lunes, 7 de diciembre de 2015

Tesis doctoral. Sexta Instancia Cognitiva. Aproximación Teórica



SEXTA INSTANCIA COGNITIVA

PRAXIS GERENCIAL EN EL CONTEXTO SOCIO-ECONÓMICO VENEZOLANO: UNA VISIÓN DESDE LAS EMPRESAS DE SERVICIO.

Presentación de la Aproximación Teórica

La aproximación teórica concerniente a la praxis de la alta gerencia de las empresas de servicio en el contexto socio-económico venezolano, se esboza con el propósito de delinear un constructo teórico que brinde aportes a los gerentes de los sectores público y privado, en el encuentro de corrientes de pensamiento para la interpretación de lo real, articulados en una mirada intersubjetiva a la economía venezolana en sus manifestaciones a nivel micro y macro, en la intencionalidad de trascender la esfera de acción e influencia del emprendedor local, para embeber de consideraciones que son propias a dimensiones ontológicas, epistémicas y gerenciales de realidades de su interés, que le empoderen para traspasar fronteras comprensitivas en tanto a entornos sociales complejos y dinámicos, a fin de propiciar la sustentabilidad empresarial y su viabilidad en la sociedad.
A tal respecto, se procede a la sinopsis de la investigación, momento en el cual se traza la teorización que deviene de articular las macrocategorías emergentes con las síntesis categoriales que emergen del discurso de los actores sociales en cada unidad hermenéutica, un ejercicio intelectivo y de vida, por tratar de comprender y significar las dimensiones ontológicas, epistemológicas y gerenciales que fundamentan esta aproximación teórica y permean la praxis gerencial a nivel de la alta gerencia en las empresas de servicios que hacen vida en el contexto socio-económico venezolano, en la premeditación de favorecer encuentros deliberativos que enriquezcan el conocimiento requerido para contribuir directa e indirectamente en el crecimiento económico y el desarrollo humano de este gran país.
Para ello, resultó ineludible la asunción de un pensamiento complejo, holístico, integrador, que religara el todo y sus partes a cada paso de la investigación, imbricando el conocimiento y lo experiencial de mi transitar por caminos gerenciales e investigativos, con los aportes significantes tácitos, encubiertos y explícitos contenidos en la narrativa de los actores sociales, todo lo cual propició la articulación de un constructo particular, idiográfico, que no pretende la generalización, de naturaleza cualitativa fundamentado en el paradigma interpretativo, que permitió aportar una manera de mirar y concebir el mundo, el cual quedó plasmado en un paisaje lingüístico denominado teoría.
En este sentido, la aproximación teórica orientada a la interpretación y comprensión de la praxis gerencial en las empresas de servicio en el contexto socio-económico venezolano, se erige desde los fundamentos ontológicos, epistémicos y gerenciales, que se constituye desde los testimonios, reflexiones y esencialidades de los actores sociales, la contribución de los teóricos y pragmáticos en las diversas áreas del saber que son pertinentes a la temática, así como en mi propia participación en el rol de investigador, que como sujeto cognoscente me permite posar la mirada momentánea e indistintamente sobre las realidades que confluyen en el contexto de estudio delimitado en el propósito de leer, pensar y reflexionar sobre lo real de las diversas dimensiones del conocimiento que emerge de ellas, inmerso como tal en un proceso de apertura cognitiva  y vivencial, a los fines de develar lo sustancial del hacer gerencial para trascender el ámbito de lo microeconómico, en búsqueda del contribuir a una sociedad más humana, sustentable, solidaria y justa.
De este modo, se expone la aproximación teórica que posibilita un camino en la praxis gerencial más acorde a la dinamicidad de la sociedad del conocimiento, los desafíos de la glocalidad, los requerimientos de eticidad y sentido social, en aras de la sustentabilidad y viabilidad organizacional para la contribución en el crecimiento económico y el desarrollo humano. Por consiguiente, se presentan los fundamentos ontológicos, epistémicos y gerenciales como dimensiones constitutivas del conocimiento, así como la reticulación sintética de las macrocategorías emergentes como síntesis de significados, que parten primeramente desde la libertad económica como política pública por considerar que esta dimensión es indispensable para el hacer gerencial en un entorno macroeconómico más favorable para los negocios. Luego, se exponen en ese mismo orden, el sentido valorativo del trabajo en entornos socio-económicos caóticos, la gestión sustentable en entornos socio-económicos inestables y por último, la reinvención estratégica del Ser gerente para la viabilidad organizacional.

Pertinencia de la Aproximación Teórica

La presente aproximación teórica tiene la intención de una aprehensión intelectual, un sentir teleológico en busca de la intelección de las singularidades que vivencia la praxis gerencial en el contexto de la glocalidad, en la intencionalidad de conseguir y/o proponer alternativas ante los procesos transformacionales que se han venido produciendo en el campo de lo político-social, la economía, los valores, las relaciones gobierno-ciudadanos, tal como se vivencia en la contemporaneidad venezolana. En este sentido, Martínez (op. cit) expone “A lo universal se llega por medio del estudio a fondo de algunos casos ejemplares para descubrir y comprender su verdadera naturaleza, la cual encierra lo universal que, en último análisis, es signo de lo necesario” (p. 182), significando, no el abordaje ni las inferencias para lo generalizable, sino la potencial representación de lo universal que puede ser hallado en lo contextual, como modo de crear y legitimar el conocimiento que asoma en las vivencias y sentires de los actores sociales entrevistados, que fueron plasmados en sendas narrativas interpretadas por el investigador ante una caracterización epocal que no tiene precedentes en la historia democrática del país, en cuanto a su ámbito poco favorable para hacer negocios, lo que ha devenido en el cierre de empresas, fuga de cerebros y capitales, disminución en la oferta de productos y servicios, del PIB y de la calidad de vida, según significan los actores sociales.
Así, en atención a las apreciaciones anteriores, se considera pertinente la aproximación teórica como resultas a un emprendimiento investigativo sobre la interpretación y comprensión del fenómeno indagado, que requirió de la deconstrucción, reflexión y posterior articulación de una mirada simple y compleja, un escenario de escenarios, una tesis permeada en nuestra condición de seres históricos-culturales, sobre la praxis gerencial en el contexto socio-económico venezolano, para generar aportes coherentes, consistentes, que se signifiquen como un insumo a la configuración de haceres gerenciales que propicien la creación y permanencia de emprendimientos privados dentro y fuera de nuestras fronteras. En complemento, propuestas en el ámbito macroeconómico para la consideración de servidores públicos y de la sociedad en general, inspiradas en la creación de valor para el beneficio de todos los actores involucrados, que se traduzca efectivamente en el incremento de la calidad de vida de quienes habitan este país.

Dimensión Ontológica

El Ser gerente en su cualidad de humano, participa en la transformación del presente de acuerdo a la intencionalidad de articular un “deber ser” que asome de una comprensión intelectual, una visión de futuro, que empodere los recursos a su disposición para la creación del valor propuesto. De allí, que la gerencia se conciba como acto social no determinístico, no matemático, pues se gestiona en atención, no solo de recursos físicos, financieros y tecnológicos, sino del capital humano, facultados también para la intencionalidad, auto-reflexividad y creación de significado, que potencia la antinomia de escenarios imbricados y desestructurados, estables y caóticos, con zonas de sentido común e ilogicidad, complejos e intersubjetivos en toda la carga de significancia que el lenguaje otorga a tales símbolos literarios en la comprensión y convivencia entre iguales. Por ello, la enriquecedora experiencia de vida, para quien con valentía y perseverancia asume riesgos calculados en aras de conjugar la vida de contemplación con la cotidianidad, su realidad en lo real y la verdad, en proyectos empresariales que redunden en beneficio de sí mismo y de los diversos protagonistas que comparten un mismo territorio y epocalidad.
En este sentido, el hacer gerencia se traduce en transformar para la vida, es el dignificar la condición de Ser, al crear empresas y generar puestos de trabajo estables y competitivamente remunerados, que propician la inclusión social de amplios sectores desfavorecidos de la población, es el coadyuvar en el bienestar social al diseñar, desarrollar y ofrecer productos y servicios de calidad para la satisfacción de las necesidades reales e imaginarias, tangibles e intangibles, de quienes requieren de tales insumos materiales e inmateriales para dar sentido a su existencia, en su compartir en sociedad.
También, el hacer gerencia a nivel del sector público, considera el diseñar e implementar políticas en el ámbito de la macroeconomía devenidas de ideologías, de maneras de mirar y concebir el mundo en sociedad, que han sido deliberadas en procesos decisorios en el marco de la democracia, donde todos han tenido el derecho de construir un consenso societal desde sus disensos particulares. Luego, el Ser gerente se consagra para llevar a término tal postulado de comunidad, dejando de lado sus intereses personales para hacer real los anhelos de la población, desde sus concepciones políticas, económicas, culturales, entre otras. Así, la concomitancia, la concordancia entre lo propuesto y lo obtenido permite distinguir entre un estadista y un populista, entre el Ser que hace gerencia desde el conocimiento y la pasión profunda, de aquel que amparado en el carisma personal y el dominio de la palabra deshace el valor, las expectativas y los recursos de sus contemporáneos, la generación que ha depositado su confianza en tales gerentes de la hacienda pública.  
Por ello, la urgencia en el acompañamiento de las construcciones teóricas a nivel filosófico-político con las manifestaciones que emergen desde lo societal, pues las ideologías como concepción de realidades, bien sea en el ámbito de lo micro o macroeconómico, debieran ser permanentemente contrastadas con lo real, en el uso de indicadores coherentemente diseñados para ello, de tal manera que se permita separar la falsedad de la verdad, ya que el funcionario tiene la responsabilidad de llevar el timón para navegar con éxito a través de mares inestables y caóticos, hasta llevar a buen puerto las esperanzas, los anhelos de libertad, igualdad, crecimiento económico y desarrollo humano de toda una generación. Luego, hacer gerencia desde un sentido ontológico pasa por transformar para la vida y aún más, es incluir para la vida a aquellos que no han contado con oportunidades educativas y/o laborales pero que desean insertarse en sociedad o lograr su movilidad social.
Dimensión Epistemológica

