¿por qué? porque no recibimos mercancía. Para qué voy a tener más personal si no recibo mercancía ni tengo el mismo nivel de despacho”, lo que viene a contrastar nuevamente, la incidencia de la escasez en insumos y productos, nacionales e importados, en el contexto socio-económico venezolano, lo que provoca una ruptura en el ciclo económico de las empresas, afectando su sustentabilidad y viabilidad, fenómenos que podrían revertirse en el diseño e implementación de políticas que emerjan de una ideología favorable al libre mercado, con una supervisión por parte del Estado que no tienda a controlar en los niveles que devela la contemporaneidad en Venezuela.
Por su parte, el actor social C refiere en las líneas 108 a 112 que “(…) la escasez es uno de los factores que más ha incidido en la situación actual. Es una crisis de gerencia política y es una crisis de decisiones poco acertadas desde todo punto de vista: económico, social”, llevando el discurso de los actores sociales a una confluencia general sobre este fenómeno, saturando la categoría, al haberse abordado desde diversas perspectivas, tanto en lo praxeológico, a nivel de sus actuaciones como gerentes en el campo de la microeconomía, así como en las interrelaciones y su dialogicidad a nivel de la macroeconomía, que derivan de la ideología y las decisiones que emergen en la administración pública, llevando al actor social a caracterizar esta situación como un producto de las decisiones de los administradores públicos que han venido a diseñar e implementar una serie de políticas públicas distorsionantes de la economía, o en otras palabras, las deformaciones causadas por la incorrecta asignación y/o distribución de recursos, que se refleja en un desajuste en los precios líderes de la economía, obstaculizando con ello el desenvolvimiento correcto de las actividades económicas, tanto en la producción como en la acumulación, financiamiento y transacciones con el resto del mundo.
En este sentido, confluye el actor social B, al distinguir en las líneas 103 a 106 el constante vaivén entre economía y empresa, cuando inquiere “¿Cómo proyectar a dos o tres años? Ciertamente se hace gerencia todos los días, hay que estar replanificando tu estrategia pero de manera reactiva al ambiente”, otorgando significancia a un entorno inestable, a una serie de amenazas que erosionan los avances teóricos en cuanto a la planificación empresarial, que dificultan según su apreciación, la definición y desarrollo de objetivos en el mediano y largo plazo. Aunque el gerente debería conocer el ambiente y tener la disposición para adaptarse a los cambios que se evidencien, sería menester un contexto que ofrezca condiciones medianamente óptimas para la inversión y el crecimiento empresarial, para así evitar, la inmediatez de la planificación ante la inestabilidad económica, lo efímero que resultan las decisiones cotidianas que patentiza el testimoniar del actor social B.
En la misma línea argumentativa, el actor social C refiere al escenario venezolano en términos no benévolos, pues en las líneas 137 a 143 manifiesta, “No existen incentivos para que el empresario privado emprenda. Con todo lo que hemos vivido, con toda la escuela que hemos experimentado, en otro país, estoy seguro, donde exista un entorno económico favorable, donde la moneda disfrute de estabilidad, donde se puede hacer un plan de presupuesto a un año y la inflación sea controlada, a cualquier empresario venezolano le podría ir bien”, señalando toda una serie de potenciales escenarios favorables en otras latitudes, que serían antónimos a los fenómenos que el actor social vivencia, tales como entorno económico desfavorable, inestabilidad que dificulta la planificación, moneda voluble e inflación desbordada, que configuran un ambiente que he venido en adjetivar como “caótico”, lo cual convoca la necesidad de establecer lineamientos para que ciertos fenómenos se desorganicen para reorganizarse en beneficio de la organización, pero que en Venezuela este ciclo se dificulta, por la articulación de una ideología política que navega en sentido no concordante a la libertad económica.
De su discurso, también significo su explorar, su sumergir “(…) en otro país, estoy seguro (…)”, como el admitir cognitivamente, para sí y sus pares, la posesión de competencias gerenciales emergentes, devenidas de operar profesional y comercialmente en entornos no propicios, que coadyuvarían en hacer realidad el enunciado “a cualquier empresario venezolano le podría ir bien” al desempeñarse en otras latitudes. Sin embargo, el análisis de dichos mercados no se circunscribe a lo referido por el actor social C. También, el actor social B, en las líneas 108 a 114, converge en que, “(…) es muy difícil cerrar operaciones y saber que todo un personal depende de ti (…) el entorno venezolano está llevando a los empresarios a abrir operaciones en otros países, lo que se conoce como el plan “B””, dejando entrever la construcción de una representación, de una imagen, de verse fuera del país, con su equipaje de recursos, habilidades y anhelos, para desarrollar lo que su propia tierra escasamente le propicia.
Así, mana toda una carga de significado, cuando el actor social B considera que, “el entorno venezolano está llevando a los empresarios a abrir operaciones en otros países”, pues construye una percepción, una manera de mirar que conjetura la idea de la no valoración a su asunción de riesgo, a la creación de empleos, la generación de riqueza, por parte de sus conciudadanos y el gobierno elegido por ellos, que de algún modo le adversa, le confronta, le cuestiona su deseo de construir un mejor futuro a través de la responsabilidad social y moral que emerge desde sus operaciones comerciales, que modelan una especie de capitalismo solidario cuando expresa “es muy difícil cerrar operaciones y saber que todo un personal depende de ti”, dando a entender, que no solo la rentabilidad o acumulación de capital guían sus acciones, sino el compromiso con el capital humano que le ha venido acompañando en esta atípica travesía empresarial en medio de un ambiente enrarecido e inestable.
Sin embargo, el espíritu empresarial sigue interpretando que la crisis es igual a oportunidad, pues el actor social D manifiesta en las líneas 145 a 149 lo que sigue, “Creo que nuestro país nos brinda muchas oportunidades para hacer cosas. Si voy a otro país, hay muchos sectores desarrollados y la competencia es grande. Por eso, prefiero estar aquí a pesar del alto riesgo que representa la situación económica, pero esta misma contracción abre muchas oportunidades”, representando su paseo analítico a título personal, por las oportunidades de negocios a nivel local e internacional, concluyendo que, es mayor la posibilidad de monetizar sus emprendimientos en comparación con el riesgo asumido de seguir operando en el país, lo cual es una muestra de la inteligencia gerencial del actor social D, en su capacidad para operar exitosamente en medio de una crisis económica, según refiere en su discurso, desorganizándose, organizándose y reorganizándose continuamente, ante las incertidumbres de la epocalidad contemporánea a nivel local, develando su condición estratégica de mirar oportunidades donde otros no las perciben o advierten.
