SEXTA INSTANCIA COGNITIVA
PRAXIS GERENCIAL
EN EL CONTEXTO SOCIO-ECONÓMICO VENEZOLANO: UNA VISIÓN DESDE LAS EMPRESAS DE
SERVICIO.
Presentación de la Aproximación Teórica
La
aproximación teórica concerniente a la praxis de la alta gerencia de las
empresas de servicio en el contexto socio-económico venezolano, se esboza con
el propósito de delinear un constructo teórico que brinde aportes a los
gerentes de los sectores público y privado, en el encuentro de corrientes de
pensamiento para la interpretación de lo real, articulados en una mirada
intersubjetiva a la economía venezolana en sus manifestaciones a nivel micro y
macro, en la intencionalidad de trascender la esfera de acción e influencia del
emprendedor local, para embeber de consideraciones que son propias a
dimensiones ontológicas, epistémicas y gerenciales de realidades de su interés,
que le empoderen para traspasar fronteras comprensitivas en tanto a entornos sociales
complejos y dinámicos, a fin de propiciar la sustentabilidad empresarial y su viabilidad
en la sociedad.
A
tal respecto, se procede a la sinopsis de la investigación, momento en el cual
se traza la teorización que deviene de articular las macrocategorías emergentes
con las síntesis categoriales que emergen del discurso de los actores sociales
en cada unidad hermenéutica, un ejercicio intelectivo y de vida, por tratar de
comprender y significar las dimensiones ontológicas, epistemológicas y
gerenciales que fundamentan esta aproximación teórica y permean la praxis
gerencial a nivel de la alta gerencia en las empresas de servicios que hacen
vida en el contexto socio-económico venezolano, en la premeditación de favorecer
encuentros deliberativos que enriquezcan el conocimiento requerido para
contribuir directa e indirectamente en el crecimiento económico y el desarrollo
humano de este gran país.
Para
ello, resultó ineludible la asunción de un pensamiento complejo, holístico,
integrador, que religara el todo y sus partes a cada paso de la investigación,
imbricando el conocimiento y lo experiencial de mi transitar por caminos
gerenciales e investigativos, con los aportes significantes tácitos, encubiertos
y explícitos contenidos en la narrativa de los actores sociales, todo lo cual
propició la articulación de un constructo particular, idiográfico, que no
pretende la generalización, de naturaleza cualitativa fundamentado en el
paradigma interpretativo, que permitió aportar una manera de mirar y concebir
el mundo, el cual quedó plasmado en un paisaje lingüístico denominado teoría.
En
este sentido, la aproximación teórica orientada a la interpretación y
comprensión de la praxis gerencial en las empresas de servicio en el contexto
socio-económico venezolano, se erige desde los fundamentos ontológicos, epistémicos
y gerenciales, que se constituye desde los testimonios, reflexiones y
esencialidades de los actores sociales, la contribución de los teóricos y
pragmáticos en las diversas áreas del saber que son pertinentes a la temática,
así como en mi propia participación en el rol de investigador, que como sujeto
cognoscente me permite posar la mirada momentánea e indistintamente sobre las realidades
que confluyen en el contexto de estudio delimitado en el propósito de leer,
pensar y reflexionar sobre lo real de las diversas dimensiones del conocimiento
que emerge de ellas, inmerso como tal en un proceso de apertura cognitiva y vivencial, a los fines de develar lo
sustancial del hacer gerencial para trascender el ámbito de lo microeconómico, en
búsqueda del contribuir a una sociedad más humana, sustentable, solidaria y
justa.
De
este modo, se expone la aproximación teórica que posibilita un camino en la
praxis gerencial más acorde a la dinamicidad de la sociedad del conocimiento,
los desafíos de la glocalidad, los requerimientos de eticidad y sentido social,
en aras de la sustentabilidad y viabilidad organizacional para la contribución
en el crecimiento económico y el desarrollo humano. Por consiguiente, se
presentan los fundamentos ontológicos, epistémicos y gerenciales como
dimensiones constitutivas del conocimiento, así como la reticulación sintética
de las macrocategorías emergentes como síntesis de significados, que parten primeramente
desde la libertad económica como política pública por considerar que esta
dimensión es indispensable para el hacer gerencial en un entorno macroeconómico
más favorable para los negocios. Luego, se exponen en ese mismo orden, el sentido
valorativo del trabajo en entornos socio-económicos caóticos, la gestión
sustentable en entornos socio-económicos inestables y por último, la reinvención
estratégica del Ser gerente para la viabilidad organizacional.
Pertinencia de la Aproximación Teórica
La
presente aproximación teórica tiene la intención de una aprehensión intelectual,
un sentir teleológico en busca de la intelección de las
singularidades que vivencia la praxis gerencial en
el contexto de la glocalidad, en la intencionalidad de conseguir y/o proponer alternativas
ante los procesos transformacionales que se han venido produciendo en el campo
de lo político-social, la economía, los valores, las relaciones
gobierno-ciudadanos, tal como se vivencia en la contemporaneidad venezolana. En
este sentido, Martínez (op. cit) expone “A lo universal se llega por medio del
estudio a fondo de algunos casos ejemplares para descubrir y comprender su
verdadera naturaleza, la cual encierra lo universal que, en último análisis, es
signo de lo necesario” (p. 182), significando, no el abordaje ni las inferencias
para lo generalizable, sino la potencial representación de lo universal que
puede ser hallado en lo contextual, como modo de crear y legitimar el
conocimiento que asoma en las vivencias y sentires de los actores sociales
entrevistados, que fueron plasmados en sendas narrativas interpretadas por el
investigador ante una caracterización epocal que no tiene precedentes en la
historia democrática del país, en cuanto a su ámbito poco favorable para hacer
negocios, lo que ha devenido en el cierre de empresas, fuga de cerebros y
capitales, disminución en la oferta de productos y servicios, del PIB y de la
calidad de vida, según significan los actores sociales.
Así,
en atención a las apreciaciones anteriores, se considera pertinente la
aproximación teórica como resultas a un emprendimiento investigativo sobre la
interpretación y comprensión del fenómeno indagado, que requirió de la
deconstrucción, reflexión y posterior articulación de una mirada simple y
compleja, un escenario de escenarios, una tesis permeada en nuestra condición
de seres históricos-culturales, sobre la praxis gerencial en el contexto
socio-económico venezolano, para generar aportes coherentes, consistentes, que se
signifiquen como un insumo a la configuración de haceres gerenciales que
propicien la creación y permanencia de emprendimientos privados dentro y fuera
de nuestras fronteras. En complemento, propuestas en el ámbito macroeconómico
para la consideración de servidores públicos y de la sociedad en general, inspiradas
en la creación de valor para el beneficio de todos los actores involucrados,
que se traduzca efectivamente en el incremento de la calidad de vida de quienes
habitan este país.
Dimensión Ontológica
El
Ser gerente en su cualidad de humano, participa en la transformación del
presente de acuerdo a la intencionalidad de articular un “deber ser” que asome
de una comprensión intelectual, una visión de futuro, que empodere los recursos
a su disposición para la creación del valor propuesto. De allí, que la gerencia
se conciba como acto social no determinístico, no matemático, pues se gestiona
en atención, no solo de recursos físicos, financieros y tecnológicos, sino del capital
humano, facultados también para la intencionalidad, auto-reflexividad y
creación de significado, que potencia la antinomia de escenarios imbricados y
desestructurados, estables y caóticos, con zonas de sentido común e ilogicidad,
complejos e intersubjetivos en toda la carga de significancia que el lenguaje
otorga a tales símbolos literarios en la comprensión y convivencia entre
iguales. Por ello, la enriquecedora experiencia de vida, para quien con
valentía y perseverancia asume riesgos calculados en aras de conjugar la vida
de contemplación con la cotidianidad, su realidad en lo real y la verdad, en proyectos
empresariales que redunden en beneficio de sí mismo y de los diversos
protagonistas que comparten un mismo territorio y epocalidad.
En
este sentido, el hacer gerencia se traduce en transformar para la vida, es el
dignificar la condición de Ser, al crear empresas y generar puestos de trabajo
estables y competitivamente remunerados, que propician la inclusión social de
amplios sectores desfavorecidos de la población, es el coadyuvar en el
bienestar social al diseñar, desarrollar y ofrecer productos y servicios de
calidad para la satisfacción de las necesidades reales e imaginarias, tangibles
e intangibles, de quienes requieren de tales insumos materiales e inmateriales
para dar sentido a su existencia, en su compartir en sociedad.
También,
el hacer gerencia a nivel del sector público, considera el diseñar e
implementar políticas en el ámbito de la macroeconomía devenidas de ideologías,
de maneras de mirar y concebir el mundo en sociedad, que han sido deliberadas
en procesos decisorios en el marco de la democracia, donde todos han tenido el
derecho de construir un consenso societal desde sus disensos particulares.
Luego, el Ser gerente se consagra para llevar a término tal postulado de comunidad,
dejando de lado sus intereses personales para hacer real los anhelos de la población,
desde sus concepciones políticas, económicas, culturales, entre otras. Así, la
concomitancia, la concordancia entre lo propuesto y lo obtenido permite
distinguir entre un estadista y un populista, entre el Ser que hace gerencia
desde el conocimiento y la pasión profunda, de aquel que amparado en el carisma
personal y el dominio de la palabra deshace el valor, las expectativas y los
recursos de sus contemporáneos, la generación que ha depositado su confianza en
tales gerentes de la hacienda pública.
Por
ello, la urgencia en el acompañamiento de las construcciones teóricas a nivel
filosófico-político con las manifestaciones que emergen desde lo societal, pues
las ideologías como concepción de realidades, bien sea en el ámbito de lo micro
o macroeconómico, debieran ser permanentemente contrastadas con lo real, en el
uso de indicadores coherentemente diseñados para ello, de tal manera que se
permita separar la falsedad de la verdad, ya que el funcionario tiene la
responsabilidad de llevar el timón para navegar con éxito a través de mares
inestables y caóticos, hasta llevar a buen puerto las esperanzas, los anhelos
de libertad, igualdad, crecimiento económico y desarrollo humano de toda una
generación. Luego, hacer gerencia desde un sentido ontológico pasa por transformar
para la vida y aún más, es incluir para la vida a aquellos que no han contado
con oportunidades educativas y/o laborales pero que desean insertarse en
sociedad o lograr su movilidad social.
Dimensión Epistemológica
A
diferencia de la medicina, la abogacía, la docencia y otras ramas del saber que
requieren de una licencia para su ejercicio en Venezuela, la gerencia que es
pertinente a múltiples dimensiones del vivir en sociedad, no necesariamente requiere
de estudios academicistas ni de permisos gubernamentales para su práctica. De
allí que, se evidencia un hacer gerencial popular, cotidiano, devenido de la
memoria colectiva y la carga de significados propios de la cultura y
epocalidad, lo cual la diferencia de otra praxis que sobreviene reflexiva,
articulada con rigor según el estado del arte, competente para plasmar visiones
contextualizadas que permiten alterar el presente en consecución del futuro
construido a nivel intelectual, intersubjetivo, transmoderno. A ésta última
concepción, podría señalarse como conocimiento gerencial en tanto epísteme que
otorga sentido a la praxis de las ciencias gerenciales.