A diferencia de la medicina, la abogacía, la docencia y otras ramas del saber que requieren de una licencia para su ejercicio en Venezuela, la gerencia que es pertinente a múltiples dimensiones del vivir en sociedad, no necesariamente requiere de estudios academicistas ni de permisos gubernamentales para su práctica. De allí que, se evidencia un hacer gerencial popular, cotidiano, devenido de la memoria colectiva y la carga de significados propios de la cultura y epocalidad, lo cual la diferencia de otra praxis que sobreviene reflexiva, articulada con rigor según el estado del arte, competente para plasmar visiones contextualizadas que permiten alterar el presente en consecución del futuro construido a nivel intelectual, intersubjetivo, transmoderno. A ésta última concepción, podría señalarse como conocimiento gerencial en tanto epísteme que otorga sentido a la praxis de las ciencias gerenciales.
Así, el hacer gerencial adjetivado como exitoso, efectivo en el alcance de sus propósitos y objetivos, emerge desde principios propios del conocimiento científico social, en complemento de postulados éticos, creaciones artísticas, desarrollos filosóficos, que vienen a enriquecer recursivamente la descripción y explicación, la interpretación y comprensión de los fenómenos que hacen vida en sociedad. Por ello, la asunción de modelos y herramientas gerenciales concertadas desde miradas cuantitativas tales como Calidad Total, Reingeniería, además, las de índole cualitativo que atienden el sentido humano como el Liderazgo, la Motivación, la Toma de Decisiones e incluso el Cuadro de Mando Integral en sus perspectivas aprendizaje-crecimiento y clientes. En efecto, para una praxis reflexiva se requiere la comprensión de los rudimentos propios de tal ciencia, como punto de partida para construir, avanzar en creatividad, en intuición, en la cristalización de la visión y la necesidad de compartirla.
Sin embargo, las implicancias de un mundo globalizado, interconectado e inestable, hace ineludible el compromiso de atender los llamados de otras dimensiones, sean éstas políticas, jurídicas, económicas, tecnológicas, ecológicas, culturales, sociales. Ello convoca del Ser gerente competencias para absorber discernimientos allende sus propias fronteras epistémicas, en la intencionalidad de generar nuevo conocimiento, bien sea en su avance comprensivo a título personal o en aportes novedosos para la gestión de emprendimientos privados o de orden público. En este sentido, se denota el transitar organizacional desde estructuras versadas en modelos de control, en otras que propician la creatividad, la incubación de ideas empresariales innovadoras, la gestión del conocimiento, la operatividad en múltiples países simultáneamente, con gestión de inventarios, capital humano y patrimonio intelectual desde el uso intensivo de tecnologías, para ese insertarse empresarialmente en entornos altamente competitivos y desafiantes.
Del mismo modo, las teorías gerenciales van acompañando los avances que vivencian investigadores competentes en el área, consultores de empresas, ejecutivos  externos de múltiples juntas directivas, quienes legitiman sus propuestas según las resultas que asoman de su instrumentalización a nivel de las empresas, contextos y realidades idiográficas. En esta línea de pensamiento, la invitación también cursa a quienes recorren y superan estudios académicos de quinto nivel, para aportar al Ser y hacer gerencial en su religación con el ambiente circundante, que en el caso del contexto socio-económico venezolano, caracterizado en lo inestable y caótico, viene a significar una atípica oportunidad para la investigación gerencial, que sea pertinente y en beneficio de las empresas y el Estado, en fin, de las personas que poseen derechos y deberes en tanto a la inclusión y movilidad social, así como el disfrute de las bondades propias del crecimiento económico y el desarrollo humano. 

Dimensión Gerencial

En esta aproximación teórica se comprende la gerencia como un espacio compartido, comunicativo, propositivo, en la búsqueda de un sentido que considere a la “producción como bien social” para atender las necesidades de la población, gestionando la sustentabilidad, no sólo de la empresa o la administración pública, sino de la condición humana, al servir como proveedores de bienes y servicios ante los demandas que se presentan en la sociedad. Para ello, el gerente mediante una praxis enmarcada en los códigos de conducta personales y organizacionales que no riñan con el marco jurídico imperante, hace uso eficiente de los recursos a su disposición a fin de obtener el máximo rendimiento posible, en cuanto a utilidad y bienestar en beneficio de los agentes involucrados en la cadena de valor y de los mismos clientes.
En este sentido, la operatividad gerencial en el contexto que caracteriza la contemporaneidad en Venezuela, requiere de una gestión articulada desde el pensamiento complejo, transdisciplinario e innovador, para comprender y religar el sentido y sin sentido de ciertas políticas públicas a nivel de la macroeconomía que impactan de forma poco favorable el clima para hacer negocios en el país, aunque el sector privado haya demostrado a nivel glocal su protagonismo esencial para el desarrollo y bienestar de la comunidad.
Así, el declive del contexto socio-económico venezolano ha desnudado las falencias gerenciales de directivos empresariales y funcionarios del gobierno, anclados en el éxito pasado de sus asunciones economicistas, o en fórmulas empresariales o de administración pública que resultaron ganadoras en su momento, pero que en la actualidad parecieran no brindar los resultados y las respuestas esperadas. Esto último queda testimoniado, en las pérdidas patrimoniales motivado en una inadecuada gestión del riesgo en cuanto a la ausencia de diversificación en las fuentes de ingresos, operaciones comerciales circunscritas solo al ámbito local, subsidios a líneas de producción que corresponden a la dinamicidad de la era industrial, subsidios a sectores económicos gestionados de una manera inviable, regulaciones rígidas ante cambios en estructuras de costos, de precios, de intercambio de la moneda, todo lo cual deviene en una crisis general en el ámbito de lo local.
Por ello, esta teorización tiene su génesis en la compilación de significados pertinentes a las políticas públicas, por ser una dimensión necesaria e indispensable en el repensar de otros rumbos en la economía del país, cuya incidencia venga a facilitar un clima de negocios favorable que propicie la continuidad en las operaciones comerciales, así como las reinversiones y constitución de nuevas unidades de negocios, todo lo cual emerge de la síntesis categorial del discurso de los actores sociales, cuyos hallazgos posibilitan la emergencia conceptual que da sentido a la aproximación teórica.