Empero, la continuidad operativa para algunas empresas pareciera ser condicional, conforme declara el actor social B en las líneas 52 a 56, cuando asiente que, “Este año, se tiene cierta esperanza de que el gobierno pueda otorgar divisas a los importadores y con esas asignaciones nuevamente mantenernos, pero, considero que es muy limitada la disponibilidad que tienen y, para las empresas es muy difícil crecer en la actualidad”, denotando el inmenso desafío que representa para las empresas importadoras, el acceder a divisas con tasas preferenciales, que les permita ser competitivas en un ámbito donde el Estado tiene una significativa participación en la compra de insumos y mercadería a nivel internacional, con dólares anclados a la tasa de 6,30Bs./USD o SICAD, lo que representa restricciones económicas al desarrollo empresarial. Igualmente, se interpreta por parte del actor social B, una dependencia relevante a las adjudicaciones potenciales que el Estado le otorgue, lo que implica un modelo de negocios altamente dependiente, de variables que le son exógenas, que no se encuentran bajo su jurisdicción. 
Seguidamente, el actor social B emite un juicio de valor, según se desprende de las líneas 173 a 177, al decir “Es muy desalentador que estemos siendo dirigidos por personas que entienden poco sobre la micro y la macroeconomía. Si comprendieran significativamente las variables macroeconómicas, desde hace tiempo se hubiese cambiado el rumbo para mejorar las condiciones socioeconómicas del país”, interpretando que existe una visión gubernamental escasamente favorable al sector privado, en el diseño de políticas macroeconómicas. También emerge, a su parecer, un desfase entre el propósito que guía la política de la administración pública y los resultados que están evidenciándose a nivel social y económico. De allí que, Marchesi y Sotelo (op. cit) plantean el desafío de la mesurabilidad de los postulados políticos, sociales y éticos que procura el Estado, para su cifrado y correlación económica, en beneficio de todos aquellos que “necesiten cuantificaciones con las que obtener algún criterio mediante el cual puedan decidir si se ha conseguido o no, un determinado fin” (p. 164), con la intencionalidad de legitimar el discurso político, en cuanto al crecimiento económico y el desarrollo humano de la sociedad, pues el sentido que concede valor a la coherencia entre el diseño de políticas públicas y las resultas en su implementación, en el actor social B, devela la necesidad de una continua validación, para la optimización de la asignación y uso de los recursos disponibles en beneficio de la sociedad en general.
Cabe destacar, que el BCV (op. cit) coincide con el anterior planteamiento, pues en uno de los considerandos de la Resolución 08-04-01 (2008), relativo a las normas que regulan el INPC (op.cit), relata “Que es indispensable disponer de indicadores para evaluar y promover el desarrollo armónico y sustentable de la Nación, enmarcado en la estrategia económica del Estado y fundamentado en los principios de justicia social y eficiencia de la Administración”, reparando así, en la importancia de la información estadística en el campo económico, para “evaluar y promover” las estrategias públicas en los ámbitos que por Ley, se encuentran bajo su competencia.
Por ello, la trascendencia del artículo 4 de la referida resolución, al expresar que “El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) será divulgado mensualmente, dentro de los primeros diez (10) días de cada mes”, con la intencionalidad de conocer de forma oportuna, el comportamiento de los precios en determinados bienes y servicios, para reajustar o definir las estrategias e instrumentos monetarios, que coadyuven en el cumplimiento de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (op. cit), en su artículo 318, cuando señala a la estabilidad de precios como el objetivo fundamental del BCV, por ser uno de los “objetivos puros” de la política económica asociada al bienestar económico, según Marchesi y Sotelo (op. cit), lo que de cumplirse repercutiría en la contínua supervisión y validación de las estrategias que derivan de la administración pública competente en la materia.
Sin embargo, el BCV se ha caracterizado por acumular importantes retrasos en la divulgación de éste, y otras estadísticas económicas, tales como el PIB y la Balanza de Pagos. En cuanto al índice de escasez, ha dejado de revelarse desde mediados de 2014, ya que no existe ninguna normativa que obligue su publicación, lo cual propicia una serie de fenómenos adversos, donde destacan: el impedimento a la apreciación imparcial de la política económica, por no disponerse de información confiable y oportuna; la dificultad para la evaluación de la efectividad en la gestión pública, que permitiera la remoción de los funcionarios que no cumplan los propósitos de rango constitucional, para la cual fueron elegidos y; la opacidad en la data macroeconómica, referida por el actor social B, lo cual incrementa el riesgo país y los costos que ello representa, en cuanto a las tasas de financiación y primas, que exigen los mercados internacionales para la deuda pública nominada en USD.
En todo ello, aparenta primar la ideología política, por encima del crecimiento económico y el desarrollo humano, según interpreto, lo cual impide cambiar “el rumbo para mejorar las condiciones socioeconómicas del país”, según señala el actor social B. Por su parte, el actor social A, considera en las líneas 139 a 140 que, “Así como afirmamos que en el país hay un vacío político, también hay un vacío económico”, lo que desplaza el discurso desde el análisis al contexto socio-económico, al estudio del plano político, en sus concepciones éticas-filosóficas, ante la configuración de un entramado de políticas y leyes, cuya motivación nace en la consolidación del bien común, pero que en la praxis, a nivel de la cosmovisión de los actores sociales entrevistados, aun presenta muchos desafíos por superar, en cuanto al incremento en la calidad de vida.
Así, el actor social D, en las líneas 90 a 92, hace mención al sentido de la libertad cuando declara que “En cuanto al contexto jurídico, existen leyes de reciente data que tratan de enmarcar a la población en un control sobre muchos aspectos de la vida diaria”, destacando el carácter normativo que caracteriza el intervencionismo del Estado en Venezuela, justificado en una ideología que versa en la búsqueda del desarrollo del hombre en todos los sentidos, en desmedro de su libertad para elegir. De allí el conflicto, en palabras de Marchesi y Sotelo (op. cit), entre “el enfoque liberal del crecimiento económico y el modelo de desarrollo humano basado en la intervención estatal” (p. 171), pues están concebidos en uno de dos valores supremos para el hombre, que a los “Policy maker” les resultan antagónicos y excluyentes: la libertad o la igualdad, por no haber podido trascender tales paradigmas en cuanto al manejo del Estado.