Así,
el hacer gerencial adjetivado como exitoso, efectivo en el alcance de sus
propósitos y objetivos, emerge desde principios propios del conocimiento
científico social, en complemento de postulados éticos, creaciones artísticas,
desarrollos filosóficos, que vienen a enriquecer recursivamente la descripción
y explicación, la interpretación y comprensión de los fenómenos que hacen vida
en sociedad. Por ello, la asunción de modelos y herramientas gerenciales concertadas
desde miradas cuantitativas tales como Calidad Total, Reingeniería, además, las
de índole cualitativo que atienden el sentido humano como el Liderazgo, la
Motivación, la Toma de Decisiones e incluso el Cuadro de Mando Integral en sus
perspectivas aprendizaje-crecimiento y clientes. En efecto, para una praxis reflexiva
se requiere la comprensión de los rudimentos propios de tal ciencia, como punto
de partida para construir, avanzar en creatividad, en intuición, en la
cristalización de la visión y la necesidad de compartirla.
Sin
embargo, las implicancias de un mundo globalizado, interconectado e inestable,
hace ineludible el compromiso de atender los llamados de otras dimensiones,
sean éstas políticas, jurídicas, económicas, tecnológicas, ecológicas,
culturales, sociales. Ello convoca del Ser gerente competencias para absorber discernimientos
allende sus propias fronteras epistémicas, en la intencionalidad de generar
nuevo conocimiento, bien sea en su avance comprensivo a título personal o en
aportes novedosos para la gestión de emprendimientos privados o de orden
público. En este sentido, se denota el transitar organizacional desde
estructuras versadas en modelos de control, en otras que propician la
creatividad, la incubación de ideas empresariales innovadoras, la gestión del
conocimiento, la operatividad en múltiples países simultáneamente, con gestión
de inventarios, capital humano y patrimonio intelectual desde el uso intensivo
de tecnologías, para ese insertarse empresarialmente en entornos altamente
competitivos y desafiantes.
Del
mismo modo, las teorías gerenciales van acompañando los avances que vivencian
investigadores competentes en el área, consultores de empresas, ejecutivos externos de múltiples juntas directivas,
quienes legitiman sus propuestas según las resultas que asoman de su
instrumentalización a nivel de las empresas, contextos y realidades
idiográficas. En esta línea de pensamiento, la invitación también cursa a
quienes recorren y superan estudios académicos de quinto nivel, para aportar al
Ser y hacer gerencial en su religación con el ambiente circundante, que en el
caso del contexto socio-económico venezolano, caracterizado en lo inestable y
caótico, viene a significar una atípica oportunidad para la investigación
gerencial, que sea pertinente y en beneficio de las empresas y el Estado, en
fin, de las personas que poseen derechos y deberes en tanto a la inclusión y
movilidad social, así como el disfrute de las bondades propias del crecimiento
económico y el desarrollo humano.
Dimensión Gerencial
En
esta aproximación teórica se comprende la gerencia como un espacio compartido,
comunicativo, propositivo, en la búsqueda de un sentido que considere a la
“producción como bien social” para atender las necesidades de la población,
gestionando la sustentabilidad, no sólo de la empresa o la administración
pública, sino de la condición humana, al servir como proveedores de bienes y servicios
ante los demandas que se presentan en la sociedad. Para ello, el gerente mediante
una praxis enmarcada en los códigos de conducta personales y organizacionales
que no riñan con el marco jurídico imperante, hace uso eficiente de los
recursos a su disposición a fin de obtener el máximo rendimiento posible, en
cuanto a utilidad y bienestar en beneficio de los agentes involucrados en la
cadena de valor y de los mismos clientes.
En
este sentido, la operatividad gerencial en el contexto que caracteriza la
contemporaneidad en Venezuela, requiere de una gestión articulada desde el
pensamiento complejo, transdisciplinario e innovador, para comprender y religar
el sentido y sin sentido de ciertas políticas públicas a nivel de la
macroeconomía que impactan de forma poco favorable el clima para hacer negocios
en el país, aunque el sector privado haya demostrado a nivel glocal su
protagonismo esencial para el desarrollo y bienestar de la comunidad.
Así,
el declive del contexto socio-económico venezolano ha desnudado las falencias
gerenciales de directivos empresariales y funcionarios del gobierno, anclados
en el éxito pasado de sus asunciones economicistas, o en fórmulas empresariales
o de administración pública que resultaron ganadoras en su momento, pero que en
la actualidad parecieran no brindar los resultados y las respuestas esperadas.
Esto último queda testimoniado, en las pérdidas patrimoniales motivado en una inadecuada
gestión del riesgo en cuanto a la ausencia de diversificación en las fuentes de
ingresos, operaciones comerciales circunscritas solo al ámbito local, subsidios
a líneas de producción que corresponden a la dinamicidad de la era industrial, subsidios
a sectores económicos gestionados de una manera inviable, regulaciones rígidas
ante cambios en estructuras de costos, de precios, de intercambio de la moneda,
todo lo cual deviene en una crisis general en el ámbito de lo local.
Por
ello, esta teorización tiene su génesis en la compilación de significados
pertinentes a las políticas públicas, por ser una dimensión necesaria e
indispensable en el repensar de otros rumbos en la economía del país, cuya
incidencia venga a facilitar un clima de negocios favorable que propicie la
continuidad en las operaciones comerciales, así como las reinversiones y
constitución de nuevas unidades de negocios, todo lo cual emerge de la síntesis
categorial del discurso de los actores sociales, cuyos hallazgos posibilitan la
emergencia conceptual que da sentido a la aproximación teórica.
Libertad Económica como Política Pública
Adentrarse
en la comprensión del contexto socio-económico venezolano, es un ejercicio
intelectual que anhela el conocer sobre las relaciones entre un todo y las partes
en permanente interacción, entre el fenómeno en sí y su entorno más amplio,
acompañado de aconteceres permeados por sistemas socio-culturales, prejuicios,
ideologías, tendencias sociales, valores, cuyo abordaje implica un riesgo para
el investigador, pues exige el pensar profundamente sobre diversas narrativas
que en este caso, emergen de significativas aportaciones de los actores
sociales entrevistados, para aproximar a una fusión de horizontes sobre
escenarios tan diversos que permita forjar una opinión propia plasmada en un
constructo, con aportes y conceptos configurados en un todo coherente e
intencional, lo cual requiere de valentía y perseverancia. A tal respecto,
Martínez (op. cit) señala que el esfuerzo comprensitivo se logra “mediante un
proceso dialéctico que, en teoría, es infinito, aunque lo detengamos en un
punto aceptable, de validez intersubjetiva” (p. 150), que a propósitos de la
presente investigación, ha referido en la emergencia de una estructura compleja
y caótica sobre las imbricaciones del fenómeno indagado, abordados en la
pretensión de integrar las particularidades a una aproximación teórica que de
sentido a la praxis gerencial en el contexto socio-económico venezolano.
En
atención a ello, me es necesario partir con un esbozo sobre algunas
consideraciones pertinentes a la cotidianidad, del vivir en sociedad, como lugar
común que nos permite ser plenamente humanos, hermanados por ámbitos
geográficos, vínculos biológicos, costumbres, construcciones intelectuales y de
infraestructura, entre otras tantas manifestaciones, así como por un lenguaje que
es vehículo por excelencia para humanizar, aunque también henchido de memoria
compartida. Todo ello nos modela, nos transforma, nos invita a pensar y
repensar lo societal, para configurarlo y transformarlo por nosotros y para
nosotros, a través de convenciones que no forman parte inamovible de lo real y
por tal, son dinámicas en su esencialidad.
En
este sentido, se concibe el hacer política, en su significación más simplista y
exenta de concepciones negativas en su acepción etimológica, como rama de la
moral que se ocupa del ordenamiento de la ciudad y los asuntos de los
ciudadanos, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas
libres, resuelve los desafíos que le plantea su convivencia colectiva. De allí
que, la política haya emergido como elemento con preponderancia en el discursar
de los actores sociales, bien por su reticular influencia que oclasiona en ámbitos
éticos-morales, económicos, sociales y/o por el exacerbado impacto que ha
tenido en el devenir de las organizaciones que representan, a nivel de la
microeconomía contemporánea venezolana.
Asimismo,
asoman hilos conductores entre el ser individual y colectivo, que en palabras
de Savater (2008) lo elucida de la siguiente forma “en el terreno ético, la
libertad del individuo se resuelve en puras acciones, mientras que en la
política se trata de crear instituciones, leyes, formas duraderas de
administración” (p. 12), lo cual implica una direccionalidad en las diversas maneras
de articular la sociedad, que va tomando formas de acuerdo al consenso que
surge de los disensos deliberados en democracia, ese ejercicio político legado por
la cultura griega para la humanidad en cuanto a la gobernanza de la libertad de
los hombres, que viene a favorecer el razonar, proponer, elegir y revocar
dirigentes, crear desafíos y plantear soluciones, respetar las minorías, la
autonomía personal, la dignidad y la existencia de cada individuo, en tolerancia
a las numerosas realidades plurales sobre una plataforma única, a través de
sistemas lectivos que posibilitan el derecho de aprobar, desaprobar y disentir,
sobre los aspectos que se sometan a consideración de la población.
De
este modo, se configura el entramado institucional coherente a la construcción
del orden social, que sobreviene de las ideologías en sus dimensiones éticas y
morales y de toda una amalgama de contextos, interacciones, ambivalencias y
contradicciones, que requieren de un pensamiento complejo que permita concebir
las emergencias. De allí que, en palabras de Morin (op. cit) “La acción
política se ha basado siempre, implícita o explícitamente, en una concepción
del mundo, del hombre, de la sociedad y de la historia, es decir, en un
pensamiento” (p. 45), que viene a dirimirse en el ámbito público según
corresponda al deseo de las mayorías.
En
atención a ello, las ciencias sociales tiene entre sus propósitos el
reflexionar sobre el sentido de las instituciones, describir para explicar y/o
interpretar para comprender sobre los fenómenos sociales, así como aportar
escenarios, propuestas, aproximaciones intelectuales sobre estrategias que
permitan superar satisfactoriamente los desafíos epocales. De esta suerte, teorizo
desde la premisa que el éxito de los
supuestos políticos y económicos se legitima en el análisis del comportamiento
económico y social del país, en cuanto a la satisfacción de las necesidades de
sectores desfavorecidos de la población, el despliegue de sus capacidades y la
protección de los derechos de sus habitantes, que permitan alcanzar los
idearios de libertad e igualdad, conforme a las doctrinas políticas convalidadas
en procesos eleccionarios.
En
esta línea de pensamiento, es válido acotar que en pleno siglo XXI aún
persisten antagonismos excluyentes en las concepciones de hacer política, o
sea, interpretaciones parceladas de articular la sociedad que se decantan entre
extremos tales como, los capitalistas, quienes conciben el mercado en su
capacidad para autoregularse y propiciar por sí mismo el desarrollo de todos
los ciudadanos, aunque la crisis financiera mundial del 2008 cuestionó los
cimientos de tal postura y, los socialistas por su parte, quienes estiman que
la institución económica del mercado genera muchas desigualdades y exclusiones,
lo que propicia la activa intervención del Estado, aunque con ello, se pudiera
degenerar en regímenes totalitaristas, tal como refiere Gómez (op. cit) al
señalar que “El Socialismo, en su afán de privilegiar la igualdad, tiene
forzosamente que aplastar las desigualdades, por las cuales no puede ser sino
totalitario” (p. 11), significando la liquidación radical de la libertad
individual.