Libertad Económica como Política Pública

Adentrarse en la comprensión del contexto socio-económico venezolano, es un ejercicio intelectual que anhela el conocer sobre las relaciones entre un todo y las partes en permanente interacción, entre el fenómeno en sí y su entorno más amplio, acompañado de aconteceres permeados por sistemas socio-culturales, prejuicios, ideologías, tendencias sociales, valores, cuyo abordaje implica un riesgo para el investigador, pues exige el pensar profundamente sobre diversas narrativas que en este caso, emergen de significativas aportaciones de los actores sociales entrevistados, para aproximar a una fusión de horizontes sobre escenarios tan diversos que permita forjar una opinión propia plasmada en un constructo, con aportes y conceptos configurados en un todo coherente e intencional, lo cual requiere de valentía y perseverancia. A tal respecto, Martínez (op. cit) señala que el esfuerzo comprensitivo se logra “mediante un proceso dialéctico que, en teoría, es infinito, aunque lo detengamos en un punto aceptable, de validez intersubjetiva” (p. 150), que a propósitos de la presente investigación, ha referido en la emergencia de una estructura compleja y caótica sobre las imbricaciones del fenómeno indagado, abordados en la pretensión de integrar las particularidades a una aproximación teórica que de sentido a la praxis gerencial en el contexto socio-económico venezolano.
En atención a ello, me es necesario partir con un esbozo sobre algunas consideraciones pertinentes a la cotidianidad, del vivir en sociedad, como lugar común que nos permite ser plenamente humanos, hermanados por ámbitos geográficos, vínculos biológicos, costumbres, construcciones intelectuales y de infraestructura, entre otras tantas manifestaciones, así como por un lenguaje que es vehículo por excelencia para humanizar, aunque también henchido de memoria compartida. Todo ello nos modela, nos transforma, nos invita a pensar y repensar lo societal, para configurarlo y transformarlo por nosotros y para nosotros, a través de convenciones que no forman parte inamovible de lo real y por tal, son dinámicas en su esencialidad.
En este sentido, se concibe el hacer política, en su significación más simplista y exenta de concepciones negativas en su acepción etimológica, como rama de la moral que se ocupa del ordenamiento de la ciudad y los asuntos de los ciudadanos, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los desafíos que le plantea su convivencia colectiva. De allí que, la política haya emergido como elemento con preponderancia en el discursar de los actores sociales, bien por su reticular influencia que oclasiona en ámbitos éticos-morales, económicos, sociales y/o por el exacerbado impacto que ha tenido en el devenir de las organizaciones que representan, a nivel de la microeconomía contemporánea venezolana.
Asimismo, asoman hilos conductores entre el ser individual y colectivo, que en palabras de Savater (2008) lo elucida de la siguiente forma “en el terreno ético, la libertad del individuo se resuelve en puras acciones, mientras que en la política se trata de crear instituciones, leyes, formas duraderas de administración” (p. 12), lo cual implica una direccionalidad en las diversas maneras de articular la sociedad, que va tomando formas de acuerdo al consenso que surge de los disensos deliberados en democracia, ese ejercicio político legado por la cultura griega para la humanidad en cuanto a la gobernanza de la libertad de los hombres, que viene a favorecer el razonar, proponer, elegir y revocar dirigentes, crear desafíos y plantear soluciones, respetar las minorías, la autonomía personal, la dignidad y la existencia de cada individuo, en tolerancia a las numerosas realidades plurales sobre una plataforma única, a través de sistemas lectivos que posibilitan el derecho de aprobar, desaprobar y disentir, sobre los aspectos que se sometan a consideración de la población.
De este modo, se configura el entramado institucional coherente a la construcción del orden social, que sobreviene de las ideologías en sus dimensiones éticas y morales y de toda una amalgama de contextos, interacciones, ambivalencias y contradicciones, que requieren de un pensamiento complejo que permita concebir las emergencias. De allí que, en palabras de Morin (op. cit) “La acción política se ha basado siempre, implícita o explícitamente, en una concepción del mundo, del hombre, de la sociedad y de la historia, es decir, en un pensamiento” (p. 45), que viene a dirimirse en el ámbito público según corresponda al deseo de las mayorías.
En atención a ello, las ciencias sociales tiene entre sus propósitos el reflexionar sobre el sentido de las instituciones, describir para explicar y/o interpretar para comprender sobre los fenómenos sociales, así como aportar escenarios, propuestas, aproximaciones intelectuales sobre estrategias que permitan superar satisfactoriamente los desafíos epocales. De esta suerte, teorizo desde la premisa que el éxito de los supuestos políticos y económicos se legitima en el análisis del comportamiento económico y social del país, en cuanto a la satisfacción de las necesidades de sectores desfavorecidos de la población, el despliegue de sus capacidades y la protección de los derechos de sus habitantes, que permitan alcanzar los idearios de libertad e igualdad, conforme a las doctrinas políticas convalidadas en procesos eleccionarios.
En esta línea de pensamiento, es válido acotar que en pleno siglo XXI aún persisten antagonismos excluyentes en las concepciones de hacer política, o sea, interpretaciones parceladas de articular la sociedad que se decantan entre extremos tales como, los capitalistas, quienes conciben el mercado en su capacidad para autoregularse y propiciar por sí mismo el desarrollo de todos los ciudadanos, aunque la crisis financiera mundial del 2008 cuestionó los cimientos de tal postura y, los socialistas por su parte, quienes estiman que la institución económica del mercado genera muchas desigualdades y exclusiones, lo que propicia la activa intervención del Estado, aunque con ello, se pudiera degenerar en regímenes totalitaristas, tal como refiere Gómez (op. cit) al señalar que “El Socialismo, en su afán de privilegiar la igualdad, tiene forzosamente que aplastar las desigualdades, por las cuales no puede ser sino totalitario” (p. 11), significando la liquidación radical de la libertad individual.
En cuanto a la ética, los capitalistas apelan a un conjunto de principios con amplia significancia en lo individual, mientras que los socialistas se orientan por aquellas de alto contenido social. Así, en lo jurídico, el liberalismo opta por la justicia, normativa y de carácter general que no hace distinción de personas, mientras que las corrientes socialistas propugnan la justicia social, que tiende a favorecer los intereses de determinados grupos sociales, entre ellos, los más desfavorecidos, aunque esto, conduce a la arbitrariedad, pues contradice el principio fundamental de igualdad ante la ley y conlleva, en palabras de Hayek, citado por Marchesi y Sotelo (op. cit) “a la ineficiencia del sistema económico de un orden de mercado” (p. 93), de allí, que el primer ideario político económico referenciado se fundamente en la libertad del individuo mientras que, la segunda concepción se decide por la igualdad de la sociedad.
En complemento con la línea conductora de este aparte, es pertinente categorizar algunos objetivos de las políticas económicas, indistintamente de las ideologías que las articulan, que en propuesta de Kirschen, citado por Marchesi y Sotelo (op. cit), se configuran como sigue, a saber, la estabilidad de precios y pleno empleo como expectativas coyunturales que corresponden al bienestar económico, en conjunto con la expansión de la producción y mejor distribución de la renta. Seguidamente, los propósitos asociados al bienestar social, entre los que destacan la defensa, educación, salud, seguridad, protección del ambiente, servicios básicos, calidad de vida, entre otros aspectos. Por último, los que corresponden a variables instrumentales, tales como balanza de pagos, liquidez monetaria, tasa de inversión, promoción de la competencia interna, entre otros.  Por su parte, Solá, citado por los mismos autores, concibe el diseño y la implementación de las políticas económicas de acuerdo a dos fines jerarquizados, esto es, aquellos objetivos máximos representados en la libertad, la justicia y la igualdad, para acto seguido, definir los de orden económico-instrumental tales como el pleno empleo, estabilidad de precios, equilibrio de la balanza de pagos y el desarrollo económico.
Dicho esto, se comprenden los contínuos referentes de los actores sociales, en relación a las políticas económicas en Venezuela, las cuales se han configurado de acuerdo a una ideología radical que concibe el desarrollo humano como su razón de ser, de allí la alta intervención del Estado en el control de los factores de producción para la creación de riqueza y una mejor distribución de la renta. Es así que, el gobierno se caracteriza por un discurso y accionar anticapitalista, por considerar esta manera de mirar y concebir el mundo, como absoluto responsable de las grandes desigualdades sociales, el consumismo, la explotación del hombre por el hombre, la pobreza y otras tantas exhibiciones indeseadas; aunque en la evaluación de las acciones gubernamentales en sus dimensiones político-económicas de orientación social, con respecto a los resultados que arrojan indicadores macroeconómicos oficiales, aun quedan muchos desafíos por superar, pues se evidencian desfases e incoherencias existentes entre los objetivos propuestos y los logros alcanzados.
Por ello, destaco que así como en la ruta indagativa de las ciencias sociales se evidenciaban dos lógicas consideradas antagónicas, representadas en las perspectivas positivistas e interpretativistas como prismas observacionales o vivenciales para acercarse a la explicación y/o comprensión de parcelas de la realidad, ya conciliadas según Rusque (op. cit) por un “período pluralista, en el cual ningún concepto, ninguna teoría, ningún método puede pretender una hegemonía” (p. 11), lo que presupone la tendencia a coexistir en la práctica; de forma análoga y en el campo político-económico, existen intelectuales que fijan posición por una concertación entre el liberalismo económico y el estado del bienestar, entre el crecimiento económico y el desarrollo humano.
Así, Marchesi y Sotelo (op. cit) conciben uno de los mayores aportes a la aproximación teorética, al exponer que “el desarrollo humano, no como oposición al desarrollo económico de los hombres, sino como un paso más de éste hacia la calidad de vida” (p. 114), lo que tiene incalculables implicancias en el diseño e implementación de políticas públicas que sean pertinentes al contexto socio-económico venezolano, pues resulta evidente que el sistema de economía de mercado se ha convertido en el más factible, si se desean alcanzar los objetivos de la política económica que se conciban, deliberen y sean propuestos para su instauración.
A tal respecto, Fukuyama, citado por Revenga (2007), advierte que la historia ha llegado a su fin, pues a nivel mundial “se constata una confluencia en las instituciones políticas y económicas, una convergencia en los modelos históricos, económicos y políticos, que desembocan en el capitalismo democrático” (p. 55), como sistema que se legitima en el grado de riqueza y desarrollo que ha propiciado en producir. Por ello, tal ejercicio de Estado convoca la atención de gran parte del concierto de naciones, pues el primer mundo se percibe como la sociedad anhelada, incentivando importantes movimientos migratorios desde los países que aun se pasean por experimentaciones sociales, década tras década, las cuales aun no alcanzan los resultados esperados a pesar de las buenas intenciones de los hacedores de políticas públicas. En atención a esto, cabría preguntarse ¿qué sentido tiene seguir diseñando proyectos de ingeniería social?