Complementa Gómez (op. cit) la idea anterior, cuando expresa, “un modelo que pretende centrarse en la igualdad y otro construido sobre la libertad, devienen los resultados tan diversos entre ambas experiencias históricas que el mundo ha podido contemplar” (p. XII), haciendo referencia a los Estados que articulan su ética político-económica en la defensa y promoción de la libertad del hombre, para que se desarrolle en sociedad, de acuerdo a sus capacidad y deseos, y otro, que prioriza la justicia social, la defensa e inclusión de los sectores desfavorecidos, en aras de la igualdad social, pero que somete a la población a “un control sobre muchos aspectos de la vida diaria” como expone el actor social D, en su discurso.
Seguidamente, el actor social C dedica un aparte significativo de su discurso, en asomar sus consideraciones éticas en relación al contexto socio-económico venezolano, cuando señala en las líneas 53 a 55 que “Estamos en una situación económica complicada, llena de muchas distorsiones que han acabado con la economía seria, incluso ha movido los valores morales de las personas”, dando significación al laboratorio social en que ha estado inmersa la sociedad venezolana, especialmente en los últimos años, con particularidades que han venido a deteriorar, a nivel local, la calidad de vida. Sorprende sí, que en el ocaso de la unidad hermenéutica, nada hayan referido los actores sociales, con respecto a inversión en infraestructura, innovación, propiedad intelectual, gestión del conocimiento, competitividad y tantas otras cualidades que se vivencian en los contextos socio-económicos de un número significativo del concierto de naciones, que desde hace años se han adentrado en los adelantos propios del siglo XXI. En vez de ello, el actor social C plantea el impacto del entorno, en las concepciones éticas de los individuos, configurándose una crisis de valores ante las distorsiones económicas.
Al respecto, este actor señala en las líneas 70 a 72, que “(…) Estas situaciones de alguna manera van contaminando y se van contagiando en el resto de las personas y va propiciando que todos seamos improductivos”, cuando hace referencia a dos ejemplos que expone en su discurso. El primero de ellos, contenido en las líneas 55 a 64, refiere a “una recepcionista que te gana dos o tres salarios mínimos, pero ella tiene una amiga, una vecina que está en su casa y se dedica a viajar y “raspar el cupo” y se gana siete u ocho veces más. Entonces, esta secretaria que es una profesional, está trabajando, se está preparando en inglés porque quiere ser una recepcionista de dos idiomas o quiere hacer un curso para especializarse como asistente personal y tener más cualidades o más iniciativas, cuando compara dice “oye, yo me gano 15 o 20.000 bolívares mensuales por hacer esto y mi vecina se va de viaje y raspa los cupos y gana mucho más que yo””, significando el “raspar el cupo”, como la intencionalidad de aprovechar el arbitraje que existe entre una divisa preferencial a 12bs/USD, que puede conseguirse al viajar al exterior y proceder al reintegro del monto asignado por el Estado en la tarjeta de crédito del beneficiario, vía comercios que se prestan para ello, previo el pago de una comisión, para luego, vender las divisas así obtenidas, por un monto que llega a alcanzar hasta catorce veces la inversión inicial, significando una distorsión que atenta contra la productividad y el funcionamiento óptimo de la economía, según refiere el actor social C, abusando del Estado que le otorgó las divisas para su consumo en el exterior y no para especular con ellas, pero que el contexto socio-económico venezolano la lleva a esta flexibilidad ética en el uso de las asignaciones recibidas.
Luego, relata en las líneas 66 a 70 que “Esta situación también te la consigues con los empresarios, un empresario serio que está trabajando, que trata de importar, y desea compartir con sus colegas, se encuentra con su amigo de toda la vida, que tiene el mismo tipo de empresa, quien se dedica a falsear sus importaciones y usufructuar del beneficio” entrañando unas actuaciones individualistas que colindan con la Ley, atentan contra los bienes del tesoro público, que son adjudicados a tasas preferenciales, para su uso legal, con la intencionalidad de crear valor para sí y la sociedad. Sucede pues, que el control de cambio se constituye en una distorsión económica que se ve acompañado de una crisis de valores, por las expectativas de ganancias descomunales en períodos cortos, que incentivan la “economía” rentística y la dependencia a las prebendas que otorga el Estado paternalista.
Así, el actor social C considera en las líneas 78 a 82 “(…) y cada quien tiene su cola. Una es la cola del “bachaqueo”, la otra es “raspar los cupos”, el otro es a niveles de contenedor, el otro es a nivel de comisiones y todo esto está generando una economía paralela brutal. Todo esto es una combinación de una distorsión económica con una crisis moral”, de donde se infiere que, la gran mayoría de la sociedad venezolana, conoce y/o alguna vez, se ha sometido a un patrón que viene caracterizando la contemporaneidad, el “hacer colas” como estilo de vida. Con la particularidad, que el actor social comprende esta “cultura” como insumo que alimenta a una economía paralela de grandes dimensiones y consecuencias, insostenible en el horizonte, donde se refuerzan en reciprocidad, subsidios estatales improductivos con crisis de valores.
 Asimismo, destaca en las líneas 89 a 92 que “El contexto socio-económico es desfavorable al empresariado venezolano porque es como un cáncer que va acabando con la industria, con el buen talento, es como un premio a los que se portan mal y castiga a los que se portan bien”, colmando el actor social C diversas categorías hasta agotarlas, tal como lo desfavorable que resulta el contexto socio-económico para el emprendimiento privado, así como el desvirtuar en la esencialidad ética del venezolano. En torno a ello, el actor social B formula en las líneas 96 a 100 que “A nivel gerencial la apuesta es a una mejora del contexto socio-económico pero el panorama es desalentador. Existen empresarios optimistas pero yo tengo demasiadas dudas con respecto al futuro. No podemos proyectar exactamente. Nosotros hicimos presupuesto en noviembre y no lo terminamos por la incertidumbre económica”, significando la apuesta por un cambio favorable en el contexto, el desaliento y las dudas ante el porvenir, la imposibilidad de construir escenarios desde la prospectiva, las tareas a medias, la incertidumbre, todo lo cual devela un sentir a lo interior, una cosmovisión afectada, lesionada, lastimada. Es el tocar fondo a nivel del constructo.
Sin embargo, el actor social B refiere la existencia de “empresarios optimistas”, con una actitud diferente, ante los desafíos. En este sentido, vuelve a la escena el actor social A, quien a pesar del divorcio que significa entre los poderes del Estado y el sector privado, se manifiesta proactivo, al declarar en las líneas 110 a 112 “pienso que este es un momento de crisis en el país, la cual debemos aprovecharla para crecer. Por ejemplo, ante la escasez, mi estrategia es buscar productos para venderlos”, exponiendo su visión estratégica ante la crisis económica, su disposición a diversificar la oferta de productos ante la escasez, y por ende, la exploración de otras fuentes de ingresos, todo lo cual propicia el crecimiento en entornos caóticos, como he adjetivado con anterioridad al contexto socio-económico que se vivencia en la economía venezolana.