En
cuanto a la ética, los capitalistas apelan a un conjunto de principios con
amplia significancia en lo individual, mientras que los socialistas se orientan
por aquellas de alto contenido social. Así, en lo jurídico, el liberalismo opta
por la justicia, normativa y de carácter general que no hace distinción de
personas, mientras que las corrientes socialistas propugnan la justicia social,
que tiende a favorecer los intereses de determinados grupos sociales, entre
ellos, los más desfavorecidos, aunque esto, conduce a la arbitrariedad, pues
contradice el principio fundamental de igualdad ante la ley y conlleva, en
palabras de Hayek, citado por Marchesi y Sotelo (op. cit) “a la ineficiencia
del sistema económico de un orden de mercado” (p. 93), de allí, que el primer
ideario político económico referenciado se fundamente en la libertad del
individuo mientras que, la segunda concepción se decide por la igualdad de la
sociedad.
En
complemento con la línea conductora de este aparte, es pertinente categorizar
algunos objetivos de las políticas económicas, indistintamente de las
ideologías que las articulan, que en propuesta de Kirschen, citado por Marchesi
y Sotelo (op. cit), se configuran como sigue, a saber, la estabilidad de
precios y pleno empleo como expectativas coyunturales que corresponden al
bienestar económico, en conjunto con la expansión de la producción y mejor
distribución de la renta. Seguidamente, los propósitos asociados al bienestar
social, entre los que destacan la defensa, educación, salud, seguridad,
protección del ambiente, servicios básicos, calidad de vida, entre otros
aspectos. Por último, los que corresponden a variables instrumentales, tales
como balanza de pagos, liquidez monetaria, tasa de inversión, promoción de la
competencia interna, entre otros. Por su
parte, Solá, citado por los mismos autores, concibe el diseño y la
implementación de las políticas económicas de acuerdo a dos fines
jerarquizados, esto es, aquellos objetivos máximos representados en la
libertad, la justicia y la igualdad, para acto seguido, definir los de orden
económico-instrumental tales como el pleno empleo, estabilidad de precios,
equilibrio de la balanza de pagos y el desarrollo económico.
Dicho
esto, se comprenden los contínuos referentes de los actores sociales, en
relación a las políticas económicas en Venezuela, las cuales se han configurado
de acuerdo a una ideología radical que concibe el desarrollo humano como su
razón de ser, de allí la alta intervención del Estado en el control de los
factores de producción para la creación de riqueza y una mejor distribución de
la renta. Es así que, el gobierno se caracteriza por un discurso y accionar
anticapitalista, por considerar esta manera de mirar y concebir el mundo, como absoluto
responsable de las grandes desigualdades sociales, el consumismo, la
explotación del hombre por el hombre, la pobreza y otras tantas exhibiciones
indeseadas; aunque en la evaluación de las acciones gubernamentales en sus
dimensiones político-económicas de orientación social, con respecto a los resultados
que arrojan indicadores macroeconómicos oficiales, aun quedan muchos desafíos
por superar, pues se evidencian desfases e incoherencias existentes entre los
objetivos propuestos y los logros alcanzados.
Por
ello, destaco que así como en la ruta indagativa de las ciencias sociales se
evidenciaban dos lógicas consideradas antagónicas, representadas en las
perspectivas positivistas e interpretativistas como prismas observacionales o
vivenciales para acercarse a la explicación y/o comprensión de parcelas de la
realidad, ya conciliadas según Rusque (op. cit) por un “período pluralista, en
el cual ningún concepto, ninguna teoría, ningún método puede pretender una
hegemonía” (p. 11), lo que presupone la tendencia a coexistir en la práctica; de
forma análoga y en el campo político-económico, existen intelectuales que fijan
posición por una concertación entre el liberalismo económico y el estado del
bienestar, entre el crecimiento económico y el desarrollo humano.
Así,
Marchesi y Sotelo (op. cit) conciben uno de los mayores aportes a la
aproximación teorética, al exponer que “el desarrollo humano, no como oposición
al desarrollo económico de los hombres, sino como un paso más de éste hacia la
calidad de vida” (p. 114), lo que tiene incalculables implicancias en el diseño
e implementación de políticas públicas que sean pertinentes al contexto
socio-económico venezolano, pues resulta evidente que el sistema de economía de
mercado se ha convertido en el más factible, si se desean alcanzar los
objetivos de la política económica que se conciban, deliberen y sean propuestos
para su instauración.
A
tal respecto, Fukuyama, citado por Revenga (2007), advierte que la historia ha llegado
a su fin, pues a nivel mundial “se constata una confluencia en las
instituciones políticas y económicas, una convergencia en los modelos
históricos, económicos y políticos, que desembocan en el capitalismo
democrático” (p. 55), como sistema que se legitima en el grado de riqueza y
desarrollo que ha propiciado en producir. Por ello, tal ejercicio de Estado
convoca la atención de gran parte del concierto de naciones, pues el primer
mundo se percibe como la sociedad anhelada, incentivando importantes
movimientos migratorios desde los países que aun se pasean por experimentaciones
sociales, década tras década, las cuales aun no alcanzan los resultados
esperados a pesar de las buenas intenciones de los hacedores de políticas públicas.
En atención a esto, cabría preguntarse ¿qué sentido tiene seguir diseñando
proyectos de ingeniería social?
En
torno a ello, cabe considerar que la economía podría definirse como realidad
compleja, expresión indisoluble de la cultura, y como tal exenta de un proceso
de racionalización pura y/o aplicable de manera universal. Se reitera entonces,
en la necesidad de generar propuestas, planes, propósitos, que consideren las
particularidades del entorno venezolano y que a su vez pretendan ser efectivas en
el respeto por la diversidad de ideas, la libertad, la igualdad, el incremento
en la calidad de vida, e instrumentalmente, en la estabilidad de precios, el
mejoramiento en la producción interna, la viabilidad en la balanza de pagos, el
empoderamiento del talento humano, la apertura a la inversión extranjera, la
transferencia científica y tecnológica, que estimulen el desarrollo de las
potenciales a nivel local, entre otras tantas intenciones, aunque alejado, en
mi manera de ver, del conductismo y la certeza causalística en el campo de las
ciencias sociales, lo que dejaría espacio para la ecología de la acción, en la
multideterminación e incertidumbres que según Morin (op. cit) “en el momento
que un individuo emprende una acción, cualesquiera que fuere, ésta comienza a
escapar a sus intenciones” (p. 115), significando la dificultad de todo
emprendimiento político, económico y social, debido a las inter-retro-acciones del
medio en el que se interviene.
Así,
los actores sociales propugnan por la libertad económica como política pública,
conceptualizada por Ohmae (op. cit) como “libertad de movimiento de las
mercancías, de las personas, del capital y de establecimiento” (p. 153), que
conlleva la consideración de propuestas en las siguientes áreas: la flexibilización
en los sistemas de control de convertibilidad de la divisa, para integrar a los
sectores productivos en el intercambio comercial allende las fronteras, así
como desestimular la competencia que representan las importaciones a tasas
subsidiadas que atentan contra el “Hecho en Venezuela”; la flexibilización en
el control de precios, lo cual evitaría la producción a pérdida en el sector
privado, por el desfase existente entre la estructura de costos reconocida por
los diversos organismos públicos con competencias en el área y los precios
máximos de venta al público autorizados.
Es
manifiesto que la implementación de ambas propuestas, traerían en el corto
plazo, consecuencias negativas sobre amplios sectores de la población, en
términos de inflación, empero reducirían el desabastecimiento y la escasez, como
bien lo señala Greenspan (op. cit) al referir el final de los controles de
precios y producción en la Alemania Occidental “Al principio los precios eran
desorbitados, pero fueron bajando cuando la oferta adicional abrumó a la
demanda” (p. 153), lo que abriría una nueva etapa económica que favorezca y
proteja la inversión privada, lo cual fomentaría la competitividad, que a fin
de cuentas, ha demostrado su efectividad para regular los precios a través del
incremento de la oferta,
En
complemento, se sugiere la implementación de una política monetaria que atenúe
la emisión de dinero inorgánico en aras de lograr la estabilidad en el poder
adquisitivo del Bolívar fuerte, pues Keynes citado en Greenspan (op. cit)
afirma “Lenin sin duda tenía razón. No existe medio más sutil ni seguro de dar
un vuelco a la base existente de la sociedad que corromper la moneda” (p. 343),
lo que en Venezuela ha impuesto, entre tantas otras medidas, la praxis de
contínuos aumentos salariales para la masa laboral en la administración pública
y privada, que en última instancia, presenta tasas reales negativas con
respecto al incremento en el INPC y por ende, son inefectivas.
Así,
para tener éxito en acciones que incentiven la estabilidad de la moneda, se
requiere una integralidad en el abordaje a nivel de lo macroeconómico desde las
esferas políticas, para atender simultáneamente diversos factores monetarios,
fiscales y operativos que repercuten en su manifestación. En este sentido, se sugiere
la redirección gerencial de la principal empresa generadora de divisas para el
país, PDVSA, para concentrar sus esfuerzos estratégicos en el negocio medular,
optimizando el uso de recursos financieros para la reinversión en exploración y
explotación de hidrocarburos, así como en la producción y comercialización de
derivados del petróleo en el propósito de alcanzar su sustentabilidad y
viabilidad, sin necesidad de depender del financiamiento recurrente del BCV
para el pago de sus compromisos en moneda local, lo que ha obligado en
recursividad, a la emisión de dinero sin respaldo por parte de su financiador, tal
como ha sido suficientemente referido en el cuarto momento de la investigación.
En
este sentido, refiere Greenspan (op. cit) que “Hemos visto una y otra vez en
los países en vías de desarrollo, que un endeudamiento y gasto gubernamental
desenfrenado producen hiperinflación y devastación económica” (p. 267), lo que
justificaría disminuir los aportes financieros y de logística que PDVSA
actualmente orienta hacia el gasto social, representado en las misiones creadas
por el Estado, para utilizarlo en sí misma y en proyectos de inversión u
optimización que ofrezcan adecuados niveles de retorno, para la constitución de
fondos de estabilización macroeconómicas y de inversión, que hagan factible el
desarrollo de proyectos de infraestructura que empoderen las potencialidades
existentes en los abundantes recursos físicos, naturales y humanos que existen
en el país.
Empero,
menores subsidios a amplios sectores de la población, reducirían la sensación de
prosperidad que desea promoverse, aunque fomentarían la participación en
actividades productivas, que vienen a contribuir al sentido valorativo del
trabajo, el cual es un constructo destacado en su significado por los actores
sociales, que se desarrollará como hallazgo, en un aparte de esta aproximación
teórica. De hecho, existen diferencias conceptuales entre “gasto social” e
“inversión social” y la gran disimilitud radica en la sustentabilidad de las
políticas, pues al agotarse los recursos se suele acabar con las prebendas,
mientras que, las partidas orientadas a la educación y emprendedurismo, entre
otras áreas, suelen propiciar la movilidad social de amplios sectores de la
población, haciéndoles menos susceptibles ante las crisis financieras.