En torno a ello, cabe considerar que la economía podría definirse como realidad compleja, expresión indisoluble de la cultura, y como tal exenta de un proceso de racionalización pura y/o aplicable de manera universal. Se reitera entonces, en la necesidad de generar propuestas, planes, propósitos, que consideren las particularidades del entorno venezolano y que a su vez pretendan ser efectivas en el respeto por la diversidad de ideas, la libertad, la igualdad, el incremento en la calidad de vida, e instrumentalmente, en la estabilidad de precios, el mejoramiento en la producción interna, la viabilidad en la balanza de pagos, el empoderamiento del talento humano, la apertura a la inversión extranjera, la transferencia científica y tecnológica, que estimulen el desarrollo de las potenciales a nivel local, entre otras tantas intenciones, aunque alejado, en mi manera de ver, del conductismo y la certeza causalística en el campo de las ciencias sociales, lo que dejaría espacio para la ecología de la acción, en la multideterminación e incertidumbres que según Morin (op. cit) “en el momento que un individuo emprende una acción, cualesquiera que fuere, ésta comienza a escapar a sus intenciones” (p. 115), significando la dificultad de todo emprendimiento político, económico y social, debido a las inter-retro-acciones del medio en el que se interviene.
Así, los actores sociales propugnan por la libertad económica como política pública, conceptualizada por Ohmae (op. cit) como “libertad de movimiento de las mercancías, de las personas, del capital y de establecimiento” (p. 153), que conlleva la consideración de propuestas en las siguientes áreas: la flexibilización en los sistemas de control de convertibilidad de la divisa, para integrar a los sectores productivos en el intercambio comercial allende las fronteras, así como desestimular la competencia que representan las importaciones a tasas subsidiadas que atentan contra el “Hecho en Venezuela”; la flexibilización en el control de precios, lo cual evitaría la producción a pérdida en el sector privado, por el desfase existente entre la estructura de costos reconocida por los diversos organismos públicos con competencias en el área y los precios máximos de venta al público autorizados.
Es manifiesto que la implementación de ambas propuestas, traerían en el corto plazo, consecuencias negativas sobre amplios sectores de la población, en términos de inflación, empero reducirían el desabastecimiento y la escasez, como bien lo señala Greenspan (op. cit) al referir el final de los controles de precios y producción en la Alemania Occidental “Al principio los precios eran desorbitados, pero fueron bajando cuando la oferta adicional abrumó a la demanda” (p. 153), lo que abriría una nueva etapa económica que favorezca y proteja la inversión privada, lo cual fomentaría la competitividad, que a fin de cuentas, ha demostrado su efectividad para regular los precios a través del incremento de la oferta,
En complemento, se sugiere la implementación de una política monetaria que atenúe la emisión de dinero inorgánico en aras de lograr la estabilidad en el poder adquisitivo del Bolívar fuerte, pues Keynes citado en Greenspan (op. cit) afirma “Lenin sin duda tenía razón. No existe medio más sutil ni seguro de dar un vuelco a la base existente de la sociedad que corromper la moneda” (p. 343), lo que en Venezuela ha impuesto, entre tantas otras medidas, la praxis de contínuos aumentos salariales para la masa laboral en la administración pública y privada, que en última instancia, presenta tasas reales negativas con respecto al incremento en el INPC y por ende, son inefectivas.
Así, para tener éxito en acciones que incentiven la estabilidad de la moneda, se requiere una integralidad en el abordaje a nivel de lo macroeconómico desde las esferas políticas, para atender simultáneamente diversos factores monetarios, fiscales y operativos que repercuten en su manifestación. En este sentido, se sugiere la redirección gerencial de la principal empresa generadora de divisas para el país, PDVSA, para concentrar sus esfuerzos estratégicos en el negocio medular, optimizando el uso de recursos financieros para la reinversión en exploración y explotación de hidrocarburos, así como en la producción y comercialización de derivados del petróleo en el propósito de alcanzar su sustentabilidad y viabilidad, sin necesidad de depender del financiamiento recurrente del BCV para el pago de sus compromisos en moneda local, lo que ha obligado en recursividad, a la emisión de dinero sin respaldo por parte de su financiador, tal como ha sido suficientemente referido en el cuarto momento de la investigación.
En este sentido, refiere Greenspan (op. cit) que “Hemos visto una y otra vez en los países en vías de desarrollo, que un endeudamiento y gasto gubernamental desenfrenado producen hiperinflación y devastación económica” (p. 267), lo que justificaría disminuir los aportes financieros y de logística que PDVSA actualmente orienta hacia el gasto social, representado en las misiones creadas por el Estado, para utilizarlo en sí misma y en proyectos de inversión u optimización que ofrezcan adecuados niveles de retorno, para la constitución de fondos de estabilización macroeconómicas y de inversión, que hagan factible el desarrollo de proyectos de infraestructura que empoderen las potencialidades existentes en los abundantes recursos físicos, naturales y humanos que existen en el país.
Empero, menores subsidios a amplios sectores de la población, reducirían la sensación de prosperidad que desea promoverse, aunque fomentarían la participación en actividades productivas, que vienen a contribuir al sentido valorativo del trabajo, el cual es un constructo destacado en su significado por los actores sociales, que se desarrollará como hallazgo, en un aparte de esta aproximación teórica. De hecho, existen diferencias conceptuales entre “gasto social” e “inversión social” y la gran disimilitud radica en la sustentabilidad de las políticas, pues al agotarse los recursos se suele acabar con las prebendas, mientras que, las partidas orientadas a la educación y emprendedurismo, entre otras áreas, suelen propiciar la movilidad social de amplios sectores de la población, haciéndoles menos susceptibles ante las crisis financieras.
En atención a la magnitud de las sugerencias propuestas, se ameritaría la refundación del entramado institucional de la sociedad, que en Venezuela tiene vías contempladas a través del proceso constituyente que permite la Constitución Nacional. En efecto, los ingresos petroleros y fiscales representan en nuestro país, una atracción para candidatos y gobernantes de turno en cuanto a la manera de concebir la sociedad, en la visión de repartir o invertir la renta, en contrapeso, se necesita un fortalecimiento institucional y una separación de poderes que propicie el adecuado funcionamiento del orden social y rectifique más deprisa las desviaciones discrecionales que no correspondan al deber ser, según la moral y buenas costumbres que hayan sido incorporadas en el marco jurídico imperante.
Para ello, la necesidad en palabras de Morin (op.cit), de “un parlamento representativo salido de unas elecciones, la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, una pluralidad de concepciones y opiniones antagonistas en la arena política, libertad de prensa, de medios y de opinión, respeto a los derechos individuales, protección de las minorías o de origen” (p. 63), de tal manera que se propicie la alternancia en el poder en la administración pública, que posibilite el diseño e implementación de políticas públicas para el beneficio del país a futuro, a fin de evitar la articulación de estrategias populistas a corto plazo que se patentizan en el incremento del gasto social para propiciar una percepción de prosperidad, la cual no ha encontrado sustento viable, como lo reflejan los indicadores macroeconómicos.
Al mismo tiempo, la reducción en el tamaño del Estado es otra propuesta a considerar por variados motivos, tales como, una representación significativa de las empresas que han sido expropiadas o confiscadas, están produciendo a un menor nivel de lo esperado, y algunas operan a pérdida, lo que implica, según Ohmae (op. cit) “La provisión de subsidios a sectores ineficientes de la economía es un desperdicio de riqueza” (p. 251), por las constantes inyecciones de capital por parte de la administración pública. Igualmente, la nómina de empleados públicos en conjunto con los planes sociales, amerita la orientación de colosales recursos financieros para el pago de compromisos, lo que impacta en el déficit fiscal, el cual ha venido siendo financiado en parte, por préstamos de otros países que hipotecan el futuro de las siguientes generaciones o con la emisión de dinero inorgánico, lo que ha devenido en una práctica recursiva, donde en palabras de Morin (op. cit) “los productos y los efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de aquello que los produce” (p. 106), contraviniendo la intencionalidad de proteger a los sectores desfavorecidos, al hacerlos vulnerables ante la pérdida del poder adquisitivo de los salarios que reciben, afectando su prosperidad.
A título de reflexión, no se trata de una absoluta desregulación de los mercados pues la economía venezolana arrastra fallas coyunturales desde los albores de la democracia en el país, amén de la necesidad de la supervisión estatal para impedir la conformación de monopolios y/o las actividades especulativas que afecten los derechos de la población, empero debería optarse por la conceptualización e implementación de políticas que emerjan de una ideología favorable al libre mercado, en contraposición a las actuales de planificación central, caracterizadas por no concebir al empresario como un adversario a vencer en el contexto de una “guerra económica”, sino como un socio en la generación de empleos y renta, el incremento en la oferta de productos y servicios, el desarrollo económico y social.
Considero que el Estado podría administrar un menor número de empresas, para una mayor efectividad en la gestión pública de las áreas estratégicas que son de su competencia, así como la orientación de recursos fiscales para el gasto social en beneficio de los sectores desfavorecidos, aunque acompañado de emprendimientos educativos de alta calidad y pertinencia, que empoderen al individuo para ser útil a sí mismo y a la sociedad. En complemento, se sugiere evitar las distorsiones económicas para un mayor incentivo y protección a la actividad productiva y la economía real. Pienso, que la simbiosis Estado-sector empresarial es indispensable para la construcción sinérgica de un mejor país, y para ello, la libertad económica como política pública coadyuvaría al desarrollo empresarial, con un acompañamiento de leyes e instituciones que castiguen prontamente las desviaciones del bien hacer en el plano económico y social, pero que promuevan la confianza, la producción, las fuentes de empleo, la generación de renta con sentido social, que contribuyan en el crecimiento económico y el desarrollo humano.
En consecuencia, se pueden lograr superávits fiscales gracias al conservadurismo fiscal y el crecimiento económico. Otros países lo evidencian. Sin embargo, los derechos de propiedad garantizados por el Estado, así como el emprendedurismo privado tolerado con libertad y seguridad, conforman fundamentos clave para el crecimiento, pues la competitividad motiva a las personas a volverse más productivas y a mayor productividad, mayor prosperidad. Por su parte, en la economía venezolana caracterizada por la monoproducción y baja diversificación, los excedentes fiscales permitirían la sobrevivencia en períodos de bajos precios del petróleo y, ante las recuperaciones de los ingresos, el pago de la deuda pública nacional, en detrimento de mayores gastos o rebajas fiscales.
Es sabido, según Greenspan (op. cit) que “Históricamente, las sociedades que buscan altos índices de gratificación instantánea y están dispuestas a tomar prestado contra futuras rentas para conseguirlas, las más de las veces han sufrido inflación y estancamiento” (p. 287), lo que amerita cambios de paradigmas políticos y societales. Por ello, en medio de una crisis de balanza de pagos en Venezuela, la ocasión es propicia para emerger con una nueva identidad que permita insertar a la sociedad venezolana en los requerimientos de la economía globalizada, la cual es altamente competitiva, la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos y otros patrones de manejo de la hacienda pública, para mejorar la calidad de vida de los conciudadanos, traducido en un bienestar, no solamente material, sino también, en un sentido existencial de sosiego y paz social.