Incluso, el actor social A llega a plantear, en las líneas 121 a 128 que la “(…)Ley de Precios Justos nos permite una alta rentabilidad cuando se compara con otros países. Si pudiera atenuarse el riesgo en el contexto jurídico, este país estaría volando. ¿Qué debemos hacer? Aprovechar esta oportunidad. Si determinado proveedor se va del país, nosotros podríamos pensar en abrir una casa de representación para suplir lo que ese laboratorio deja de ofertar. Están abandonando el mercado y lo están dejando a nosotros”, emergiendo su sentido creativo ante el marco jurídico regulatorio y las oportunidades de inversión en un entorno privado poco competitivo, que deviene de una desinversión generalizada por expropiaciones al sector privado. No obstante, la declaratoria que el instrumento jurídico en cuestión “permite una alta rentabilidad” podría comprenderse en el contexto de las operaciones comerciales que realiza el actor social, ya que el objeto de su empresa no está constituido por las importaciones, sino en la comercialización de insumos y productos que le proveen sus distribuidores en Venezuela. Así, tiene sentido asumir que, el máximo de treinta por ciento de utilidad que contempla la ley, en operaciones de compra-venta en moneda local, le representa una alta rentabilidad, tal como refiere en su discurso.
Cierra el actor social A, alegando en las líneas 130 a 135, “(…) Ahora, pienso que la estrategia no debe ser con la configuración de grandes empresas, sino con pequeñas empresas. Las grandes empresas llaman mucho la atención, son muy atractivas. Por el contrario, las pequeñas empresas son menos visibles y más fáciles de manejar en el sentido laboral, en el contexto jurídico que vive el país”, como una estrategia para seguir operando al tratar de pasar desapercibido ante continuas fiscalizaciones con criterios discrecionales y, una regulación jurídica a nivel laboral, fundamentada en el control, la cogestión accionista-empleado, la nueva significación del proceso laboral-social, que se orienta a la consecución de la justicia social y por tal, privilegia al “débil jurídico” en su relación con el empleador. De allí, el sentido creativo ante el marco jurídico regulatorio, por parte del actor social A, lo que podría comprenderse como la estrategia de ocultar la organización, al considerar que el Estado venezolano, tiene animadversión hacia las grandes empresas, tal vez por interpretarlas como símbolos del capitalismo que desea erradicar.
Se da clausura a esta unidad hermenéutica, con la presunción de una coherencia lógica y contrastabilidad empírica en la articulación del metadiscurso, que deviene de los aportes de cada uno de los actores sociales, desde sus maneras de ver, y mi intencionalidad en enhebrar transversalmente en cuanto a la hermeneusis, para vincular en un todo, nuestra parcial e intersubjetiva comprensión del contexto socio-económico venezolano.

En el proceso de organización, sistematización y categorización de los hallazgos, se presenta el compendio del discurso de los actores sociales referentes a la demanda sobre los desafíos que vivencian las empresas de servicio venezolanas, con la intencionalidad de interpretar los sentidos y significados que a ello le asignan, para articular la tercera y conclusiva unidad hermenéutica del abordaje indagativo. Sus aportes se vinculan inicialmente con el ámbito macroeconómico, las amenazas que el entorno le presenta al empresariado venezolano, y desde allí un transitar hasta la manifestación de sus problemas internos, su fuero en el ambiente de la microeconomía, el abordaje de tales desafíos con la intencionalidad de aportar al desarrollo gerencial y empresarial, en la cotidianidad macroeconómica que vivencia Venezuela.
En este sentido, el actor social A, en las líneas 145 a 147, comienza dando respuesta a la inquietud, a través de la siguiente reflexión “El mayor desafío que pudiéramos estar enfrentando es el miedo, el cual está bien sustentado. Muchas empresas se están yendo porque el estamento jurídico no les genera una seguridad”, significando el impacto que el contexto socio-económico, en su dimensión del estado de derecho, está reflejando en la emigración de los dueños de negocios hacia otras economías que abren sus puertas a la inversión extranjera, que en sus indicadores de protección al capital privado, libertad económica, estabilidad de la moneda, entre otros factores, dan a entender que el riesgo país es menor al que se evidencia en Venezuela.
Destaca el actor social el aspecto emocional, como parte de la esencialidad que está incidiendo en la decisión de emigrar, pues el elemento jurídico que incide contra el desenvolvimiento económico y social del emprendedor venezolano, deviene en un desasosiego, un temor, una parálisis, todo lo cual desestimula la inversión del sector privado en el país, por la inestabilidad jurídica. Pudiera interpretarse, que el “miedo” declarado por el actor social, en referencia a sí mismo y a terceros, está sustentado en el marco de inseguridad jurídica y el no avizorar la sustentabilidad de la empresa, lo que resulta en un estado emocional de inseguridad, que afecta la toma de decisiones en el aprovechamiento de las oportunidades del mercado.
Sin embargo, el actor social A interpreta como favorables algunas actuaciones que emanan de la administración pública, cuando en las líneas 150 a 155 expresa, “Este gobierno últimamente ha tratado de generar confianza. Por ejemplo, ellos no han expropiado más. No habían expropiado más, hasta este período que ellos han denominado “guerra económica” que acaba de producirse con abastos Día a Día en su ocupación temporal”, organizando su aporte, en torno a una segunda referencia de tipo subjetivo, en cuanto a la comprensión de las actuaciones de un tercero, desde una perspectiva saludable, pues expresa “este gobierno últimamente ha tratado de generar confianza”, entrañando un período reciente en que el gobierno venezolano se abstuvo o redujo considerablemente sus órdenes de expropiar y/o confiscar parte del aparato productivo nacional.
Así, el actor social A troca del miedo al optimismo, ya que analiza una situación que desfavorece al emprendedurismo de capital privado, por acciones recurrentes del Estado, y lo interpreta desde su vértice más benigna, al interpretar como benévola, la decisión gubernamental de cesar temporalmente en las expropiaciones, cuando otras maneras de mirar, lo considerarían un receso a desviaciones al deber ser, en cuanto a políticas de Estado que deberían incentivar y proteger la inversión privada. Se percibe en el actor social, la inteligencia emocional y espiritual, que le hace consciente ante el emocionalismo negativo que predomina en el ámbito empresarial, lo cual le permite ser sensible ante transitares más propicios, desde el carácter, la voluntad, la esperanza, con la intencionalidad de adversar la adversidad.   