En
atención a la magnitud de las sugerencias propuestas, se ameritaría la
refundación del entramado institucional de la sociedad, que en Venezuela tiene
vías contempladas a través del proceso constituyente que permite la
Constitución Nacional. En efecto, los ingresos petroleros y fiscales
representan en nuestro país, una atracción para candidatos y gobernantes de
turno en cuanto a la manera de concebir la sociedad, en la visión de repartir o
invertir la renta, en contrapeso, se necesita un fortalecimiento institucional y
una separación de poderes que propicie el adecuado funcionamiento del orden
social y rectifique más deprisa las
desviaciones discrecionales que no correspondan al deber ser, según la moral y
buenas costumbres que hayan sido incorporadas en el marco jurídico imperante.
Para
ello, la necesidad en palabras de Morin (op.cit), de “un parlamento
representativo salido de unas elecciones, la separación de los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial, una pluralidad de concepciones y opiniones
antagonistas en la arena política, libertad de prensa, de medios y de opinión,
respeto a los derechos individuales, protección de las minorías o de origen”
(p. 63), de tal manera que se propicie la alternancia en el poder en la
administración pública, que posibilite el diseño e implementación de políticas
públicas para el beneficio del país a futuro, a fin de evitar la articulación de
estrategias populistas a corto plazo que se patentizan en el incremento del
gasto social para propiciar una percepción de prosperidad, la cual no ha
encontrado sustento viable, como lo reflejan los indicadores macroeconómicos.
Al
mismo tiempo, la reducción en el tamaño del Estado es otra propuesta a
considerar por variados motivos, tales como, una representación significativa
de las empresas que han sido expropiadas o confiscadas, están produciendo a un
menor nivel de lo esperado, y algunas operan a pérdida, lo que implica, según
Ohmae (op. cit) “La provisión de subsidios a sectores ineficientes de la
economía es un desperdicio de riqueza” (p. 251), por las constantes inyecciones
de capital por parte de la administración pública. Igualmente, la nómina de
empleados públicos en conjunto con los planes sociales, amerita la orientación
de colosales recursos financieros para el pago de compromisos, lo que impacta
en el déficit fiscal, el cual ha venido siendo financiado en parte, por
préstamos de otros países que hipotecan el futuro de las siguientes
generaciones o con la emisión de dinero inorgánico, lo que ha devenido en una
práctica recursiva, donde en palabras de Morin (op. cit) “los productos y los
efectos son, al mismo tiempo, causas y productores de aquello que los produce”
(p. 106), contraviniendo la intencionalidad de proteger a los sectores desfavorecidos,
al hacerlos vulnerables ante la pérdida del poder adquisitivo de los salarios
que reciben, afectando su prosperidad.
A
título de reflexión, no se trata de una absoluta desregulación de los mercados
pues la economía venezolana arrastra fallas coyunturales desde los albores de la
democracia en el país, amén de la necesidad de la supervisión estatal para
impedir la conformación de monopolios y/o las actividades especulativas que
afecten los derechos de la población, empero debería optarse por la
conceptualización e implementación de políticas que emerjan de una ideología
favorable al libre mercado, en contraposición a las actuales de planificación
central, caracterizadas por no concebir al empresario como un adversario a
vencer en el contexto de una “guerra económica”, sino como un socio en la
generación de empleos y renta, el incremento en la oferta de productos y
servicios, el desarrollo económico y social.
Considero
que el Estado podría administrar un menor número de empresas, para una mayor efectividad
en la gestión pública de las áreas estratégicas que son de su competencia, así
como la orientación de recursos fiscales para el gasto social en beneficio de
los sectores desfavorecidos, aunque acompañado de emprendimientos educativos de
alta calidad y pertinencia, que empoderen al individuo para ser útil a sí mismo
y a la sociedad. En complemento, se sugiere evitar las distorsiones económicas para
un mayor incentivo y protección a la actividad productiva y la economía real. Pienso,
que la simbiosis Estado-sector empresarial es indispensable para la
construcción sinérgica de un mejor país, y para ello, la libertad económica
como política pública coadyuvaría al desarrollo empresarial, con un
acompañamiento de leyes e instituciones que castiguen prontamente las
desviaciones del bien hacer en el plano económico y social, pero que promuevan
la confianza, la producción, las fuentes de empleo, la generación de renta con
sentido social, que contribuyan en el crecimiento económico y el desarrollo
humano.
En
consecuencia, se pueden lograr superávits fiscales gracias al conservadurismo
fiscal y el crecimiento económico. Otros países lo evidencian. Sin embargo, los
derechos de propiedad garantizados por el Estado, así como el emprendedurismo
privado tolerado con libertad y seguridad, conforman fundamentos clave para el
crecimiento, pues la competitividad motiva a las personas a volverse más
productivas y a mayor productividad, mayor prosperidad. Por su parte, en la
economía venezolana caracterizada por la monoproducción y baja diversificación,
los excedentes fiscales permitirían la sobrevivencia en períodos de bajos
precios del petróleo y, ante las recuperaciones de los ingresos, el pago de la
deuda pública nacional, en detrimento de mayores gastos o rebajas fiscales.
Es
sabido, según Greenspan (op. cit) que “Históricamente, las sociedades que
buscan altos índices de gratificación instantánea y están dispuestas a tomar
prestado contra futuras rentas para conseguirlas, las más de las veces han
sufrido inflación y estancamiento” (p. 287), lo que amerita cambios de
paradigmas políticos y societales. Por ello, en medio de una crisis de balanza
de pagos en Venezuela, la ocasión es propicia para emerger con una nueva
identidad que permita insertar a la sociedad venezolana en los requerimientos
de la economía globalizada, la cual es altamente competitiva, la búsqueda de
nuevas fuentes de ingresos y otros patrones de manejo de la hacienda pública, para
mejorar la calidad de vida de los conciudadanos, traducido en un bienestar, no
solamente material, sino también, en un sentido existencial de sosiego y paz
social.
Sentido Valorativo del Trabajo en Entornos Socio-económicos
Caóticos
Podría
considerarse que el sentido valorativo del trabajo se hace sentido al
subjetivizarse a través del interés de cada uno, lo que invita a considerarlo como
dimensión de la vida cotidiana que es legítima para subsistir, para el
desarrollo personal, para generar renta, para insertar al sujeto en la
sociedad, dignificándolo por su contribución al todo social, al desarrollo
familiar y comunal, que otorga sentido de pertenencia en tanto a organizaciones
que apoyen la condición de ciudadanía, compartiendo sentidos y significados con
sus congéneres. Es un valor que en el contexto socio-económico venezolano, evidencia
particularidades referidas por los actores sociales, que promueve un llamado de
atención para su reflexión, desde la interpretación y comprensión del fenómeno
que se vivencia, por un interés que no compete solo a quien investiga, sino a gobiernos
y organismos multinacionales.
En
este sentido, la Organización Internacional del Trabajo OIT (2015) en su
informe de tendencias “Perspectivas Laborales y Sociales en el Mundo” (2015), revela
que el panorama laboral empeorará durante los próximos cinco años, con especial
énfasis en regiones y economías de ingresos medianos y en desarrollo, tales
como América Latina, y será potenciada en aquellos países exportadores de
petróleo que están siendo afectados por la caída en los precios del producto. También,
denota la reducción en los empleos versados en ejecución de actividades
rutinarias que requieren calificaciones medias, aunque evidencia una demanda
creciente de puestos de trabajo en los extremos superior e inferior en la
escala de calificaciones, lo que amerita tanto trabajadores del conocimiento
altamente competentes, como operarios sin mayor educación, lo que connota toda
una serie de cambios constantes que impactan a millones de personas en diversas
latitudes.
A
nivel local, el Instituto Nacional de Estadística INE (2015), organismo
adscrito al Ministerio del Poder Popular de Planificación de la República
Bolivariana de Venezuela, en su último reporte del indicador global de la
fuerza de trabajo correspondiente al segundo semestre del año 2013, registra
una población económicamente activa cifrada en 13.994.731 personas, de las
cuales 12.948.068 personas se encuentran ocupadas, para un total de 92,5%, una
de las más altas del mundo, en comparación con España o Italia, países que
según el portal especializado en temas económicos Expansión (2015), para marzo
del mismo año tenían tasas de empleo ubicadas en el 77% y 87% respectivamente,
respecto a su población económicamente activa. Sin embargo, es válido destacar
que no es coherente comparar tasas de ocupación con tasas de empleo, pues una
persona ocupada pudiera no contar con un empleo formal que le brinde las
ventajas de estabilidad laboral, planes de prestaciones sociales, fondos de
jubilación, entre otros beneficios.
Por
ello, se hace preciso determinar la composición del índice de ocupación en
Venezuela en cuanto a sector formal e informal, para tratar de hacerlo equiparable
con las estadísticas que se llevan en otros países. Así, para el cierre del
2013 y según el mismo informe presentado por el INE (2015), existían 7.646.262 personas
en el sector formal venezolano, para un total del 59,1% de la población
ocupada, mientras que en el sector informal la cifra ascendía a 5.301.472
personas, para un 40,9% de la población ocupada. En este sentido, 7.646.262
personas con un empleo formal con respecto a una población económicamente
activa de 13.994.731 personas, representaría un total de 54,64% como tasa de
empleo o en contraposición, una tasa de desempleo que alcanza el 45,36%.
Por
consiguiente, un segmento representativo de la población económicamente activa
en Venezuela que se ubica en el sector informal, según aportes brindados por Eljuri
(2014), desarrolla actividades por cuenta propia, laboran en empresas
familiares que contratan un número menor a 5 empleados, o pertenecen al sector
buhoneril, aunque con las modificaciones de la Ley del Seguro Social (2010), se
ha facultado a los trabajadores no dependientes para ampararse bajo los
beneficios de este sistema, proporcionándose así seguridad social para la
mayoría de los venezolanos, representado en el pago de una pensión de
jubilación correspondiente a un salario mínimo mensualmente, así como
beneficios de atención gratuita de salud, en diversas instituciones
administradas por el Estado.
Sin
embargo, las estadísticas oficiales que dan la imagen situacional sobre el
sector, están articuladas de una manera que difiere de los patrones comunes a
nivel mundial y hace confuso diferenciar las personas empleadas que disfrutan
de los beneficios de Ley, de aquellas que nos los tienen. En este sentido, se comprende
la percepción de opacidad en la publicación de data macroeconómica que se asoma
en la narrativa de los actores sociales. Así, la información con respecto a la
constitución de la fuerza laboral en Venezuela presenta un retraso de 15 meses
en comparación con la data citada de otros países, en este mismo aparte. Otro
tanto sucede con las resultas del PIB, cuya última publicación refiere a
septiembre de 2014, lo que imposibilita el análisis actualizado sobre el
funcionamiento de la economía y la efectividad de las políticas públicas
implementadas, aunque se pueden inferir algunos escenarios. Por ejemplo, si
existe relativa estabilidad en las cifras de ocupación expuestas por el INE y
continúa la tendencia a la baja, en el aporte de sectores estratégicos al PIB,
tales como manufactura, construcción y comercio, se podría estimar una
tendencia al ascenso, en la población económicamente activa que se registra
bajo el sector informal.