Sentido Valorativo del Trabajo en Entornos Socio-económicos Caóticos

Podría considerarse que el sentido valorativo del trabajo se hace sentido al subjetivizarse a través del interés de cada uno, lo que invita a considerarlo como dimensión de la vida cotidiana que es legítima para subsistir, para el desarrollo personal, para generar renta, para insertar al sujeto en la sociedad, dignificándolo por su contribución al todo social, al desarrollo familiar y comunal, que otorga sentido de pertenencia en tanto a organizaciones que apoyen la condición de ciudadanía, compartiendo sentidos y significados con sus congéneres. Es un valor que en el contexto socio-económico venezolano, evidencia particularidades referidas por los actores sociales, que promueve un llamado de atención para su reflexión, desde la interpretación y comprensión del fenómeno que se vivencia, por un interés que no compete solo a quien investiga, sino a gobiernos y organismos multinacionales.
En este sentido, la Organización Internacional del Trabajo OIT (2015) en su informe de tendencias “Perspectivas Laborales y Sociales en el Mundo” (2015), revela que el panorama laboral empeorará durante los próximos cinco años, con especial énfasis en regiones y economías de ingresos medianos y en desarrollo, tales como América Latina, y será potenciada en aquellos países exportadores de petróleo que están siendo afectados por la caída en los precios del producto. También, denota la reducción en los empleos versados en ejecución de actividades rutinarias que requieren calificaciones medias, aunque evidencia una demanda creciente de puestos de trabajo en los extremos superior e inferior en la escala de calificaciones, lo que amerita tanto trabajadores del conocimiento altamente competentes, como operarios sin mayor educación, lo que connota toda una serie de cambios constantes que impactan a millones de personas en diversas latitudes.
A nivel local, el Instituto Nacional de Estadística INE (2015), organismo adscrito al Ministerio del Poder Popular de Planificación de la República Bolivariana de Venezuela, en su último reporte del indicador global de la fuerza de trabajo correspondiente al segundo semestre del año 2013, registra una población económicamente activa cifrada en 13.994.731 personas, de las cuales 12.948.068 personas se encuentran ocupadas, para un total de 92,5%, una de las más altas del mundo, en comparación con España o Italia, países que según el portal especializado en temas económicos Expansión (2015), para marzo del mismo año tenían tasas de empleo ubicadas en el 77% y 87% respectivamente, respecto a su población económicamente activa. Sin embargo, es válido destacar que no es coherente comparar tasas de ocupación con tasas de empleo, pues una persona ocupada pudiera no contar con un empleo formal que le brinde las ventajas de estabilidad laboral, planes de prestaciones sociales, fondos de jubilación, entre otros beneficios.
Por ello, se hace preciso determinar la composición del índice de ocupación en Venezuela en cuanto a sector formal e informal, para tratar de hacerlo equiparable con las estadísticas que se llevan en otros países. Así, para el cierre del 2013 y según el mismo informe presentado por el INE (2015), existían 7.646.262 personas en el sector formal venezolano, para un total del 59,1% de la población ocupada, mientras que en el sector informal la cifra ascendía a 5.301.472 personas, para un 40,9% de la población ocupada. En este sentido, 7.646.262 personas con un empleo formal con respecto a una población económicamente activa de 13.994.731 personas, representaría un total de 54,64% como tasa de empleo o en contraposición, una tasa de desempleo que alcanza el 45,36%.  
Por consiguiente, un segmento representativo de la población económicamente activa en Venezuela que se ubica en el sector informal, según aportes brindados por Eljuri (2014), desarrolla actividades por cuenta propia, laboran en empresas familiares que contratan un número menor a 5 empleados, o pertenecen al sector buhoneril, aunque con las modificaciones de la Ley del Seguro Social (2010), se ha facultado a los trabajadores no dependientes para ampararse bajo los beneficios de este sistema, proporcionándose así seguridad social para la mayoría de los venezolanos, representado en el pago de una pensión de jubilación correspondiente a un salario mínimo mensualmente, así como beneficios de atención gratuita de salud, en diversas instituciones administradas por el Estado.
Sin embargo, las estadísticas oficiales que dan la imagen situacional sobre el sector, están articuladas de una manera que difiere de los patrones comunes a nivel mundial y hace confuso diferenciar las personas empleadas que disfrutan de los beneficios de Ley, de aquellas que nos los tienen. En este sentido, se comprende la percepción de opacidad en la publicación de data macroeconómica que se asoma en la narrativa de los actores sociales. Así, la información con respecto a la constitución de la fuerza laboral en Venezuela presenta un retraso de 15 meses en comparación con la data citada de otros países, en este mismo aparte. Otro tanto sucede con las resultas del PIB, cuya última publicación refiere a septiembre de 2014, lo que imposibilita el análisis actualizado sobre el funcionamiento de la economía y la efectividad de las políticas públicas implementadas, aunque se pueden inferir algunos escenarios. Por ejemplo, si existe relativa estabilidad en las cifras de ocupación expuestas por el INE y continúa la tendencia a la baja, en el aporte de sectores estratégicos al PIB, tales como manufactura, construcción y comercio, se podría estimar una tendencia al ascenso, en la población económicamente activa que se registra bajo el sector informal.
Empero, la magnitud de este sector no es particularidad única de la economía venezolana, pues como destaca Morin (op. cit) “A diferencia de los países del Norte (Europa Occidental y Norteamérica), una importante fracción de la población de los países del Sur obtiene sus ingresos de la economía informal” (p. 114), sector que se caracteriza por no ofrecer estabilidad laboral, bonos, aumentos, seguros de hospitalización, cirugía y maternidad, entre otras bonificaciones, lo cual hace inestable la inclusión social de amplios sectores marginados de la población, en la creación de bienes y servicios, que les permita ingresos suficientes para acceder a otros bienes y servicios. Para España (op. cit) “al hablar de un “buen trabajo” nos referimos tanto a la rentabilidad como a su utilidad para la sociedad” (p. 149), que podría entrañar el  desarrollo de actividades productivas de los agentes económicos, incentivadas por el Estado a través de un marco regulatorio favorable, así como el financiamiento de capital de trabajo a tasas preferenciales, que permita iniciar o mantener emprendimientos comerciales y/o industriales que generen ingresos suficientes para la satisfacción de las necesidades básicas en el núcleo familiar, lo que incide en el desarrollo económico del país.
Dado que en Venezuela, se evidencian controles gubernamentales en diversas áreas de la economía, que incentivan algunas distorsiones coadyuvadoras de arbitrajes que suelen ser monetizados por la población, aunado a un incremento descontrolado de la inflación, se significa la emergencia de algunos cambios paradigmáticos en el actuar de la fuerza laboral en Venezuela producto de un entorno caótico que no tiene otros referentes a nivel de Latinoamérica, según expresan los actores sociales participantes de la investigación, quienes han revelado que gestión del capital humano se ha convertido en uno de los principales desafíos que enfrenta la alta gerencia de las empresas de servicio, motivado en la disminución de la calidad vida por la pérdida del poder adquisitivo de la masa laboral, las preocupaciones por la continuidad o no, de las operaciones comerciales de las organizaciones para las cuales laboran, lo que impacta negativamente en el ambiente organizacional, así como las posibilidades de altas ganancias a corto plazo que pueden ser tomadas por los individuos, al participar de actividades que han resultado de las distorsiones ya referenciadas. Esto incide parcialmente, en la migración del sector formal al informal, que reportan algunos de los entrevistados.  
Así, la probabilidad de generar renta desde actividades especulativas propias de distorsiones económicas, que son ajenas a la productividad y la participación activa en la economía real, hacen dependiente a la población de fuentes de ingresos que no guardan relación con un trabajo estable y que, más de las veces, devienen en prácticas que se riñen con la eticidad, lo que pudiera llevar a un relativismo moral en cuanto al bien hacer, afectando la cosmovisión y el orden de toda una sociedad.
Vale destacar, que la racionalidad económica lleva a los individuos a tomar las decisiones que mayor satisfagan sus expectativas, invirtiendo de su tiempo y recursos en aquellas actividades que les sean más redituables, empero, cuando éstas no requieren mayor formación de las personas por medio de la educación, o añadir valor intelectual en lo que se produzca u ofrezca, o el desarrollo de competencias y habilidades personales, o la transformación y/o comercialización de bienes o servicios, se está en presencia de una economía precaria, poco competitiva y no diversificada, que tendería a desaparecer en la medida que se agoten los subsidios y la distribución de los recursos fiscales a través de los diversos emprendimientos gubernamentales orientados al gasto social o al momento de finalizar las distorsiones económicas al sincerarse y atenuarse los controles impuestos sobre diversas áreas del hacer económico de la sociedad.
A fin de interpretar el singular contexto de la sociedad venezolana, es legítimo analizar las singularidades y desigualdades culturales que permean las diversas cosmovisiones, de sociedades que hacen vida en ámbitos geográficos y/o epocalidades diversas, en aras de una mejor comprensión de los fenómenos que se vivencian. A tal respecto, Morin (op. cit) ha establecido cierta diferenciación entre los países del Norte y del Sur, en cuanto a la participación de la masa laboral en los sectores formal e informal de la economía. Algunos autores han significado esto último, en la influencia de las religiones sobre la percepción que tiene la sociedad en relación a la actividad laboral.  Así, Taylor (op. cit), infiere que la influencia formativa de la ética del trabajo proveniente de los grupos protestantes tuvo un impacto en la cultura moderna capitalista, especialmente en el mundo anglosajón, por hacerse hincapié en el desarrollo de trabajos contínuos y disciplinados, para luego disfrutar de sus frutos con sobriedad.
En efecto, Weber, citado por Taylor (op. cit), concibe que la noción puritana del llamado a una vida cristiana “contribuía a propiciar, un modo de vida centrado en el trabajo disciplinado, racionalizado y regular, a la par de unos frugales hábitos de consumo, y que esta forma de vida facilitó mucho la implantación del capitalismo industrial” (p. 241), debido a que una dedicación laboral a la generación de ingresos mediante actividades productivas, amén de una estructura de gastos inferior a lo percibido, propiciaba la generación de una renta que posteriormente podría ser ahorrada para atender los imprevistos del futuro, reinvertida en el crecimiento de sus propios emprendimientos y/o en la calidad de vida familiar.
Igualmente, Toffler (op. cit) señala que “El protestantismo en occidente, en vez de suprimir el deseo material, predicó el trabajo duro, la frugalidad y la virtud. Occidente adoptó en gran medida esos valores y se hizo rico” (p. 43) significando el proceder de un grupo individuos, opositores a la religión que prevalecía en su tiempo, quienes se orientaron por la generación de ingresos ejecutando actividades provechosas, en complemento a una vida sencilla y cooperativa que permitía la actitud del ahorro, en un marco de alta significancia valorativa y de respeto mutuo, cuya manera de ver y concebir el mundo fue adoptada por toda una civilización, lo cual les llevo en parte, a una prosperidad material que favorece el bienestar de la sociedad. En esta línea de pensamiento, Lipovetsky señala que “Los puritanos protestantes vieron en la tarea un deber asignado por Dios al hombre” (p. 172), lo cual les permitía a este grupo representativo de la sociedad, asociar la actividad laboral con el desarrollo de los propósitos existenciales en la vida terrena, toda una dimensión positiva en cuanto al apropiado uso del tiempo y los recursos. Así, emergía una alta carga de significancia en cuanto al sentido valorativo del trabajo.
A nivel local, con una sociedad con predominancia católica en sus concepciones de vida, Pérez (1998) en alusión a un estudio sobre valores y ética de negocios en Venezuela, asoma que para algunos gerentes “el concepto de éxito está moldeado por lo que ellos interpretan como una herencia religiosa que predispone a no quererlo o aceptarlo por completo” (p. 67) significando de alguna manera la aversión por el éxito y la felicidad. Ello podría comprenderse en parte, por el aporte de Weber, citado por Pérez (op.cit), quien interpreta que “los católicos valorizan el desprendimiento de un mundo regido por la búsqueda de metas supremas y, por ende, al contrario de los protestantes, no conceptualizan el trabajo como una forma de llegar a la salvación” (p. 68), lo que configuraría la inclinación de amplios sectores de la población, por el desprendimiento y/o el conformismo en detrimento de la validez y/o legitimidad, de actividades tales como el emprendimiento, el trabajo, el desarrollo personal, el diseño e implementación de planes de vida, entre otras dimensiones de la cotidianidad.