Seguidamente, el actor social hace acotaciones con respecto al nuevo vaivén en el abordaje del sector público hacia sus pares privados, que se caracteriza en la imposición de medidas civiles y penales contra algunas empresas, por interpretar el Estado desde su subjetividad ideológica, que éstas incurren en algunos de los delitos tipificados en la Ley Orgánica de Precios Justos (op. cit), en el marco de una “guerra económica”, lo que tiende a enrarecer el ambiente económico e incrementa el temor, alejando las posibilidades de reinversiones y del crecimiento organizacional. Sin embargo, desde la cosmovisión del actor social A, interpreta que la administración pública desea generar confianza a través de las decisiones en el área económica. De hecho, él expresa en las líneas 158 a 161, que se “(…) están generando algunas políticas para la importación, como la providencia especial para traer vehículos. La persona podría importar solamente con el certificado y la factura, para uso personal o a través de las empresas. Esto representa para mí un indicador de confianza”, denotando cierta liberación en los controles establecidos, aunque el actor social interpreta esta situación como una similitud cognitiva entre “indicador de confianza” y libertad económica.
Ahondando en el tema de las importaciones y la libertad económica, el actor social A expresa en las líneas 173 a 184 que, “(…) nuestros gerentes del sector político tienen que disminuir un poco, una serie de requisitos y permisologías para facilitar las importaciones, que en mi caso, sería en el ramo donde me desenvuelvo (…) La burocracia representa un desafío para las empresas de servicio. Deberíamos disminuir la permisología y allí se probaría la capacidad de la gerencia pública”, evidenciando un entorno caracterizado por tal cantidad de permisologías y trámites a satisfacer, que representan otro escollo para las empresas que desean operar en el país. De allí, su deseo de mayores oportunidades para la entrada de materia prima y/o productos foráneos bajo la iniciativa privada, especialmente en el sector de los insumos médicos. Asimismo, propone un indicador de gestión pública, asignando cualidades de eficiencia en la medida que los funcionarios tengan competencias y disposición para disminuir los trámites burocráticos. En esta perspectiva, vale destacar la publicación de la Reforma de la Ley de Simplificación de Trámites Administrativos (2014), que describe en el artículo número 4, los motivos que le justifican, tal como sigue:

La  simplificación  de  los  trámites administrativos tiene por finalidad, racionalizar y optimizar las tramitaciones que realizan las personas ante la Administración Pública, a los fines de mejorar su eficacia, eficiencia, pertinencia, utilidad, para así lograr  una  mayor  celeridad  y  funcionalidad  en  las  mismas, reducir los gastos operativos, obtener ahorros presupuestarios, cubrir insuficiencias de carácter fiscal y mejorar las relaciones de la Administración Pública con las personas. (p. 2)
  
Esta declaratoria, evidencia el propósito de la administración pública, para un reordenamiento jurídico y burocrático, que facilitaría las relaciones entre gobernados y sus autoridades, en cuanto a tramitaciones de todo orden, pues la constante promulgación de instrumentos jurídicos que tienden a controlar los diferentes ámbitos de la vida en ciudadanía, han contribuido a una ralentización de la economía y, en algunos casos, a una contracción en determinados sectores económicos, que perjudican el buen vivir en sociedad.
En este orden de ideas, el actor social A destaca en las líneas 201 a 204 que “El sector privado tiene dólares, pero tiene miedo. El microempresario tiene la oportunidad de suplir el mercado que está desasistido, desabastecido, pero existen trabas en el sector público, entonces aquí es muy importante la gerencia”, insistiendo en el impacto de la gestión pública sobre el crecimiento económico, que en la contemporaneidad venezolana, se singulariza en una burocracia poco eficiente al gestionar las diversas solicitudes que se le presentan, incidiendo desfavorablemente en la libertad económica, lo que convoca a la gerencia, al ser gerente en su abordaje holístico, íntegro, complejo, para la gestión de recursos que son escasos y limitados, en pro de satisfacer necesidades y dar cumplimiento a requerimientos que emergen de un ambiente caótico y poco favorable, según se desprende del discurso del actor social A.
Luego de ello, se decanta por discursar sobre la balanza de pagos y el entorno cambiario, cuando expresa en las líneas 161 a 164 que “A este gobierno le ha sucedido la crisis de la caída en los precios del barril del petróleo, impulsando estrategias para enfrentarla, tales como el Sistema Marginal de Divisas (Simadi)”, lo que manifiesta una cultura procedimental reactiva por parte del Estado, que emerge en el diseño de una estrategia que pretende cierta adecuación a la disminución de los ingresos de la Nación, pero que en el fondo, señala una improvisación financiera ante la caída de ingresos petroleros, pues las autoridades no constituyeron fondos de estabilidad económica, para atender este tipo de variaciones típicas de los ciclos económicos, así como tampoco, previeron la estabilidad en el valor de la moneda local con respecto a su respaldo en reservas internacionales, y por ello, la configuración de un nuevo sistema cambiario, según señala el actor social A.
Complementando el análisis, el actor social B refiere una serie de desafíos para el empresariado venezolano, como expresa en las líneas 29 a 31 “Aquí, los problemas son el desabastecimiento, cómo me aprovisiono de divisas, cómo hago para ser rentable con una Ley de Precios Justos”, significando la necesidad de un reordenamiento en el marco jurídico que sea más favorable para las empresas, un acceso a divisas preferenciales para reposición de inventarios, que permita paliar el desabastecimiento que afecta al sector privado y a la sociedad en general.
Coincide el actor social C, en las problemáticas que enfrentan los dueños de negocios, cuando despunta en las líneas 135 a 144 que “Hace poco compartía con un amigo que es importador de electrónicos y me decía: cómo importo yo, con Simadi a una tasa de 190bs/$ cuando la red Bicentenario importa a 6,30bs/$. ¿Cómo compito con ellos? Me comentaba que lo visitaron tres fiscales y le cambiaron el precio al 45% de sus productos, por asuntos de criterios diferentes al no reconocerles algunos gastos”, significando la competencia desleal que representa el accionar de algunas empresas del sector público, como es el caso de la red Bicentenario, que se evidencia en la comercialización de ciertos insumos y productos en el país, a precios que derivan en la asignación de divisas preferenciales, lo que desestimula la inversión privada que debe acudir a mercados, con tasas de cambio significativamente más altas. Aparte, recalca la actuación discrecional de funcionarios y su animadversión hacia el emprendedurismo que no sea estatal, reflejado en la fiscalización al aparato productivo privado en Venezuela, lo que desvirtúa la competitividad en un ambiente propicio, según se interpreta del actor social C.