Empero,
la magnitud de este sector no es particularidad única de la economía
venezolana, pues como destaca Morin (op. cit) “A diferencia de los países del
Norte (Europa Occidental y Norteamérica), una importante fracción de la
población de los países del Sur obtiene sus ingresos de la economía informal”
(p. 114), sector que se caracteriza por no ofrecer estabilidad laboral, bonos,
aumentos, seguros de hospitalización, cirugía y maternidad, entre otras
bonificaciones, lo cual hace inestable la inclusión social de amplios sectores
marginados de la población, en la creación de bienes y servicios, que les
permita ingresos suficientes para acceder a otros bienes y servicios. Para
España (op. cit) “al hablar de un “buen trabajo” nos referimos tanto a la
rentabilidad como a su utilidad para la sociedad” (p. 149), que podría entrañar
el desarrollo de actividades productivas
de los agentes económicos, incentivadas por el Estado a través de un marco
regulatorio favorable, así como el financiamiento de capital de trabajo a tasas
preferenciales, que permita iniciar o mantener emprendimientos comerciales y/o
industriales que generen ingresos suficientes para la satisfacción de las
necesidades básicas en el núcleo familiar, lo que incide en el desarrollo
económico del país.
Dado
que en Venezuela, se evidencian controles gubernamentales en diversas áreas de
la economía, que incentivan algunas distorsiones coadyuvadoras de arbitrajes
que suelen ser monetizados por la población, aunado a un incremento
descontrolado de la inflación, se significa la emergencia de algunos cambios
paradigmáticos en el actuar de la fuerza laboral en Venezuela producto de un
entorno caótico que no tiene otros referentes a nivel de Latinoamérica, según
expresan los actores sociales participantes de la investigación, quienes han revelado
que gestión del capital humano se ha convertido en uno de los principales
desafíos que enfrenta la alta gerencia de las empresas de servicio, motivado en
la disminución de la calidad vida por la pérdida del poder adquisitivo de la
masa laboral, las preocupaciones por la continuidad o no, de las operaciones comerciales
de las organizaciones para las cuales laboran, lo que impacta negativamente en el
ambiente organizacional, así como las posibilidades de altas ganancias a corto
plazo que pueden ser tomadas por los individuos, al participar de actividades
que han resultado de las distorsiones ya referenciadas. Esto incide
parcialmente, en la migración del sector formal al informal, que reportan
algunos de los entrevistados.
Así,
la probabilidad de generar renta desde actividades especulativas propias de
distorsiones económicas, que son ajenas a la productividad y la participación
activa en la economía real, hacen dependiente a la población de fuentes de ingresos
que no guardan relación con un trabajo estable y que, más de las veces,
devienen en prácticas que se riñen con la eticidad, lo que pudiera llevar a un
relativismo moral en cuanto al bien hacer, afectando la cosmovisión y el orden de
toda una sociedad.
Vale
destacar, que la racionalidad económica lleva a los individuos a tomar las
decisiones que mayor satisfagan sus expectativas, invirtiendo de su tiempo y
recursos en aquellas actividades que les sean más redituables, empero, cuando
éstas no requieren mayor formación de las personas por medio de la educación, o
añadir valor intelectual en lo que se produzca u ofrezca, o el desarrollo de
competencias y habilidades personales, o la transformación y/o comercialización
de bienes o servicios, se está en presencia de una economía precaria, poco competitiva
y no diversificada, que tendería a desaparecer en la medida que se agoten los
subsidios y la distribución de los recursos fiscales a través de los diversos
emprendimientos gubernamentales orientados al gasto social o al momento de finalizar
las distorsiones económicas al sincerarse y atenuarse los controles impuestos
sobre diversas áreas del hacer económico de la sociedad.
A
fin de interpretar el singular contexto de la sociedad venezolana, es legítimo
analizar las singularidades y desigualdades culturales que permean las diversas
cosmovisiones, de sociedades que hacen vida en ámbitos geográficos y/o
epocalidades diversas, en aras de una mejor comprensión de los fenómenos que se
vivencian. A tal respecto, Morin (op. cit) ha establecido cierta diferenciación
entre los países del Norte y del Sur, en cuanto a la participación de la masa
laboral en los sectores formal e informal de la economía. Algunos autores han
significado esto último, en la influencia de las religiones sobre la percepción
que tiene la sociedad en relación a la actividad laboral. Así, Taylor (op. cit), infiere que la
influencia formativa de la ética del trabajo proveniente de los grupos
protestantes tuvo un impacto en la cultura moderna capitalista, especialmente en
el mundo anglosajón, por hacerse hincapié en el desarrollo de trabajos
contínuos y disciplinados, para luego disfrutar de sus frutos con sobriedad.
En
efecto, Weber, citado por Taylor (op. cit), concibe que la noción puritana del
llamado a una vida cristiana “contribuía a propiciar, un modo de vida centrado
en el trabajo disciplinado, racionalizado y regular, a la par de unos frugales
hábitos de consumo, y que esta forma de vida facilitó mucho la implantación del
capitalismo industrial” (p. 241), debido a que una dedicación laboral a la
generación de ingresos mediante actividades productivas, amén de una estructura
de gastos inferior a lo percibido, propiciaba la generación de una renta que
posteriormente podría ser ahorrada para atender los imprevistos del futuro, reinvertida
en el crecimiento de sus propios emprendimientos y/o en la calidad de vida
familiar.
Igualmente,
Toffler (op. cit) señala que “El protestantismo en occidente, en vez de
suprimir el deseo material, predicó el trabajo duro, la frugalidad y la virtud.
Occidente adoptó en gran medida esos valores y se hizo rico” (p. 43) significando
el proceder de un grupo individuos, opositores a la religión que prevalecía en
su tiempo, quienes se orientaron por la generación de ingresos ejecutando
actividades provechosas, en complemento a una vida sencilla y cooperativa que
permitía la actitud del ahorro, en un marco de alta significancia valorativa y
de respeto mutuo, cuya manera de ver y concebir el mundo fue adoptada por toda
una civilización, lo cual les llevo en parte, a una prosperidad material que favorece
el bienestar de la sociedad. En esta línea de pensamiento, Lipovetsky señala
que “Los puritanos protestantes vieron en la tarea un deber asignado por Dios
al hombre” (p. 172), lo cual les permitía a este grupo representativo de la
sociedad, asociar la actividad laboral con el desarrollo de los propósitos
existenciales en la vida terrena, toda una dimensión positiva en cuanto al
apropiado uso del tiempo y los recursos. Así, emergía una alta carga de
significancia en cuanto al sentido valorativo del trabajo.
A
nivel local, con una sociedad con predominancia católica en sus concepciones de
vida, Pérez (1998) en alusión a un estudio sobre valores y ética de negocios en
Venezuela, asoma que para algunos gerentes “el concepto de éxito está moldeado
por lo que ellos interpretan como una herencia religiosa que predispone a no
quererlo o aceptarlo por completo” (p. 67) significando de alguna manera la
aversión por el éxito y la felicidad. Ello podría comprenderse en parte, por el
aporte de Weber, citado por Pérez (op.cit), quien interpreta que “los católicos
valorizan el desprendimiento de un mundo regido por la búsqueda de metas
supremas y, por ende, al contrario de los protestantes, no conceptualizan el
trabajo como una forma de llegar a la salvación” (p. 68), lo que configuraría
la inclinación de amplios sectores de la población, por el desprendimiento y/o el
conformismo en detrimento de la validez y/o legitimidad, de actividades tales
como el emprendimiento, el trabajo, el desarrollo personal, el diseño e
implementación de planes de vida, entre otras dimensiones de la cotidianidad.
Ahora
bien, la asunción de una carga valorativa hacia el trabajo, o en cualquier otra
dimensión de la vida misma, no es potestad exclusiva de los grupos religiosos,
pasados o presentes, pues como lo señala Morin (op. cit) “los imperativos
morales están presentes tanto en las grandes religiones universalistas como en
el humanismo laico” (p. 261), donde ambos discursos conocen de expresiones positivas
y ejemplares, así como carencias y lagunas, tal como refiere la historia en su
dibujar de las actuaciones y relaciones del hombre en esta aldea global. Concurro,
en que la concepción laica va acompañada de la pérdida de fe en la revelación
divina, pero como cosmovisión personal o de la sociedad, tiene todas las
prerrogativas para así ser asumida, pues compartimos en un mundo donde el
derecho a la libertad de conciencia, de pensamiento y de religión es
considerado como un fundamento del sistema, para aquellas sociedades que
vivencian la modernidad o sus estadios posteriores. De allí, el génesis de la
libertad, en su sentido más amplio, dignificante y significante.
Igual
consideración, para la diversidad de pensamiento en la comprensión de
determinados fenómenos sociales, sin que alguna de las posturas asumidas y
consideradas excluyentes, dejare de ser legítima o válida “per se”, las cuales
pueden emerger desde el prisma de la complejidad, del pensamiento dialógico,
donde el sentido y el sin sentido pudiera tener cabida simultanea para el
enriquecimiento de la interpretación. Por ejemplo, para quienes adoptan el
socialismo a la venezolana, perciben que el sistema capitalista propicia el
secuestro de las remuneraciones de la masa trabajadora, por parte de un
empresariado egoísta e inescrupuloso, en el entorno de una contínua e
inexorable “guerra económica”. Por su parte, otras miradas lo significan en la pérdida
del poder adquisitivo de la moneda en el contexto socio-económico local, como
efecto de las políticas monetarias laxas que emanan de las autoridades del BCV,
lo cual ha acaecido en la inestabilidad de la divisa y la distorsión de la
dinámica económica local, personificada en el cierre de empresas y pérdida de
empleos, inflación, escasez, entre otras manifestaciones ya referidas. Es la
ambivalencia interpretativa sobre el mismo fenómeno en cuestión, que divide a
amplios sectores de la sociedad venezolana, incrementando los niveles de
tensión a nivel de los diversos estratos.
Sin
embargo, la globalización como fenómeno mundial, converge en un proceso de
homogeneización y estandarización a nivel de las diversas culturas, lo cual invita
a una reflexión sobre la actividad laboral en el contexto de la glocalidad, así
como en el sentido valorativo que le es pertinente, acompañada indistinta y
complementariamente, de las concepciones que se abaten entre el respeto y la
radicalidad, que pudieran emerger de los ámbitos religiosos y/o políticos a
nivel del presente venezolano, en la intencionalidad de comprender la fisonomía
requerida para la inclusión del país en las dinamicidad económica que se
vivencia en el concierto de naciones, en aras de la competitividad, el pleno
empleo, la erradicación de la pobreza, el desarrollo humano y otros tantos
desafíos propios de la era contemporánea.
En este sentido, Kaplan y Norton (op. cit) refieren
algunas transformaciones en el pensamiento empresarial, en ese transitar desde
la era industrial a la era del conocimiento, que se evidencia en un
desplazamiento en el propósito de las contrataciones del personal, pues antes
se requería preponderantemente la ejecución de trabajos físicos completamente
normados mientras que, en la actualidad se inquiere por el pensar que emerge
desde la gerencia media y niveles operativos, por ideas que colaboren en el
mejoramiento contínuo de los procesos y las actuaciones cara a cara con los
clientes. Por ello, la necesidad de “una gran recualificación de los empleados,
para que sus mentes y sus capacitaciones creativas puedan ser movilizadas en
favor de la organización” (p. 141), lo cual implica el diseño de políticas de
contínua capacitación de personal, así como importantes desembolsos de recursos
financieros para la implementación de tales planes de desarrollo, que
incentiven la efectividad en la consecución de los objetivos y propósitos propuestos.