Ahora bien, la asunción de una carga valorativa hacia el trabajo, o en cualquier otra dimensión de la vida misma, no es potestad exclusiva de los grupos religiosos, pasados o presentes, pues como lo señala Morin (op. cit) “los imperativos morales están presentes tanto en las grandes religiones universalistas como en el humanismo laico” (p. 261), donde ambos discursos conocen de expresiones positivas y ejemplares, así como carencias y lagunas, tal como refiere la historia en su dibujar de las actuaciones y relaciones del hombre en esta aldea global. Concurro, en que la concepción laica va acompañada de la pérdida de fe en la revelación divina, pero como cosmovisión personal o de la sociedad, tiene todas las prerrogativas para así ser asumida, pues compartimos en un mundo donde el derecho a la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión es considerado como un fundamento del sistema, para aquellas sociedades que vivencian la modernidad o sus estadios posteriores. De allí, el génesis de la libertad, en su sentido más amplio, dignificante y significante.
Igual consideración, para la diversidad de pensamiento en la comprensión de determinados fenómenos sociales, sin que alguna de las posturas asumidas y consideradas excluyentes, dejare de ser legítima o válida “per se”, las cuales pueden emerger desde el prisma de la complejidad, del pensamiento dialógico, donde el sentido y el sin sentido pudiera tener cabida simultanea para el enriquecimiento de la interpretación. Por ejemplo, para quienes adoptan el socialismo a la venezolana, perciben que el sistema capitalista propicia el secuestro de las remuneraciones de la masa trabajadora, por parte de un empresariado egoísta e inescrupuloso, en el entorno de una contínua e inexorable “guerra económica”. Por su parte, otras miradas lo significan en la pérdida del poder adquisitivo de la moneda en el contexto socio-económico local, como efecto de las políticas monetarias laxas que emanan de las autoridades del BCV, lo cual ha acaecido en la inestabilidad de la divisa y la distorsión de la dinámica económica local, personificada en el cierre de empresas y pérdida de empleos, inflación, escasez, entre otras manifestaciones ya referidas. Es la ambivalencia interpretativa sobre el mismo fenómeno en cuestión, que divide a amplios sectores de la sociedad venezolana, incrementando los niveles de tensión a nivel de los diversos estratos.
Sin embargo, la globalización como fenómeno mundial, converge en un proceso de homogeneización y estandarización a nivel de las diversas culturas, lo cual invita a una reflexión sobre la actividad laboral en el contexto de la glocalidad, así como en el sentido valorativo que le es pertinente, acompañada indistinta y complementariamente, de las concepciones que se abaten entre el respeto y la radicalidad, que pudieran emerger de los ámbitos religiosos y/o políticos a nivel del presente venezolano, en la intencionalidad de comprender la fisonomía requerida para la inclusión del país en las dinamicidad económica que se vivencia en el concierto de naciones, en aras de la competitividad, el pleno empleo, la erradicación de la pobreza, el desarrollo humano y otros tantos desafíos propios de la era contemporánea.
 En este sentido, Kaplan y Norton (op. cit) refieren algunas transformaciones en el pensamiento empresarial, en ese transitar desde la era industrial a la era del conocimiento, que se evidencia en un desplazamiento en el propósito de las contrataciones del personal, pues antes se requería preponderantemente la ejecución de trabajos físicos completamente normados mientras que, en la actualidad se inquiere por el pensar que emerge desde la gerencia media y niveles operativos, por ideas que colaboren en el mejoramiento contínuo de los procesos y las actuaciones cara a cara con los clientes. Por ello, la necesidad de “una gran recualificación de los empleados, para que sus mentes y sus capacitaciones creativas puedan ser movilizadas en favor de la organización” (p. 141), lo cual implica el diseño de políticas de contínua capacitación de personal, así como importantes desembolsos de recursos financieros para la implementación de tales planes de desarrollo, que incentiven la efectividad en la consecución de los objetivos y propósitos propuestos.
Sin embargo, la evaluación financiera a corto plazo descontextualizaba el sostenimiento de unas inversiones que realzaran la capacidad del personal e incluso, de los sistemas y procesos de la organización. Así, la creación de valor para el accionista, como propósito primordial, impactaba positivamente en la sustentabilidad organizacional al favorecerse la optimización en el uso de los recursos disponibles, que implicaba entre otros aspectos, recortes en costos y gastos en todas las áreas, aunque ello comprometiera seriamente el futuro de la empresa, al no empoderar al personal y los sistemas para enfrentar los desafíos propios de una época altamente competitiva. Desde tal cosmovisión, los autores referidos articularon una perspectiva en su herramienta gerencial denominada Cuadro de Mando Integral, referida al aprendizaje-crecimiento, por considerarse un inductor necesario para conseguir la excelencia en los indicadores de gestión de otros horizontes que le acompañan, a saber, las perspectivas referidas a los procesos, los clientes y las finanzas.
 Es por ello que, una fuerza de trabajo educada para atender con éxito los desafíos de la epocalidad, es un componente indispensable en cualquier economía, pues permite aportar valor intelectual en la conceptualización y desarrollo de los productos y servicios que se ofrecen a nivel local y fuera de las fronteras. Ya Morin (op. cit) reconocía “que todo empleado o trabajador posee un capital de saber personal y es capaz de interesantes iniciativas” (p. 237), aunque para ello, se requiere de una visión gerencial que redescubra la imbricación existente entre productividad y capital humano, propiciando la participación del personal en derredor de iniciativas conjuntas de proyectos y valores. En palabras de Lipovetsky (op. cit), se trata “del escuchar sistemáticamente a los empleados, de formas de autoridad interactiva, de acortamiento de las escalas jerárquicas, de la autoorganización de los equipos” (p. 176), donde el gerente de hoy oriente su toma de decisiones con un sentido participativo humanista, sin dejar de lado las consideraciones rentísticas y los parámetros contables, aunque tampoco influido meramente por razones tecnicistas. Se trata de un trabajo sinérgico, reticular, transdepartamental, que propicie un ganar-ganar entre todas las partes involucradas.
En la actualidad de la economía global, no se trata solo de trabajar duro, sino hacerlo con inteligencia, pues el operar con éxito en ambientes competitivos exige un conocimiento interdisciplinar, donde las personas se hagan responsables de sí mismas empoderándose a través de la educación, que según Ohmae (op. cit) no consiste de “un proceso cerrado que, en un momento dado, pueda darse por concluido y que conduzca a la meta de un puesto de trabajo, sino que se trata de un proceso contínuo que dura toda la vida” (p. 273), y de allí, personas sensibles a la filosofía del crecimiento contínuo en diversas áreas del saber, para una praxis gerencial acompañada de herramientas que le permitan la efectividad en sus labores. También, la necesidad de gobiernos verdaderamente visionarios, que inviertan en educación para el empoderamiento de la población, que les permita ser competitivos ante los desafíos propios de la globalización.  
Por ello, el patrón de países como potencias económicas, sin recursos naturales pero apuntalados en una población altamente educada, en un contexto de estabilidad, libre comercio y mercados abiertos, inmersos en los entretelones de la sociedad del conocimiento, donde es posible crear riqueza siempre y cuando el talento humano sea lo suficientemente inteligente y esté debidamente preparado. Empero, la educación reflexiva aparte de liberar de la cárcel de lo conocido, también abre oportunidades a los empleados de hacer carrera a lo interior, así como fuera de las fronteras organizacionales, empoderándole para iniciar emprendimientos por sí mismo o en conjunto con otros interesados, lo que configura nuevos desafíos a la gestión organizacional. A este propósito, las erogaciones en formación de personal deberían ser acompañadas de políticas que permitan su participación, tanto en los procesos decisorios como en la distribución de utilidades, en aras de lograr la identificación con la organización, sus valores y filosofía de gestión, desde los fundamentos de relaciones contractuales a largo plazo, donde la empresa se convierta, en palabras de Lipovetsky (op. cit), en “un hogar de producción de identidad, una organización fuente de identificaciones, de proyecciones, de movilizaciones emocionales” (p. 184), para que el empleado asuma, aquello que se ha llamado en constituir como “el alma” de la empresa.
 Al respecto, conservar el personal que ha sido capacitado es un desafío que emerge en el discurso de los actores sociales, lo cual requiere, entre tantos otros aspectos, del enriquecimiento de las responsabilidades para la realización de actividades que no sean repetitivas, ya que ellas no motivan, e incluso tienden a ser automatizadas, lo que les significa inestabilidad en el puesto laboral. Asimismo, es necesaria la delegación de facultades que empodere el trabajo a nivel de equipos multidisciplinares, que desburocratice la empresa y permita la debida y creativa atención a los entes interesados, sean éstos otros miembros organizacionales, clientes, entidades gubernamentales, de la comunidad, entre otros.  Es el navegar desde una cultura piramidal y autoritaria, hacia otra que incrementa la participación de cada actor involucrado.
En ello, la empresa juega un rol fundamental en la transferencia de actitudes modernas a la sociedad en general, que se signifiquen en modos de gestión centrados en el respeto y la valoración del individuo, la promoción de un compañerismo social, la promoción de un pluralismo en la concepción organizacional y la toma de decisiones, perspectivas de paquetes salariales competitivos, así como planes de formación y participación en los resultados. Sin embargo, todo ello no garantiza la permanencia del personal, pues el capital humano en contextos permeados por corrientes individualistas, también se decanta por la búsqueda de negocios éticos donde pueda sentirse identificado y desarrollarse personal y profesionalmente, e incluso, en la convertibilidad de recursos financieros por el disfrute de tiempo libre para el trabajar cuando se desea, la realización de actividades de índole personal, donde se valoriza el compartir con la familia, el simple ocio o las labores de contribución a la sociedad que no monetizan a quien las realiza, pero que tienen un impacto significativo en la salud mental, emocional, en fin, en el vivir en sociedad en toda su plenitud.
De aquí que, Toffler (op. cit) considere que siguen ocurriendo grandes cambios en la dinámica social, donde “Estamos redistribuyendo nuestro tiempo entre producción, consumo y prosumo, otro cambio transformador en nuestra relación con el propio tiempo” (p. 246), significando el día a día de un individuo embebido de la sociedad del conocimiento, que comparte su tiempo entre las responsabilidades laborales, las actividades personales de intercambio comercial y aquellas de responsabilidad moral ante la sociedad, que le dignifican y proveen sentido a su existencia. Por ello, el acuño de nuevos términos tales como producividad, referido a los aportes que realizan los prosumidores a la productividad,  entendido el prosumo como la creación de bienes y servicios para el propio uso o disfrute, antes que para venderlos o intercambiarlos. Tal aportación requiere ser considerada, en los análisis cuantitativos y cualitativos que la economía realiza sobre los fenómenos en estudio.
Cabe señalar que de las transformaciones que evidencia la epocalidad, amerita que las empresas se vean llamadas a satisfacer las necesidades de respeto y formación de su capital humano, como valores y aspiraciones dominantes de la contemporaneidad. Por ello, la reconquista de la dimensión moral en el seno de las organizaciones, la adhesión a los valores éticos de honestidad, la mayor apertura a la iniciativa, el cambio y la flexibilidad, la propensión a la atenuación jerárquica y disciplinaria, significando lo expresado por Lipovetsky (op. cit) “el mundo de los negocios está al acecho de espiritualidad, de personalidad filosófica y moral” (p. 248), que le permita encontrarse como agente económico que aporta al alma individual y colectiva, a la creación de empleos dignos que propicien la movilidad social, a la solidaridad en la gestión de los recursos, para el rentabilizar en conjunto con el buen vivir, que impulsen a cada paso tanto el crecimiento económico como el desarrollo humano, como constructos indisolubles del acontecer y permanecer de una especie, la humana, en la aldea terrenal, según refiere Méndez de Garagozzo (2015).