Luego, que los actores sociales han develado los desafíos que tienen lugar en el contexto de la macroeconomía y el ámbito político-jurídico, los cuales escapan a su control, según expresan, ellos empiezan a pasearse en el campo de la gestión ante las amenazas que les representa el entorno, revelando sus pareceres y mejores prácticas, por el deseo de navegar con éxito ante las constantes demandas que son pertinentes al hacer gerencial. Así, el actor social C, en las líneas 123 a 129, refiere que “(…) la burocracia del sistema representa otro desafío, como las leyes nuevas, aunque por la Ley de Costos y Precios Justos como empresa de servicio no estamos afectados. En las oportunidades existentes, tú vas aprendiendo a manejarte en el medio, manejarte en la burocracia y así se va convirtiendo en una fortaleza para ti porque si un trámite dura seis meses y tú logras aprenderlo a hacer en dos meses, igual tu competencia va a tardar seis meses y así puedes llegar primero que los demás”, atribuyendo significancia al desarrollo de competencias en entornos burocráticos, al entender y atender los requerimientos del sistema, reducir los tiempos de respuesta, ser más efectivos en comparación a sus pares, lo cual puede redituar en beneficio de la organización, en palabras del actor social C.
En este orden ideas, el actor social B inquiere sobre un abordaje gerencial que le permita tener éxito ante la crisis que ha provocado el entramado legal en Venezuela, el cual pudiera convertirse en una oportunidad para su negocio, tal como emerge de su postura en las líneas 146 a 148, cuando expresa que “(…) en Venezuela el desafío es ¿cómo hago para vender un producto que me obligan a ofertarlo a un precio limitado, pero todo el mundo lo quiere comprar?”, adentrándose en el ámbito de la competitividad, la reducción de costos y gastos, la optimización de los recursos disponibles, la configuración de productos y servicios de calidad, la importación de insumos y mercancías, pero siempre, en una estructura de costos que sea inferior a los precios máximos de venta al público permitidos por la ley, para generar una rentabilidad en aras de la viabilidad organizacional. A este propósito, el actor social B expone la necesidad de una gestión organizacional que sea atenta, oportuna, dinámica, ante las distorsiones económicas.
A continuación, el actor social B refiere la oportunidad que a su parecer, se está abriendo por parte de las autoridades, en la convertibilidad de la moneda, pues en las líneas 152 a 156 destaca que “Al compartir con colegas empresarios, coincidimos que el mayor desafío es la adquisición de divisas de manera legal. Esto es lo que pedíamos. Ahora parece que vamos a poder hacerlo, pero al precio de cotización actual, no se cuenta con la disponibilidad para adquirirlas con el desenvolvimiento normal de la empresa”, lo que evidencia en primer lugar, la práctica de reunirse con sus pares para el intercambio de experiencias, análisis del entorno, construcción de escenarios, abordaje a los desafíos, destacando la validación de estrategias, ante la constancia en los cambios del entorno macroeconómico. De allí, el consenso en la mayor necesidad corporativa, “la adquisición de divisas de manera legal”, que pretende ser satisfecha en el nuevo sistema cambiario denominado SIMADI, cuyo éxito depende del nivel de liquidaciones que por él se atienda, lo que viene a constituir el menester de la gestión estratégica ante el régimen cambiario, según palabras del actor social B.
Sin embargo, hace mención a la indisponibilidad de recursos en moneda local, para optar a similar presupuesto en divisas de períodos anteriores, por la incapacidad de generar tal cantidad de bolívares con las operaciones cotidianas de la compañía, todo lo cual se hace evidente cuando destaca que “al precio de cotización actual, no se cuenta con la disponibilidad para adquirirlas con el desenvolvimiento normal de la empresa”, refiriendo a la nueva tasa de cambio que ha devenido en una devaluación del bolívar fuerte. Insiste el actor social B sobre el tema, cuando discursara en las líneas 158 a 161 sobre el hecho de que “Cuando valoras la empresa en moneda extranjera, ésta ha perdido valor, por ello muchas empresas han cerrado operaciones pues no les resulta atractivo mantenerse en Venezuela”, interpretando que la pérdida patrimonial que representa la nueva tasa de cambio para las operaciones comerciales en divisas, afecta por igual a las empresas locales y foráneas que hacen vida en Venezuela, lo que obliga a una gestión del capital ante las distorsiones económicas, para tratar de reducir la destrucción del valor para el accionista, o en caso contrario, el cierre de operaciones o la salida de capitales, según se desprende de los aportes del actor social B.
Cierra este aparte, el actor social C, cuando alude a lo porvenir, en las líneas 150 a 152, en los términos de “(…) Tengo dudas de la durabilidad y creo que en la medida que el gobierno esté en dificultades, va a tener que tomar otras decisiones. Son medidas de ajuste muy fuertes en un año electoral”, significando otras decisiones que se infieren en el campo de la macroeconomía, para optimizar los recursos del Estado en aras de dar cumplimiento a los múltiples compromisos asumidos. Por ello, tratar de equilibrar la balanza de pagos en un contexto de caída en los ingresos petroleros y contracción económica del sector privado, sin otras “medidas de ajuste muy fuertes”, hace que el actor social C asome la desconfianza del sector privado, en la viabilidad de las actuales medidas económicas. Se anticiparía un contexto de mayor contracción, si los precios del petróleo no se recuperan en el corto plazo.