Sin
embargo, la evaluación financiera a corto plazo descontextualizaba el
sostenimiento de unas inversiones que realzaran la capacidad del personal e
incluso, de los sistemas y procesos de la organización. Así, la creación de
valor para el accionista, como propósito primordial, impactaba positivamente en
la sustentabilidad organizacional al favorecerse la optimización en el uso de
los recursos disponibles, que implicaba entre otros aspectos, recortes en
costos y gastos en todas las áreas, aunque ello comprometiera seriamente el
futuro de la empresa, al no empoderar al personal y los sistemas para enfrentar
los desafíos propios de una época altamente competitiva. Desde tal cosmovisión,
los autores referidos articularon una perspectiva en su herramienta gerencial
denominada Cuadro de Mando Integral, referida al aprendizaje-crecimiento, por
considerarse un inductor necesario para conseguir la excelencia en los
indicadores de gestión de otros horizontes que le acompañan, a saber, las
perspectivas referidas a los procesos, los clientes y las finanzas.
Es por ello que, una fuerza de trabajo educada
para atender con éxito los desafíos de la epocalidad, es un componente
indispensable en cualquier economía, pues permite aportar valor intelectual en
la conceptualización y desarrollo de los productos y servicios que se ofrecen a
nivel local y fuera de las fronteras. Ya Morin (op. cit) reconocía “que todo
empleado o trabajador posee un capital de saber personal y es capaz de interesantes
iniciativas” (p. 237), aunque para ello, se requiere de una visión gerencial que
redescubra la imbricación existente entre productividad y capital humano,
propiciando la participación del personal en derredor de iniciativas conjuntas
de proyectos y valores. En palabras de Lipovetsky (op. cit), se trata “del
escuchar sistemáticamente a los empleados, de formas de autoridad interactiva,
de acortamiento de las escalas jerárquicas, de la autoorganización de los
equipos” (p. 176), donde el gerente de hoy oriente su toma de decisiones con un
sentido participativo humanista, sin dejar de lado las consideraciones
rentísticas y los parámetros contables, aunque tampoco influido meramente por
razones tecnicistas. Se trata de un trabajo sinérgico, reticular, transdepartamental,
que propicie un ganar-ganar entre todas las partes involucradas.
En
la actualidad de la economía global, no se trata solo de trabajar duro, sino
hacerlo con inteligencia, pues el operar con éxito en ambientes competitivos
exige un conocimiento interdisciplinar, donde las personas se hagan
responsables de sí mismas empoderándose a través de la educación, que según
Ohmae (op. cit) no consiste de “un proceso cerrado que, en un momento dado,
pueda darse por concluido y que conduzca a la meta de un puesto de trabajo,
sino que se trata de un proceso contínuo que dura toda la vida” (p. 273), y de
allí, personas sensibles a la filosofía del crecimiento contínuo en diversas
áreas del saber, para una praxis gerencial acompañada de herramientas que le
permitan la efectividad en sus labores. También, la necesidad de gobiernos
verdaderamente visionarios, que inviertan en educación para el empoderamiento
de la población, que les permita ser competitivos ante los desafíos propios de
la globalización.
Por
ello, el patrón de países como potencias económicas, sin recursos naturales
pero apuntalados en una población altamente educada, en un contexto de
estabilidad, libre comercio y mercados abiertos, inmersos en los entretelones
de la sociedad del conocimiento, donde es posible crear riqueza siempre y
cuando el talento humano sea lo suficientemente inteligente y esté debidamente
preparado. Empero, la educación reflexiva aparte de liberar de la cárcel de lo
conocido, también abre oportunidades a los empleados de hacer carrera a lo
interior, así como fuera de las fronteras organizacionales, empoderándole para
iniciar emprendimientos por sí mismo o en conjunto con otros interesados, lo
que configura nuevos desafíos a la gestión organizacional. A este propósito, las
erogaciones en formación de personal deberían ser acompañadas de políticas que
permitan su participación, tanto en los procesos decisorios como en la
distribución de utilidades, en aras de lograr la identificación con la
organización, sus valores y filosofía de gestión, desde los fundamentos de
relaciones contractuales a largo plazo, donde la empresa se convierta, en
palabras de Lipovetsky (op. cit), en “un hogar de producción de identidad, una
organización fuente de identificaciones, de proyecciones, de movilizaciones
emocionales” (p. 184), para que el empleado asuma, aquello que se ha llamado en
constituir como “el alma” de la empresa.
Al respecto, conservar el personal que ha sido
capacitado es un desafío que emerge en el discurso de los actores sociales, lo
cual requiere, entre tantos otros aspectos, del enriquecimiento de las
responsabilidades para la realización de actividades que no sean repetitivas,
ya que ellas no motivan, e incluso tienden a ser automatizadas, lo que les
significa inestabilidad en el puesto laboral. Asimismo, es necesaria la
delegación de facultades que empodere el trabajo a nivel de equipos multidisciplinares,
que desburocratice la empresa y permita la debida y creativa atención a los
entes interesados, sean éstos otros miembros organizacionales, clientes,
entidades gubernamentales, de la comunidad, entre otros. Es el navegar desde una cultura piramidal y
autoritaria, hacia otra que incrementa la participación de cada actor
involucrado.
En
ello, la empresa juega un rol fundamental en la transferencia de actitudes
modernas a la sociedad en general, que se signifiquen en modos de gestión
centrados en el respeto y la valoración del individuo, la promoción de un
compañerismo social, la promoción de un pluralismo en la concepción organizacional
y la toma de decisiones, perspectivas de paquetes salariales competitivos, así
como planes de formación y participación en los resultados. Sin embargo, todo
ello no garantiza la permanencia del personal, pues el capital humano en
contextos permeados por corrientes individualistas, también se decanta por la
búsqueda de negocios éticos donde pueda sentirse identificado y desarrollarse
personal y profesionalmente, e incluso, en la convertibilidad de recursos financieros
por el disfrute de tiempo libre para el trabajar cuando se desea, la
realización de actividades de índole personal, donde se valoriza el compartir
con la familia, el simple ocio o las labores de contribución a la sociedad que
no monetizan a quien las realiza, pero que tienen un impacto significativo en la
salud mental, emocional, en fin, en el vivir en sociedad en toda su plenitud.
De
aquí que, Toffler (op. cit) considere que siguen ocurriendo grandes cambios en
la dinámica social, donde “Estamos redistribuyendo nuestro tiempo entre
producción, consumo y prosumo, otro cambio transformador en nuestra relación
con el propio tiempo” (p. 246), significando el día a día de un individuo
embebido de la sociedad del conocimiento, que comparte su tiempo entre las
responsabilidades laborales, las actividades personales de intercambio
comercial y aquellas de responsabilidad moral ante la sociedad, que le
dignifican y proveen sentido a su existencia. Por ello, el acuño de nuevos
términos tales como producividad, referido a los aportes que realizan los
prosumidores a la productividad, entendido
el prosumo como la creación de bienes y servicios para el propio uso o
disfrute, antes que para venderlos o intercambiarlos. Tal aportación requiere
ser considerada, en los análisis cuantitativos y cualitativos que la economía
realiza sobre los fenómenos en estudio.
Cabe
señalar que de las transformaciones que evidencia la epocalidad, amerita que
las empresas se vean llamadas a satisfacer las necesidades de respeto y
formación de su capital humano, como valores y aspiraciones dominantes de la
contemporaneidad. Por ello, la reconquista de la dimensión moral en el seno de
las organizaciones, la adhesión a los valores éticos de honestidad, la mayor
apertura a la iniciativa, el cambio y la flexibilidad, la propensión a la
atenuación jerárquica y disciplinaria, significando lo expresado por Lipovetsky
(op. cit) “el mundo de los negocios está al acecho de espiritualidad, de
personalidad filosófica y moral” (p. 248), que le permita encontrarse como
agente económico que aporta al alma individual y colectiva, a la creación de
empleos dignos que propicien la movilidad social, a la solidaridad en la
gestión de los recursos, para el rentabilizar en conjunto con el buen vivir,
que impulsen a cada paso tanto el crecimiento económico como el desarrollo
humano, como constructos indisolubles del acontecer y permanecer de una
especie, la humana, en la aldea terrenal, según refiere Méndez de Garagozzo
(2015).
Gestión Sustentable en Entornos Socio-económicos Inestables
La
sustentabilidad en el ámbito empresarial, refiere a la existencia de
condiciones económicas, políticas y sociales que propicien el funcionamiento
armónico y equilibrado de las organizaciones, para la generación de riqueza en
cantidades adecuadas que permita la satisfacción, en el tiempo presente, de los
diversos compromisos adquiridos para el normal desenvolvimiento de las
operaciones. En el contexto socio-económico local, la praxis gerencial que
apunta a la sustentabilidad resulta un tanto más desafiante, pues la
inestabilidad del sistema económico y los controles establecidos por los
actores políticos, crean un clima poco favorable para hacer negocios en
Venezuela.
En
este sentido, el Instituto de Investigación Económica Leibniz de la Universidad
de Múnich en conjunto con el Instituto Brasileiro de Economía (2015), han
publicado el “Economic Climate Index for Latin America. May 2015 (ECI)” un
informe que se elabora para monitorear y tomar previsión ante las tendencias
económicas, lo cual sirve de insumo a los agentes interesados para analizar y
direccionar la inversión financiera a nivel internacional, hacia aquellas
economías más favorables para hacer negocios. El mismo se compone de información
de naturaleza cuantitativa y cualitativa, cuya fuente de datos resulta de una
encuesta económica mundial aplicada en abril del mismo año, con una metodología
similar en 115 países, incluida Venezuela. En cuanto a la interpretación del referido
informe, se establece que una economía es favorable para hacer negocios, si alcanza
una puntuación igual o mayor a 100 puntos. En el caso de nuestro país, la
evaluación solo consigue 20 puntos, lo que nos coloca en el último lugar entre
las naciones estudiadas en el ámbito latinoamericano, significando que el
contexto socio-económico venezolano no es un ámbito idóneo para hacer negocios.
A
nivel internacional, existen otras metodologías para evaluar la efectividad de
las políticas públicas en correspondencia al crecimiento económico, estabilidad
política y calidad de vida de la población. Por ejemplo, García (2004)
establece que el indicador “riesgo-país mide el grado de estabilidad política y
económica de una nación y se suele definir como el exceso de rendimiento de los
títulos soberanos con relación a un instrumento libre de riesgo” (p. 9),
significando las consideraciones pertinentes a la inversión en determinadas
economías, lo que conlleva a la aproximación de la tasa de interés que los
Estados deben ofrecer para poder captar recursos financieros necesarios para el
desarrollo de un país y, en palabras de Bouchet (2007), refiere a “la
incertidumbre generada por la voluntad y capacidad de una entidad extranjera de
respetar todos sus compromisos financieros y/o legales en la fecha contractual”
(p. 23), donde la contingencia tiene una amplitud y complejidad mucho mayor que
el riesgo doméstico, que relaciona preponderantemente al sistema sociopolítico
y el entorno económico a nivel local.
Así,
el portal alemán especializado en activos de renta fija Baader Bondboard (2015),
señala que para el 14 de mayo del mismo año, el bono global 2027 con un cupón
del 9,25% utilizado como referencia para la República en cuanto al cálculo de riesgo-país, cotiza en niveles de 52,15% que
equivale a un rendimiento al vencimiento superior al 20% anual en dólares,
significando una prima sumamente alta, convirtiendo a Venezuela en uno de los
países más riesgosos del mundo para la inversión extranjera, lo cual impide la
captación de recursos a nivel internacional vía financiamiento, por lo oneroso
que deviene a los intereses del país. Igualmente, hace percibir al sector
privado venezolano como clientes de alto riesgo, lo que cierra las
posibilidades de financiamiento por parte de casas matrices y proveedores a
nivel internacional. Así, un riesgo-país desproporcionadamente alto se interpreta
a nivel internacional, como una alta inestabilidad de la economía y el entorno
político venezolano.