Gestión Sustentable en Entornos Socio-económicos Inestables

La sustentabilidad en el ámbito empresarial, refiere a la existencia de condiciones económicas, políticas y sociales que propicien el funcionamiento armónico y equilibrado de las organizaciones, para la generación de riqueza en cantidades adecuadas que permita la satisfacción, en el tiempo presente, de los diversos compromisos adquiridos para el normal desenvolvimiento de las operaciones. En el contexto socio-económico local, la praxis gerencial que apunta a la sustentabilidad resulta un tanto más desafiante, pues la inestabilidad del sistema económico y los controles establecidos por los actores políticos, crean un clima poco favorable para hacer negocios en Venezuela.
En este sentido, el Instituto de Investigación Económica Leibniz de la Universidad de Múnich en conjunto con el Instituto Brasileiro de Economía (2015), han publicado el “Economic Climate Index for Latin America. May 2015 (ECI)” un informe que se elabora para monitorear y tomar previsión ante las tendencias económicas, lo cual sirve de insumo a los agentes interesados para analizar y direccionar la inversión financiera a nivel internacional, hacia aquellas economías más favorables para hacer negocios. El mismo se compone de información de naturaleza cuantitativa y cualitativa, cuya fuente de datos resulta de una encuesta económica mundial aplicada en abril del mismo año, con una metodología similar en 115 países, incluida Venezuela. En cuanto a la interpretación del referido informe, se establece que una economía es favorable para hacer negocios, si alcanza una puntuación igual o mayor a 100 puntos. En el caso de nuestro país, la evaluación solo consigue 20 puntos, lo que nos coloca en el último lugar entre las naciones estudiadas en el ámbito latinoamericano, significando que el contexto socio-económico venezolano no es un ámbito idóneo para hacer negocios.
A nivel internacional, existen otras metodologías para evaluar la efectividad de las políticas públicas en correspondencia al crecimiento económico, estabilidad política y calidad de vida de la población. Por ejemplo, García (2004) establece que el indicador “riesgo-país mide el grado de estabilidad política y económica de una nación y se suele definir como el exceso de rendimiento de los títulos soberanos con relación a un instrumento libre de riesgo” (p. 9), significando las consideraciones pertinentes a la inversión en determinadas economías, lo que conlleva a la aproximación de la tasa de interés que los Estados deben ofrecer para poder captar recursos financieros necesarios para el desarrollo de un país y, en palabras de Bouchet (2007), refiere a “la incertidumbre generada por la voluntad y capacidad de una entidad extranjera de respetar todos sus compromisos financieros y/o legales en la fecha contractual” (p. 23), donde la contingencia tiene una amplitud y complejidad mucho mayor que el riesgo doméstico, que relaciona preponderantemente al sistema sociopolítico y el entorno económico a nivel local.
Así, el portal alemán especializado en activos de renta fija Baader Bondboard (2015), señala que para el 14 de mayo del mismo año, el bono global 2027 con un cupón del 9,25% utilizado como referencia para la República en cuanto al cálculo de  riesgo-país, cotiza en niveles de 52,15% que equivale a un rendimiento al vencimiento superior al 20% anual en dólares, significando una prima sumamente alta, convirtiendo a Venezuela en uno de los países más riesgosos del mundo para la inversión extranjera, lo cual impide la captación de recursos a nivel internacional vía financiamiento, por lo oneroso que deviene a los intereses del país. Igualmente, hace percibir al sector privado venezolano como clientes de alto riesgo, lo que cierra las posibilidades de financiamiento por parte de casas matrices y proveedores a nivel internacional. Así, un riesgo-país desproporcionadamente alto se interpreta a nivel internacional, como una alta inestabilidad de la economía y el entorno político venezolano.
De allí que, Pérez Alfonso, citado por Greenspan (op. cit) anticipara con respecto a la economía venezolana “ya lo verán, el petróleo nos llevará a la ruina” (p. 291), significando la incapacidad de algunos países de la OPEP para usar sus riquezas en cualquier diversificación económica más allá del petróleo y sus productos relacionados, pues aparte de distorsionar la moneda, la riqueza fácil y no trabajada adecuadamente, tiende a mermar la productividad. En adición, los colosales ingresos financieros percibidos por la renta petrolera, aunados a los proyectos políticos de corte populista que han caracterizado a la contemporaneidad de nuestro país, han devenido en una dependencia casi irrestricta a los altos precios del hidrocarburo. De hecho, Greenspan (op. cit) en referencia al gobernante venezolano de turno para el año 2007 expresaba “Sus políticas habrían llevado a la bancarrota a casi cualquier país del mundo. Puede que la fortuna no le sonría para siempre” (p. 381) enlazando la viabilidad del socialismo del siglo XXI de forma gradual pero inexorable a la permanencia en los altos precios del petróleo.
En esta línea de pensamiento, se requiere en palabras de los actores sociales entrevistados, un liderazgo para una gerencia efectiva, e interpreto, no solo con respecto a los actores que hacen vida en el ámbito de lo microeconómico sino también, con los funcionarios elegidos en procesos democráticos, administradores de la hacienda pública y responsables de articular una visión de país que incluya a todos los venezolanos indistintamente de sus ideologías y preferencias políticas, pues en palabras de Maxwell (2007) la visión “no se puede comprar, suplicar o pedir prestada: debe venir desde adentro” (p. 65), y la misma podría requerirse para crear un gran acuerdo nacional mediante un proceso de diálogo que permita la diversificación económica y la pacificación social, a fin de enfrentar con éxito la actual crisis financiera producida por la caída de los precios del petróleo, la ausencia de fondos de estabilización macroeconómica y los innumerables compromisos financieros adquiridos, dentro y fuera de nuestras fronteras, por un Estado que sustituyó la producción nacional por una economía de puertos.
Es necesario un liderazgo para la sustentabilidad, con capacidad para dirigir proyectos, competente para trabajar forzada pero inteligentemente, que tenga una influencia que religue pero a su vez respete las diversas maneras de concebir el país, de hacer empresa, de gestionarse a nivel personal, pues la capacidad de liderazgo según Maxwell (op. cit) “es siempre el tope de la efectividad de la persona y también de la organización” (p. 20), ya que nadie llegará más lejos de lo que se proponga y la salida al escenario de líderes no mesiánicos, que presenten escenarios de sacrificios y precios a pagar, pero también que motiven con la gratificación a mediano y largo plazo traducida en bienestar social para ésta y las próximas generaciones, son de gran menester, pues hombres y mujeres así han sido ejemplos reseñados por la historia, y el presente no escapa a su llamado.
Sin embargo, no es suficiente vincular el liderazgo con la ocupación de un cargo o la presencia de motivadores, pues en la sociedad del conocimiento según refiere Hesselbein (2006) “una organización no puede responder verdaderamente a las necesidades de aquellos a quienes tiene que servir a menos que la gente de primera línea goce de autonomía y apoyo” (p. 51), significando la importancia de la gente en la base de la estructura organizacional, en cuanto a sus aportes y la manera como las empresas están cambiando gracias a la tecnología, ya que en la actualidad las personas no tienen necesariamente que estar en el mismo sitio ni a la misma hora para comunicarse y gestionar sus actividades particulares o del equipo pues las plataformas tecnológicas propician el encuentro desde la virtualidad, donde el liderazgo incluso pudiera rotarse o ser distribuido de acuerdo a las funciones y/o las etapas de determinado proyecto. Es el tiempo de los liderazgos merecidos, en contraposición a las posturas tradicionales que lo significaban en la ocupación de un puesto en la escala organizacional. De allí, la necesidad de los consensos, que emergen desde los encuentros versados en el respeto, las competencias y habilidades inherentes, la cualidad de creer en uno mismo y la pasión por el trabajo.
Este tipo de liderazgo consensuado concibe también, que existan otras formas de comprender el papel de las organizaciones con respecto a la gestión del conocimiento, la conjunción de lo subjetivo con lo objetivo para articular los conocimientos que posee el empleado con los recursos que detenta la organización, que empodere la administración del patrimonio intelectual de la empresa para responder rápidamente a los clientes y al desarrollo de productos y servicios, crear nuevos mercados y dominar las nuevas tecnologías, competencias éstas que resultan indispensables ante la creciente exigencia de los grupos de interés en un mundo globalizado, lo cual supera las capacidades individuales de cada gerente, pues en palabras de Chiavenato (op. cit) existe “necesidad de información por procesar, fuerte presión del ambiente y escasez de tiempo para encontrar respuestas” (p. 83), confluyendo en una situación compleja que amerita los aportes de cada actor en sus diversas áreas de influencia.
En complemento, White (2012) hace referencia a la dimensión axiológica que debería vivenciar todo líder, al afirmar “la mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo” (p. 54), asomando la sinceridad y la honradez en lo más íntimo de sus almas, para actuar, no solo conforme a sus propios intereses sino en beneficio de las colectividades a quienes sirven, sean gobernadores o empresarios, empleados o padres de familia.
En este sentido, el rescate de los postulados morales es un anhelo que pudiera atenuar las desviaciones del bien hacer que tanto daño hacen a la sociedad, puesto que Giuliani (2002) refiere en el plano de la administración de recursos que “la mayoría de los escándalos financieros tienen su origen en personas que usan el dinero de los demás con menos responsabilidad de la que tienen con su propio dinero” (p. 95), y las manifestaciones de corrupción horadan la motivación y la fe de las personas que resultan afectadas, bien sean personas particulares o sociedades enteras. Así, la gestión sustentable requiere de un liderazgo efectivo, no solo en la manera de conducir organizaciones o generar renta, sino en diversas dimensiones de la vida más cónsonas con el bien hacer.
Tales aportes conceptuales y de vida, resultan indispensables para el hacer gerencia en un entorno socio-económico inestable, tal como ha sido caracterizado para el caso de Venezuela, aunque la dirección empresarial también se vea convocada a superar los desafíos inherentes a la diversificación de las fuentes de ingresos, pues existen riesgos asociados a la dependencia de un reducido número de productos o servicios, pocas líneas de producción e incluso, limitadas regiones geográficas como mercados naturales, lo cual invita según Márquez (op. cit) a “descubrir el ¿por qué? del ¿cómo? para generar y descubrir nuevas realidades gerenciales” (p. 43), ya que la praxis gerencial no debería conformarse con hacer eficientemente las cosas que no deberían ser hechas, sino orientar recursos y personas para entre otros aspectos, diseñar productos innovadores y redituables para el éxito en el entorno venezolano y en otros mercados, tal como ha sido señalado por los actores sociales, quienes han referido a competencias desarrolladas en el contexto local que han potenciado el éxito gerencial de venezolanos que se han atrevido a la internacionalización, en busca de un sentido creativo que aporte a la emergencia de proyectos que aporten a la viabilidad organizacional.
Sin embargo, la falta de creatividad e innovación según Chiavenato (op. cit) guarda relación con la asunción y arraigo de “viejos y arcaicos paradigmas organizacionales y culturales, que todavía modelan y limitan a las personas” (p. 300), lo que impide la generación de ideas frescas acordes a los nuevos tiempos, que permitan crear empresas, formatos de negocios, procesos, productos, servicios. Al respecto, Bachelard (op. cit) sostiene que más de las veces “lo que cree saberse claramente ofusca lo que debiera saberse” (p. 16), de allí el obstáculo epistemológico en la generación de nuevo conocimiento aplicado, en el caso de la praxis gerencial.
Así, el presente empuja a la dirección empresarial en esa búsqueda de respuestas que les permita la sustentabilidad en el contexto socio-económico venezolano. Se trata de una gestión organizacional que sea atenta, oportuna, dinámica ante las distorsiones económicas, competitiva en la optimización de los recursos, el diseño, la importación, producción y comercialización de insumos, productos y servicios para operar en respeto a los controles legales y carencias imperantes en el país, proponiendo la diversificación de las fuentes de ingresos, traducido en nuevos mercados, productos o servicios, según emerge del discurso de los actores sociales. Versa en realizar operaciones en el ámbito de la economía real y productiva en desmedro de lo especulativo. Todo un reto que amerita de una gerencia inteligente en lo visionario, praxeológico y emocional, donde solo los más preparados y persistentes podrán continuar en operaciones. En atención a ello Ohmae (op. cit) refiere que “La flexibilidad será esencial para lograr el éxito, mientras la inflexibilidad en cualquier área, ya sea en las prácticas de trabajo o en las relaciones industriales, solo conducirá a dificultades y a la falta de visión”  (p. 314), y aún más, la capacidad para reinventarse a sí mismo para reinventar todo lo demás.