Al interior de sus organizaciones, los actores sociales revelan en sus aportes, la confluencia en la gestión del personal, como uno de sus principales desafíos. A este aspecto, el actor social B, en las líneas 33 a 34, declara “(…) En cuanto al capital humano, en Venezuela, igualmente es difícil gestionar, porque su calidad de vida ha disminuido, su poder adquisitivo”, denotando inconvenientes por el impacto que el ambiente económico también ha tenido sobre los empleados, en cuanto a la disminución del poder de compra y la calidad de vida, lo que invita a hacer esfuerzos para desarrollar una efectiva gestión del capital humano en entornos caóticos. Luego, en las líneas 122 a 125, este mismo actor social destaca “Cuando el empresario piensa que ya tiene al personal clave, uno de los principales desafíos es mantener el clima organizacional, mantener el personal contento y darle la confianza de que la empresa va a seguir operando y cubrirá sus expectativas”, entrañando la dificultad en la permanencia de un “Statu quo” a nivel de los logros alcanzados en la gestión del recurso humano, considerando el talento que apoya a la organización en su desenvolvimiento y desarrollo, lo cual conlleva a una gestión, de índole pragmático y rentista, y a su vez, de corte humano, pues las personas no son objetos inalterables sino seres sociables que requieren de ambientes propicios para su desarrollo y, el contexto socio-económico venezolano representa tal nivel de incertidumbre, que el empresario se ve en la necesidad de brindar señales que estimulen “la confianza de que la empresa va a seguir operando y cubrirá sus expectativas”, propiciando así, un clima organizacional saludable que estimula la certidumbre en la gestión, según se interpreta del actor social B.
 Por su parte, el actor social C considera que la gestión del recurso humano no le representa un desafío significativo, en contraposición a lo manifestado por el actor social B, pues en las líneas 30 a 39 manifiesta que “En cuanto a gestionar el recurso humano en Venezuela, yo no siento que sea difícil aunque creo que la calidad es pobre comparado con otros países, en cuanto al conocimiento, visión, estrategia, sobre todo en cuanto al conocimiento teórico. (…) en tu comparación como talento humano, te das cuenta de que ellos están en otra onda de conocimiento y los venezolanos estamos en la onda distinta, la de sobrevivir”, sobreentendiendo, que el manejo exitoso de las relaciones con el personal, es parte de su cotidianidad, a nivel organizacional.
Sin embargo, destaca las resultas de un análisis comparativo abordado desde su óptica, en cuanto al desarrollo y competitividad del talento humano, suponiendo desventajas en el conocimiento teórico, visión y desarrollo de estrategia, del personal local con respecto a sus pares en otras latitudes, lo que implica la necesidad de gestión del capital humano ante su escasa formación. Incluso, el actor social C lleva el análisis a una comparación entre sí mismo y su cotejo con empresarios foráneos, manifestando que en el exterior, el crecimiento profesional se decanta por la sociedad del conocimiento, mientras en Venezuela, la praxis gira en torno a apenas cubrir costos y gastos, a la conservación del empleo en una economía en recesión, o la búsqueda del punto de equilibrio que permita la sustentabilidad de la organización, en desmedro de la apertura de nuevas unidades de negocios, o inversiones en infraestructura, o apertura de sucursales, entre otras iniciativas que no son develadas comúnmente en el discurso de los empresarios en el país.
Conviene distinguir el abordaje del servicio que presta en líneas generales, el capital humano en Venezuela. A tal respecto, el actor social D comenta en las líneas 103 a 121 que “En nuestro país, la cultura del servicio no es algo que nos identifique con respecto a otros países. Un gran desafío es ese: poder atender y dar un servicio de calidad a la persona, para satisfacer sus requerimientos. Incluso a nivel del sector público. Tú vas a gestionar algún trámite o tienes algún problema y es muy difícil que te solucionen, que te den respuestas de manera oportuna o con un buen trato. (…) si existe una diferenciación en la actitud, en las ganas de hacer las cosas y hacerlas bien. Quien desea prestar el mejor servicio, ese es el personal más valorado”, señalando la tendencia en la filosofía de gestión, tanto en el sector privado como público, a una falta de atención en la solución de problemas y/o buen trato, en los requerimientos que los ciudadanos presentan a sus proveedores, que lleva a una insatisfacción generalizada, motivado en parte a la deficiente cultura del servicio en Venezuela, según aporta el actor social D.
Al respecto, D`Alvano y Giménez (2005) refieren una encuesta especial sobre los bancos en América Latina, que reveló la “inexistencia de cultura de servicio” como la segunda fuente de los problemas en cuanto a la calidad de los servicios bancarios. Para el caso de Venezuela, el 82% de los entrevistados, resaltó tal aspecto como el que mejor explicaba las deficiencias del servicio recibido, ya que los elementos culturales inmersos en el desempeño organizacional, tales como los valores, creencias, actitudes, símbolos, habilidades, conocimientos, historias, rutinas, normas, políticas y procedimientos, parecen no estar alineados hacia una cultura del servicio en el país, lo que conlleva que esta base de la diferenciación estratégica, esté poco desarrollada a nivel general.
Sin embargo, al destacar las excepciones a esta tendencia, el actor social D refiere que “(...) Sí existe una diferenciación en la actitud, en las ganas de hacer las cosas y hacerlas bien. Quien desea prestar el mejor servicio, ese es el personal más valorado”, denotando la importancia de las personas que no se permiten permear por la práctica del menor esfuerzo posible, y por ello, se destacan por la excelencia en el servicio, en su disposición por la efectividad, el deseo de llevar los asuntos a buen término, lo que implica una valoración superior por parte de los empleadores, que pudiera traducirse en mejoras salariales, reconocimientos no monetarios, ascensos a nivel organizacional, entre otros beneficios que configura una valoración del capital humano de acuerdo a su disposición, en palabras del actor social D.
A nivel general, y luego del abordaje a la gestión del capital humano, los actores sociales plantean desafíos y/o visiones desde sus particularidades organizacionales y de los sectores económicos donde hacen vida, los cuales vienen a ser manifestados a partir de este nivel de desarrollo de la unidad hermenéutica. Así, el actor social A, en las líneas 66 a 69, nos habla de su accionar para expandir las operaciones comerciales, al comentar que “Ahora vendemos material médico quirúrgico cuando antes solo comercializábamos fórmulas médicas. Estamos buscando abrir nuevas oficinas para ampliar el mercado. Necesitamos vender más”, significando que la crisis le ha invitado a diversificar e incrementar sus fuentes de ingresos, mediante la venta de insumos y productos que no le eran tradicionales, la apertura de nuevas oficinas, e incluso el inicio de operaciones de importación, como señala en las líneas 167 a 170, “(…) ya incluso registramos una empresa para importar, aunque la permisología para nuevas empresas es un proceso engorroso, difícil, pero creo que es una gran oportunidad el meternos en el negocio de la importación”, todo lo cual configura una serie de emprendimientos para aprovechar las oportunidades en importación y comercialización, a fin de expandir las operaciones y crear valor para la empresa, lo cual configura un desafío que este actor social ha asumido con determinación y creatividad.