De
allí que, Pérez Alfonso, citado por Greenspan (op.
cit) anticipara con respecto a la economía venezolana “ya lo verán, el petróleo
nos llevará a la ruina” (p. 291), significando la incapacidad de algunos países
de la OPEP para usar sus riquezas en cualquier diversificación económica más
allá del petróleo y sus productos relacionados, pues aparte de distorsionar la
moneda, la riqueza fácil y no trabajada adecuadamente, tiende a mermar la
productividad. En adición, los colosales ingresos financieros percibidos por la
renta petrolera, aunados a los proyectos políticos de corte populista que han
caracterizado a la contemporaneidad de nuestro país, han devenido en una
dependencia casi irrestricta a los altos precios del hidrocarburo. De hecho,
Greenspan (op. cit) en referencia al gobernante venezolano de turno para el año
2007 expresaba “Sus políticas habrían llevado a la bancarrota a casi cualquier
país del mundo. Puede que la fortuna no le sonría para siempre” (p. 381) enlazando
la viabilidad del socialismo del siglo XXI de forma gradual pero inexorable a
la permanencia en los altos precios del petróleo.
En
esta línea de pensamiento, se requiere en palabras de los actores sociales
entrevistados, un liderazgo para una gerencia efectiva, e interpreto, no solo
con respecto a los actores que hacen vida en el ámbito de lo microeconómico
sino también, con los funcionarios elegidos en procesos democráticos,
administradores de la hacienda pública y responsables de articular una visión
de país que incluya a todos los venezolanos indistintamente de sus ideologías y
preferencias políticas, pues en palabras de Maxwell (2007) la visión “no se puede
comprar, suplicar o pedir prestada: debe venir desde adentro” (p. 65), y la
misma podría requerirse para crear un gran acuerdo nacional mediante un proceso
de diálogo que permita la diversificación económica y la pacificación social, a
fin de enfrentar con éxito la actual crisis financiera producida por la caída
de los precios del petróleo, la ausencia de fondos de estabilización
macroeconómica y los innumerables compromisos financieros adquiridos, dentro y
fuera de nuestras fronteras, por un Estado que sustituyó la producción nacional
por una economía de puertos.
Es
necesario un liderazgo para la sustentabilidad, con capacidad para dirigir
proyectos, competente para trabajar forzada pero inteligentemente, que tenga
una influencia que religue pero a su vez respete las diversas maneras de
concebir el país, de hacer empresa, de gestionarse a nivel personal, pues la
capacidad de liderazgo según Maxwell (op. cit) “es siempre el tope de la
efectividad de la persona y también de la organización” (p. 20), ya que nadie
llegará más lejos de lo que se proponga y la salida al escenario de líderes no
mesiánicos, que presenten escenarios de sacrificios y precios a pagar, pero
también que motiven con la gratificación a mediano y largo plazo traducida en
bienestar social para ésta y las próximas generaciones, son de gran menester, pues
hombres y mujeres así han sido ejemplos reseñados por la historia, y el
presente no escapa a su llamado.
Sin
embargo, no es suficiente vincular el liderazgo con la ocupación de un cargo o la
presencia de motivadores, pues en la sociedad del conocimiento según refiere Hesselbein
(2006) “una organización no puede responder verdaderamente a las necesidades de
aquellos a quienes tiene que servir a menos que la gente de primera línea goce
de autonomía y apoyo” (p. 51), significando la importancia de la gente en la
base de la estructura organizacional, en cuanto a sus aportes y la manera como
las empresas están cambiando gracias a la tecnología, ya que en la actualidad
las personas no tienen necesariamente que estar en el mismo sitio ni a la misma
hora para comunicarse y gestionar sus actividades particulares o del equipo pues
las plataformas tecnológicas propician el encuentro desde la virtualidad, donde
el liderazgo incluso pudiera rotarse o ser distribuido de acuerdo a las
funciones y/o las etapas de determinado proyecto. Es el tiempo de los
liderazgos merecidos, en contraposición a las posturas tradicionales que lo
significaban en la ocupación de un puesto en la escala organizacional. De allí,
la necesidad de los consensos, que emergen desde los encuentros versados en el
respeto, las competencias y habilidades inherentes, la cualidad de creer en uno
mismo y la pasión por el trabajo.
Este
tipo de liderazgo consensuado concibe también, que existan otras formas de
comprender el papel de las organizaciones con respecto a la gestión del
conocimiento, la conjunción de lo subjetivo con lo objetivo para articular los
conocimientos que posee el empleado con los recursos que detenta la
organización, que empodere la administración del patrimonio intelectual de la
empresa para responder rápidamente a los clientes y al desarrollo de productos
y servicios, crear nuevos mercados y dominar las nuevas tecnologías,
competencias éstas que resultan indispensables ante la creciente exigencia de
los grupos de interés en un mundo globalizado, lo cual supera las capacidades
individuales de cada gerente, pues en palabras de Chiavenato (op. cit) existe
“necesidad de información por procesar, fuerte presión del ambiente y escasez
de tiempo para encontrar respuestas” (p. 83), confluyendo en una situación
compleja que amerita los aportes de cada actor en sus diversas áreas de
influencia.
En
complemento, White (2012) hace referencia a la dimensión axiológica que debería
vivenciar todo líder, al afirmar “la mayor necesidad del mundo es la de hombres
que no se vendan ni se compren; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber
como la brújula al polo” (p. 54), asomando la sinceridad y la honradez en lo
más íntimo de sus almas, para actuar, no solo conforme a sus propios intereses
sino en beneficio de las colectividades a quienes sirven, sean gobernadores o
empresarios, empleados o padres de familia.
En
este sentido, el rescate de los postulados morales es un anhelo que pudiera atenuar
las desviaciones del bien hacer que tanto daño hacen a la sociedad, puesto que
Giuliani (2002) refiere en el plano de la administración de recursos que “la
mayoría de los escándalos financieros tienen su origen en personas que usan el
dinero de los demás con menos responsabilidad de la que tienen con su propio
dinero” (p. 95), y las manifestaciones de corrupción horadan la motivación y la
fe de las personas que resultan afectadas, bien sean personas particulares o
sociedades enteras. Así, la gestión sustentable requiere de un liderazgo
efectivo, no solo en la manera de conducir organizaciones o generar renta, sino
en diversas dimensiones de la vida más cónsonas con el bien hacer.
Tales
aportes conceptuales y de vida, resultan indispensables para el hacer gerencia
en un entorno socio-económico inestable, tal como ha sido caracterizado para el
caso de Venezuela, aunque la dirección empresarial también se vea convocada a
superar los desafíos inherentes a la diversificación de las fuentes de
ingresos, pues existen riesgos asociados a la dependencia de un reducido número
de productos o servicios, pocas líneas de producción e incluso, limitadas
regiones geográficas como mercados naturales, lo cual invita según Márquez (op.
cit) a “descubrir el ¿por qué? del ¿cómo? para generar y
descubrir nuevas realidades gerenciales” (p. 43), ya que la praxis gerencial no
debería conformarse con hacer eficientemente las cosas que no deberían ser
hechas, sino orientar recursos y personas para entre otros aspectos, diseñar
productos innovadores y redituables para el éxito en el entorno venezolano y en
otros mercados, tal como ha sido señalado por los actores sociales, quienes han
referido a competencias desarrolladas en el contexto local que han potenciado
el éxito gerencial de venezolanos que se han atrevido a la
internacionalización, en busca de un sentido creativo que aporte a la
emergencia de proyectos que aporten a la viabilidad organizacional.
Sin
embargo, la falta de creatividad e innovación según Chiavenato (op. cit) guarda
relación con la asunción y arraigo de “viejos y arcaicos paradigmas
organizacionales y culturales, que todavía modelan y limitan a las personas”
(p. 300), lo que impide la generación de ideas frescas acordes a los nuevos
tiempos, que permitan crear empresas, formatos de negocios, procesos,
productos, servicios. Al respecto, Bachelard (op. cit) sostiene que más de las
veces “lo que cree saberse claramente ofusca lo que debiera saberse” (p. 16),
de allí el obstáculo epistemológico en la generación de nuevo conocimiento
aplicado, en el caso de la praxis gerencial.
Así,
el presente empuja a la dirección empresarial en esa búsqueda de respuestas que
les permita la sustentabilidad en el contexto socio-económico venezolano. Se
trata de una gestión organizacional que sea atenta, oportuna, dinámica ante las
distorsiones económicas, competitiva en la optimización de los recursos, el
diseño, la importación, producción y comercialización de insumos, productos y
servicios para operar en respeto a los controles legales y carencias imperantes
en el país, proponiendo la diversificación de las fuentes de ingresos,
traducido en nuevos mercados, productos o servicios, según emerge del discurso
de los actores sociales. Versa en realizar operaciones en el ámbito de la
economía real y productiva en desmedro de lo especulativo. Todo un reto que
amerita de una gerencia inteligente en lo visionario, praxeológico y emocional,
donde solo los más preparados y persistentes podrán continuar en operaciones. En
atención a ello Ohmae (op. cit) refiere que “La flexibilidad será esencial para
lograr el éxito, mientras la inflexibilidad en cualquier área, ya sea en las
prácticas de trabajo o en las relaciones industriales, solo conducirá a
dificultades y a la falta de visión” (p.
314), y aún más, la capacidad para reinventarse a sí mismo para reinventar todo
lo demás.
Reinvención Estratégica del Ser Gerente para la Viabilidad
Organizacional
La
hiperespecialización, la inteligencia compartimentada, las competencias en una
sola disciplina, las estructuras jerárquicas y autoritarias, los nacionalismos,
las fronteras territoriales al comercio de productos y servicios, los
postulados de la economía convencional, el pensamiento reduccionista, todo ello
va quedando como reductos de una era industrial que paso a paso configura
nuestro pasado societal. Bien afirma Toffler (op.cit) que “El conocimiento
obsoleto constituye una gran parte de la base de conocimientos de cada persona,
empresa, institución y sociedad” (p. 171), lo que podría contribuir en cegarnos,
aparte de nuestra ignorancia. Así, estamos sumidos en una colectividad que se
reinventa a pasos agigantados, sin recesos para la inactividad intelectual y
emocional, todo lo cual conlleva inefables incertidumbres, aunque también
gigantescas oportunidades para quienes puedan comprender las señales de los
tiempos, siendo valerosos en su conquista y lo suficientemente flexibles para
adaptarse.
A
tal respecto, se requiere del Ser gerente que esté lo mejor informado posible,
con sentido social e histórico, sobre el mundo que le rodea. Ya no basta con
atender los asuntos a lo interno de las organizaciones, pues los directivos son
llamados a enfrentar temas de creciente trascendencia y complejidad, en los
ámbitos sociales, políticos, económicos, culturales, jurídicos,
medioambientales, tecnológicos, entre otros. Por ello, la necesidad de pensar
en grande, de ofrecer soluciones sin fronteras, de configurar una visión que se
atreva a mirar el futuro, sin dejar de ser pragmático en busca de la viabilidad
organizacional. De allí, que los innovadores requieran de valor, sentido de la
oportunidad y compromiso, ante el escepticismo que despierta sus deseos de
crear nuevos productos, servicios, empresas, adscribirse a otras visiones y paradigmas,
ante la comprensión de lo real desde sus diversas dimensiones y manifestaciones.