Reinvención Estratégica del Ser Gerente para la Viabilidad Organizacional

La hiperespecialización, la inteligencia compartimentada, las competencias en una sola disciplina, las estructuras jerárquicas y autoritarias, los nacionalismos, las fronteras territoriales al comercio de productos y servicios, los postulados de la economía convencional, el pensamiento reduccionista, todo ello va quedando como reductos de una era industrial que paso a paso configura nuestro pasado societal. Bien afirma Toffler (op.cit) que “El conocimiento obsoleto constituye una gran parte de la base de conocimientos de cada persona, empresa, institución y sociedad” (p. 171), lo que podría contribuir en cegarnos, aparte de nuestra ignorancia. Así, estamos sumidos en una colectividad que se reinventa a pasos agigantados, sin recesos para la inactividad intelectual y emocional, todo lo cual conlleva inefables incertidumbres, aunque también gigantescas oportunidades para quienes puedan comprender las señales de los tiempos, siendo valerosos en su conquista y lo suficientemente flexibles para adaptarse.
A tal respecto, se requiere del Ser gerente que esté lo mejor informado posible, con sentido social e histórico, sobre el mundo que le rodea. Ya no basta con atender los asuntos a lo interno de las organizaciones, pues los directivos son llamados a enfrentar temas de creciente trascendencia y complejidad, en los ámbitos sociales, políticos, económicos, culturales, jurídicos, medioambientales, tecnológicos, entre otros. Por ello, la necesidad de pensar en grande, de ofrecer soluciones sin fronteras, de configurar una visión que se atreva a mirar el futuro, sin dejar de ser pragmático en busca de la viabilidad organizacional. De allí, que los innovadores requieran de valor, sentido de la oportunidad y compromiso, ante el escepticismo que despierta sus deseos de crear nuevos productos, servicios, empresas, adscribirse a otras visiones y paradigmas, ante la comprensión de lo real desde sus diversas dimensiones y manifestaciones.
En este sentido, día a día emergen empresas carentes de nacionalidad, capaces de producir y comercializar en una economía global libre de trabas en la movilidad de mercancías y recursos financieros, con una praxis gerencial competente en el manejo del entorno, el análisis de las oportunidades, la comprensión de la multiculturalidad, el diseño de productos y servicios que toman en cuenta las particularidades de los mercados a donde se dirigen, el uso intensivo de la tecnología y las redes sociales en la promoción y comercialización de sus catálogos, el manejo óptimo de inventarios, la gestión del conocimiento, el empoderamiento del capital humano. Todo ello, en la intencionalidad de la pasión por la innovación y el reconocimiento de sus capacidades.
En la actualidad, los gerentes son llamados a ser flexibles e intuitivos, capaces de percibir y adaptarse al cambio, con amplias competencias y formación profesional que le proporcione herramientas para discernir y elegir adecuadamente, considerando que, según Morin (op.cit) “Los analfabetos del siglo XXI no serán los que no sepan leer ni escribir, sino los que no puedan aprender, desaprender y reaprender” (p. 144), abiertos a nuevas maneras de mirar y concebir el mundo, dispuestos a armar rompecabezas organizacionales con base en información que es abundante pero desestructurada, disponible pero caótica, invisible para quienes asumen actitudes preconcebidas y demasiados rígidas en el desempeño de la alta gerencia. Y por eso, la capacidad para desaprender el conocimiento y las metodologías que han quedado en desuso, para absorber las bondades de las nuevas corrientes del pensamiento, que dejan de lado las simples modas que poco aportan a la creación de valor.
En lo empresarial, la alta gerencia necesita de directivos formados en el conocimiento pluridisciplinar y el pensamiento complejo, cualificados para comprender, en palabras de Toffler (op. cit), que “el equilibrio no es un estado de cosas más natural que el desequilibrio y el caos” (p. 509), significando que la reorganización creativa ha llegado para quedarse, muy a pesar de quienes optan por la protección gubernamental de ciertos sectores, pues lo emergente es que la dinámica globalizadora empuja a las empresas a una superación contínua, redistribuyendo y optimizando las operaciones a nivel internacional y reexaminando los sistemas de negocios.
Por otra parte, se valora la delegación de responsabilidades a los diferentes escalafones, para la estructuración de zonas necesarias de autonomía, que propicie la articulación de iniciativas individuales y colectivas, en la integración del capital humano con el “alma” de la empresa, al concebirla como un todo inherente entre lo objetivo y lo subjetivo, la dirección y los cuadros medios y operativos, significándose el nuevo sentido que se otorga a la actividad laboral en el seno de las organizaciones. Aporta Lipovetsky en la necesidad de configurar redes abiertas que funcionen más allá de los órdenes jerárquicos, para “conciliar la exigencia colectiva de movilizar a los hombres que trabajan en equipo, con las aspiraciones de los individuos a la sociedad” (p. 189), armonizando en cierta medida, las expectativas individuales con las organizacionales, en esa búsqueda del sentido de pertenencia e identificación con la filosofía de gestión, de relaciones contractuales a largo plazo, de soluciones creativas ante los desafíos del siglo XXI, que viabilicen el emprendimiento empresarial. 
De allí que, el diseño de estrategias para el futuro requiere de una mirada compleja, que se abstenga de concebir acciones para la transformación de la realidad, atendiendo tan solo uno de sus elementos, sino que dialógicamente articule los múltiples insumos que emergen desde las diversas manifestaciones de la realidad, para la interpretación, comprensión y generación de propósitos devenidos de la profunda reflexión gerencial. Ya, varios países han superado tales estadios, en la concepción de la visión que han deseado alcanzar como sociedades. En tal sentido, Ohmae (op. cit) expone el caso de Finlandia, donde la población se comprometió en convocar fuerzas y recursos para destacarse en la tecnología de la información y las comunicaciones, en todos sus niveles. También, el autor refiere a China, un país orientado “por el desarrollo de la informática, por el crecimiento y la expansión del pensamiento y la práctica sin fronteras, y por los movimientos de capital” (p. 280), que la ha convertido en protagonista en el comercio mundial, en la producción a gran escala de insumos y productos de acuerdo a los requerimientos del cliente, que pueden salir de sus puertos y aeropuertos en cuestión de horas, sin mayores trabas o impedimentos, tal como lo han evidenciado los actores sociales y mi persona, en nuestros diversos ámbitos empresariales donde hacemos vida gerencial.
En cuanto a Venezuela, ciertos grupos empresariales han optado por la internacionalización y/o la migración parcial de sus unidades de negocios hacia países con ambientes más favorables a la inversión privada, significado en la necesidad de ser rentables a nivel local, pero también abiertos a explorar nuevas oportunidades para operar y monetizar en otras latitudes, en vista de la crisis en el contexto local, así como por las oportunidades que propicia la globalización, en entornos altamente competitivos. Al respecto, Morin (op.cit) señala que “Es preciso promover el desarrollo de lo local dentro de lo global” (p. 35), pues las fronteras nacionales ya no deberían constituirse en los límites naturales para la expansión de las operaciones comerciales de cualquier tipo de organización.
Empero, cruzar las fronteras para la conquista de otros mercados, requiere entre otras competencias, el manejo del idioma predominante en el país destino o en su defecto, el empleo aceptable del lenguaje universal de la contemporaneidad. Al respecto, Ohmae (op. cit) considera que “nadie puede aspirar a tener éxito, incluso ni siquiera a competir en la economía global, a menos que en sus actividades se comunique en inglés” (p. 177), significando que en la economía global, ser bilingüe se vuelve una norma, y no un talento especial como solía ser antes. De allí, la necesidad del aprendizaje contínuo como estilo de vida, para la reinvención personal en la adquisición de competencias y habilidades para enfrentar con éxito los retos que se presentan a nivel glocal.
Visto así, el empresariado que hace vida en Venezuela no debería conformarse con operar solo a nivel local. El actuar, que en esencia es elegir y, el elegir que consiste en conjugar adecuadamente conocimiento, imaginación y capacidades decisorias, se compone de dimensiones objetivas y subjetivas, complejas y reticulares, que ameritan su asunción y comprensión para la reinvención del Ser gerente, que faculte articular una intencionalidad para expandir el ámbito operativo hasta el territorio de lo posible, pues según Ohmae (op. cit) “Los sobrevivientes serán quienes sean capaces de realinear sus sistemas de negocios mediante la optimización global de sus capacidades” (p. 227), y con el desarrollo de competencias gerenciales devenidas de entornos burocráticos, caóticos e inestables, el éxito financiero a nivel internacional podría estar más cerca de lo pensado. De nuevo, el precio a pagar es la valentía para emprender y la perseverancia hasta alcanzar la visión que se ha trazado, aunque ella de por sí, es un ideal, una bandera que deberíamos mover e izar allende el horizonte, en cuanto más se acerque a nuestro alcance.   
En esta perspectiva, el emprendedor venezolano se caracteriza, según refieren los actores sociales y desde mi propia cosmovisión, por una pasión para encauzar el navío organizacional hacia la viabilidad financiera, es decir, la permanencia a largo plazo de los proyectos comerciales que han exigido de su atención personal, de sus recursos y fuerzas, consumiendo sus mejores años de vida. De allí, la identificación que tiene el empresario con el país, con el talento humano que confía en la gestión, hombres y mujeres que dependen de la continuidad operativa para su inclusión en sociedad, para mantener a sus familias, en su derecho y su deber de también hacer realidad sus sueños.
Ello ha quedado convalidado entre otros aportes, por el testimonio del actor social B cuando refiere mantener operaciones comerciales por un compromiso con las personas que por tanto tiempo le ayudaron a crecer, aunque implique el dejar de operar por lucro, en el contexto socio-económico de la epocalidad venezolana. ¿Acaso este ejemplo no dignifica al Ser gerente? Más allá de las construcciones teóricas que pudieran olvidarse en algún rincón de biblioteca, ¿Este caso no es una expresión de reinvención gerencial, de eticidad? En este sentido, Martínez (op.cit) refiere que “Los actos humanos se comprenden por referencia a las intenciones que los animan. La intención siempre se encuentra íntimamente ligada al conjunto de valores de la persona” (p. 140), y en el encuentro cara a cara con estos venezolanos de primera, aparte de compartirme sus intencionalidades más profundas, también me anima a un reinventarme a nivel personal, para ser más humano, más Ser, para seguir contribuyendo por el desarrollo del país. De allí, mi consagración a la presente investigación.
 Considero que la gerencia en Venezuela ha trascendido la esfera del hacer, por una búsqueda de respuestas en la dimensión del Ser, de las concepciones de vida, de los valores que sostienen al emprendedor para luchar día a día, en medio de un clima que le adversa para hacer negocios. Ciertamente, pudieran existir pseudo empresarios de maletín, dedicados a enriquecerse inescrupulosamente a través de acciones que no guardan relación con el buen proceder. Pero tal minoría, que debería ser castigada por las instituciones encargadas de hacer valer el marco jurídico imperante, no debiera convertirse en referencia para todo un sector que ha contribuido por décadas, en palabras de Mendoza (2015) desde su “Carta Pública”, con “invertir, generar empleo, producir, distribuir, establecer relaciones ganar-ganar y generar bienestar para todos los involucrados en la cadena de valor” (p. 2), significando la intención de los empresarios en ser parte de la solución ante los desafíos que vivencia la contemporaneidad venezolana.
Por esto, la necesidad de seguir reinvirtiendo a nivel local, en infraestructura, innovación, propiedad intelectual, gestión del conocimiento, competitividad y tantas otras cualidades que se vivencian en otras latitudes, que desde hace años se han adentrado en los adelantos propios del siglo XXI. Sin embargo, se requiere de una gerencia pragmática, académica, humanista, solidaria, competente para operar en entornos inestables y caóticos, lo que pudiera implicar la pérdida patrimonial si los emprendimientos apuntaran a lo especulativo y no a las dimensiones inherentes a la economía real, es decir, la importación, producción, comercialización y servicio post venta. En cada fase se evidencian desafíos que atender, pero el éxito es posible según testimonian los actores sociales entrevistados, así como emprendedores que aún permanecen con las puertas abiertas, satisfaciendo las necesidades del mercado venezolano.
Es indispensable sí, una visión optimista, que en la presente investigación ha sido testimoniada por el actor social A, quien considera que a pesar de la desconfianza que le genera el contexto, el momento de crisis que vivencia el país es una excelente oportunidad para crecer. Y en su caso, no se trata de un optimismo idealista o fanático que no atiende razones en su concepción, pues el mejor escenario para validar la articulación de una idea, es el mismo mercado que penaliza irremediablemente las aventuras sin fundamento, pero premia la constancia de un buen emprendimiento que se acompaña de una alta gerencia.  En complemento, la reinvención gerencial y estratégica podría considerar en sus fundamentos, los rudimentos de la fe, religiosa, humanista o científica pero en fin, aquella certera esperanza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve, pues nuestra mirada interpretativa ha trascendido lo visible, para posarse en las esencialidades de los asuntos de la vida y en la vida misma, en aras de una mayor comprensión de aquello que nos rodea y de nosotros mismos. Se trata de gerenciar emprendimientos, pero antes, gerenciar nuestro propio Ser. De allí, la reinvención estratégica como estadio recurrente que posibilite tal iniciativa.

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