Procediendo con el actor social D, son varios los desafíos que vivencia. Primeramente, expresa en las líneas 43 a 46 que “(…) debemos anticiparnos con un enfoque inteligente, creativo, diseñando productos que satisfagan las expectativas de este nuevo entorno, a este nuevo cliente, posiblemente acortando tiempos, plazos. Esto nos obliga a evaluar constantemente”, emergiendo toda una serie de cualidades positivas a perfeccionar, que le permitan seguir siendo competitivo y, que favorezcan el diseño de productos innovadores y redituables para el éxito en el entorno venezolano. El actor social propone un enfoque inteligente, creativo, pero poco aporta en la formulación de las estrategias para lograrlo, si requiere actualización del personal o las vías para direccionar estas iniciativas.
Seguidamente, en las líneas 128 a 134, este actor social expone que “Otro de los desafíos es la consecución de capital para nuevos préstamos. Somos una empresa cuya materia prima es el dinero. Desarrollamos estrategias que nos han funcionado y esperamos tocar puertas para obtener financiamientos en instituciones oficiales para contar con tasas subsidiadas, ya que nuestra empresa tiene un corte social porque el dinero está llegando a quienes menos tienen. Por ello, el desafío de buscar dinero fresco en entes públicos”, desplegando lineamientos para el financiamiento de su capital de trabajo, que se traduce en la captación de recursos a tasas preferenciales y que resultan en tasas reales negativas ante un entorno inflacionario. En este caso, la desvalorización del dinero impacta en los montos a dar en préstamo, pues las cantidades deben ser mayores para que el beneficiario pueda adquirir los activos que generen ingresos y permitan el pago del crédito. La inflación no incide en la pérdida patrimonial del actor social D, pues el capital de trabajo es el dinero, que otros entes le ofrecen a tasas preferenciales, lo cual configura una estrategia para acceder a capital, en condiciones muy favorables. 
Finaliza su discurso el actor social D, exponiendo en las líneas 81 a 84 que “Estos son negocios donde las economías de escala funcionan muy bien porque si cuentas con personal, planta física y nuevas inversiones, manteniendo tus costos controlados, pues obtendrás una mayor utilidad”, significando el área de servicios financieros como una posibilidad para seguir haciendo negocios en Venezuela, impactando positivamente en los sectores desfavorecidos al dar préstamos a tasas competitivas, siempre y cuando la estructura de costos sea gestionada con efectividad. Refiere a la economía de escala, como aquellas cantidades dinerarias dadas en préstamo, que no inciden en mayores costos y/o gastos, operativos, entre otros. Una vez alcanzado el punto de equilibrio, el proveer mayores créditos se traduce en ganancias altas ante costos que no representan variación hacia el alza. Por ello, se interpreta el deseo de gestionar economías de escala, para la sustentabilidad y viabilidad, como otro de los desafíos que considera en su gestión empresarial el actor social D.
En cuanto al actor social B, se sigue percibiendo en su discurso una estela de pesimismo y/o resignación ante el entorno, que se manifiesta en las líneas 167 a 171, al expresar “Antes nosotros trabajábamos por lucro. Me explico, normalmente las empresas tiene que operar por lucro. Yo creo que muchas de las empresas que operan en Venezuela y sobre todo en los últimos dos años, se han olvidado del lucro y piensan en mantenerse, por ser leales con el talento humano”, vertiendo sus pareceres y realidad, sobre las resultas financieras de operar en el sector de la importación, que ha generado grandes pérdidas patrimoniales, producto de la inestabilidad de la moneda, el control de precios y cambio, así como la competencia del sector público, comprendida por el actor social como desleal. Empero, este actor social asoma algo sumamente positivo, una cultura basada en los valores, de corte humanista, solidario, que prima la conservación del talento humano, por encima de la generación de renta en el corto plazo, evidenciado en el esfuerzo declarado por capacitar y mantener el capital humano en su organización como la fuerza que la impulsa y da sentido sustentable.
Por último, el actor social C en las líneas 161 a 162 refiere a una reflexión, “Después de todo terremoto, viene la reconstrucción y es allí donde queremos estar”, equiparando en alguna medida, el contexto socio económico venezolano con un evento de la naturaleza, de consecuencias muy negativas, como lo representan los movimientos telúricos de alta intensidad. Sin embargo, su optimismo resalta, por su disposición de sobrevivir a los desafíos de la contemporaneidad, para, en el futuro, participar en la gerencia de la reconstrucción del país, aunque no aporta elementos de convicción que permitan inferir si vivencia un optimismo idealista o si realmente ha trazado estrategias para posicionarse efectivamente ante los cambios en el entorno.  
La unidad hermenéutica “Desafíos de las empresas de servicios” resultó en cierta reiteración en cuanto a los aportes brindados por los actores sociales, ya que en el desarrollo de la unidad hermenéutica contexto socio-económico venezolano, ellos expusieron de manera espontánea la problemática que vivencian, haciendo que este último aparte, aparentemente reflejara una cierta saturación en el discurso, pero que permitió significar y evidenciar una serie de referentes en el entorno macroeconómico venezolano que inciden en la capacidad de gestión de los actores involucrados, tales como la improvisación cambiaria ante la disminución de los ingresos petroleros, la significativa burocracia que obstaculiza la libertad económica, la competencia desleal por parte de empresas del sector público que desestimula la inversión privada y la incidencia de las actuaciones discrecionales de funcionarios públicos, en las fiscalizaciones que se realizan contra organizaciones empresariales. En el ámbito de lo microeconómico, destaca la deficiente cultura de servicio en Venezuela, la necesidad de diversificación e incremento en las fuentes de ingreso, la gestión de economías de escala para la sustentabilidad y viabilidad organizacional, entre otros aspectos.
En cuanto a los aportes, el abordaje del horizonte de sentido generado de la interpretación del discurso de los actores sociales, en cuanto a esta unidad hermenéutica, permitió pasearse por la necesidad de gerencia en diversas áreas, tales como, la formación del capital humano en entornos caóticos, de estrategias ante el régimen cambiario, del capital ante distorsiones económicas, el clima organizacional, el diseño de productos y servicios innovadores y redituables en el entorno venezolano, la necesidad de emerger con nuevos emprendimientos para aprovechar las oportunidades, la formulación de estrategias no tradicionales que permitan generar rentabilidad, e incluso, la propuesta de reconstrucción del país, lo cual advierte de los múltiples desafíos que enfrentan los empresarios en Venezuela, y la transdisciplinariedad que requiere ser asumida como filosofía de gestión, para la eficiencia, la eficacia y la efectividad, en el cumplimiento de los roles  a que son llamados, los gerentes en la Venezuela del siglo XXI.

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