En
este sentido, día a día emergen empresas carentes de nacionalidad, capaces de
producir y comercializar en una economía global libre de trabas en la movilidad
de mercancías y recursos financieros, con una praxis gerencial competente en el
manejo del entorno, el análisis de las oportunidades, la comprensión de la
multiculturalidad, el diseño de productos y servicios que toman en cuenta las
particularidades de los mercados a donde se dirigen, el uso intensivo de la
tecnología y las redes sociales en la promoción y comercialización de sus
catálogos, el manejo óptimo de inventarios, la gestión del conocimiento, el
empoderamiento del capital humano. Todo ello, en la intencionalidad de la
pasión por la innovación y el reconocimiento de sus capacidades.
En
la actualidad, los gerentes son llamados a ser flexibles e intuitivos, capaces
de percibir y adaptarse al cambio, con amplias competencias y formación
profesional que le proporcione herramientas para discernir y elegir
adecuadamente, considerando que, según Morin (op.cit) “Los analfabetos del
siglo XXI no serán los que no sepan leer ni escribir, sino los que no puedan
aprender, desaprender y reaprender” (p. 144), abiertos a nuevas maneras de
mirar y concebir el mundo, dispuestos a armar rompecabezas organizacionales con
base en información que es abundante pero desestructurada, disponible pero
caótica, invisible para quienes asumen actitudes preconcebidas y demasiados
rígidas en el desempeño de la alta gerencia. Y por eso, la capacidad para
desaprender el conocimiento y las metodologías que han quedado en desuso, para absorber
las bondades de las nuevas corrientes del pensamiento, que dejan de lado las
simples modas que poco aportan a la creación de valor.
En
lo empresarial, la alta gerencia necesita de directivos formados en el
conocimiento pluridisciplinar y el pensamiento complejo, cualificados para
comprender, en palabras de Toffler (op. cit), que “el equilibrio no es un
estado de cosas más natural que el desequilibrio y el caos” (p. 509),
significando que la reorganización creativa ha llegado para quedarse, muy a
pesar de quienes optan por la protección gubernamental de ciertos sectores,
pues lo emergente es que la dinámica globalizadora empuja a las empresas a una superación
contínua, redistribuyendo y optimizando las operaciones a nivel internacional y
reexaminando los sistemas de negocios.
Por
otra parte, se valora la delegación de responsabilidades a los diferentes
escalafones, para la estructuración de zonas necesarias de autonomía, que
propicie la articulación de iniciativas individuales y colectivas, en la
integración del capital humano con el “alma” de la empresa, al concebirla como
un todo inherente entre lo objetivo y lo subjetivo, la dirección y los cuadros
medios y operativos, significándose el nuevo sentido que se otorga a la
actividad laboral en el seno de las organizaciones. Aporta Lipovetsky en la necesidad
de configurar redes abiertas que funcionen más allá de los órdenes jerárquicos,
para “conciliar la exigencia colectiva de movilizar a los hombres que trabajan
en equipo, con las aspiraciones de los individuos a la sociedad” (p. 189),
armonizando en cierta medida, las expectativas individuales con las
organizacionales, en esa búsqueda del sentido de pertenencia e identificación
con la filosofía de gestión, de relaciones contractuales a largo plazo, de
soluciones creativas ante los desafíos del siglo XXI, que viabilicen el
emprendimiento empresarial.
De
allí que, el diseño de estrategias para el futuro requiere de una mirada
compleja, que se abstenga de concebir acciones para la transformación de la
realidad, atendiendo tan solo uno de sus elementos, sino que dialógicamente
articule los múltiples insumos que emergen desde las diversas manifestaciones
de la realidad, para la interpretación, comprensión y generación de propósitos
devenidos de la profunda reflexión gerencial. Ya, varios países han superado
tales estadios, en la concepción de la visión que han deseado alcanzar como
sociedades. En tal sentido, Ohmae (op. cit) expone el caso de Finlandia, donde
la población se comprometió en convocar fuerzas y recursos para destacarse en
la tecnología de la información y las comunicaciones, en todos sus niveles.
También, el autor refiere a China, un país orientado “por el desarrollo de la
informática, por el crecimiento y la expansión del pensamiento y la práctica
sin fronteras, y por los movimientos de capital” (p. 280), que la ha convertido
en protagonista en el comercio mundial, en la producción a gran escala de
insumos y productos de acuerdo a los requerimientos del cliente, que pueden
salir de sus puertos y aeropuertos en cuestión de horas, sin mayores trabas o
impedimentos, tal como lo han evidenciado los actores sociales y mi persona, en
nuestros diversos ámbitos empresariales donde hacemos vida gerencial.
En
cuanto a Venezuela, ciertos grupos empresariales han optado por la
internacionalización y/o la migración parcial de sus unidades de negocios hacia
países con ambientes más favorables a la inversión privada, significado en la
necesidad de ser rentables a nivel local, pero también abiertos a explorar
nuevas oportunidades para operar y monetizar en otras latitudes, en vista de la
crisis en el contexto local, así como por las oportunidades que propicia la
globalización, en entornos altamente competitivos. Al respecto, Morin (op.cit)
señala que “Es preciso promover el desarrollo de lo local dentro de lo global”
(p. 35), pues las fronteras nacionales ya no deberían constituirse en los
límites naturales para la expansión de las operaciones comerciales de cualquier
tipo de organización.
Empero,
cruzar las fronteras para la conquista de otros mercados, requiere entre otras
competencias, el manejo del idioma predominante en el país destino o en su
defecto, el empleo aceptable del lenguaje universal de la contemporaneidad. Al
respecto, Ohmae (op. cit) considera que “nadie puede aspirar a tener éxito,
incluso ni siquiera a competir en la economía global, a menos que en sus
actividades se comunique en inglés” (p. 177), significando que en la economía
global, ser bilingüe se vuelve una norma, y no un talento especial como solía
ser antes. De allí, la necesidad del aprendizaje contínuo como estilo de vida,
para la reinvención personal en la adquisición de competencias y habilidades
para enfrentar con éxito los retos que se presentan a nivel glocal.
Visto
así, el empresariado que hace vida en Venezuela no debería conformarse con
operar solo a nivel local. El actuar, que en esencia es elegir y, el elegir que
consiste en conjugar adecuadamente conocimiento, imaginación y capacidades
decisorias, se compone de dimensiones objetivas y subjetivas, complejas y
reticulares, que ameritan su asunción y comprensión para la reinvención del Ser
gerente, que faculte articular una intencionalidad para expandir el ámbito
operativo hasta el territorio de lo posible, pues según Ohmae (op. cit) “Los
sobrevivientes serán quienes sean capaces de realinear sus sistemas de negocios
mediante la optimización global de sus capacidades” (p. 227), y con el
desarrollo de competencias gerenciales devenidas de entornos burocráticos,
caóticos e inestables, el éxito financiero a nivel internacional podría estar más
cerca de lo pensado. De nuevo, el precio a pagar es la valentía para emprender
y la perseverancia hasta alcanzar la visión que se ha trazado, aunque ella de
por sí, es un ideal, una bandera que deberíamos mover e izar allende el
horizonte, en cuanto más se acerque a nuestro alcance.
En
esta perspectiva, el emprendedor venezolano se caracteriza, según refieren los
actores sociales y desde mi propia cosmovisión, por una pasión para encauzar el
navío organizacional hacia la viabilidad financiera, es decir, la permanencia a
largo plazo de los proyectos comerciales que han exigido de su atención
personal, de sus recursos y fuerzas, consumiendo sus mejores años de vida. De
allí, la identificación que tiene el empresario con el país, con el talento
humano que confía en la gestión, hombres y mujeres que dependen de la
continuidad operativa para su inclusión en sociedad, para mantener a sus
familias, en su derecho y su deber de también hacer realidad sus sueños.
Ello
ha quedado convalidado entre otros aportes, por el testimonio del actor social
B cuando refiere mantener operaciones comerciales por un compromiso con las
personas que por tanto tiempo le ayudaron a crecer, aunque implique el dejar de
operar por lucro, en el contexto socio-económico de la epocalidad venezolana.
¿Acaso este ejemplo no dignifica al Ser gerente? Más allá de las construcciones
teóricas que pudieran olvidarse en algún rincón de biblioteca, ¿Este caso no es
una expresión de reinvención gerencial, de eticidad? En este sentido, Martínez
(op.cit) refiere que “Los actos humanos se comprenden por referencia a las
intenciones que los animan. La intención siempre se encuentra íntimamente
ligada al conjunto de valores de la persona” (p. 140), y en el encuentro cara a
cara con estos venezolanos de primera, aparte de compartirme sus
intencionalidades más profundas, también me anima a un reinventarme a nivel
personal, para ser más humano, más Ser, para seguir contribuyendo por el
desarrollo del país. De allí, mi consagración a la presente investigación.
Considero que la gerencia en Venezuela ha
trascendido la esfera del hacer, por una búsqueda de respuestas en la dimensión
del Ser, de las concepciones de vida, de los valores que sostienen al emprendedor
para luchar día a día, en medio de un clima que le adversa para hacer negocios.
Ciertamente, pudieran existir pseudo empresarios de maletín, dedicados a
enriquecerse inescrupulosamente a través de acciones que no guardan relación
con el buen proceder. Pero tal minoría, que debería ser castigada por las
instituciones encargadas de hacer valer el marco jurídico imperante, no debiera
convertirse en referencia para todo un sector que ha contribuido por décadas,
en palabras de Mendoza (2015) desde su “Carta Pública”, con “invertir, generar
empleo, producir, distribuir, establecer relaciones ganar-ganar y generar
bienestar para todos los involucrados en la cadena de valor” (p. 2),
significando la intención de los empresarios en ser parte de la solución ante
los desafíos que vivencia la contemporaneidad venezolana.
Por
esto, la necesidad de seguir reinvirtiendo a nivel local, en infraestructura,
innovación, propiedad intelectual, gestión del conocimiento, competitividad y
tantas otras cualidades que se vivencian en otras latitudes, que desde hace
años se han adentrado en los adelantos propios del siglo XXI. Sin embargo, se
requiere de una gerencia pragmática, académica, humanista, solidaria,
competente para operar en entornos inestables y caóticos, lo que pudiera
implicar la pérdida patrimonial si los emprendimientos apuntaran a lo
especulativo y no a las dimensiones inherentes a la economía real, es decir, la
importación, producción, comercialización y servicio post venta. En cada fase
se evidencian desafíos que atender, pero el éxito es posible según testimonian
los actores sociales entrevistados, así como emprendedores que aún permanecen con
las puertas abiertas, satisfaciendo las necesidades del mercado venezolano.
Es
indispensable sí, una visión optimista, que en la presente investigación ha
sido testimoniada por el actor social A, quien considera que a pesar de la
desconfianza que le genera el contexto, el momento de crisis que vivencia el
país es una excelente oportunidad para crecer. Y en su caso, no se trata de un
optimismo idealista o fanático que no atiende razones en su concepción, pues el
mejor escenario para validar la articulación de una idea, es el mismo mercado
que penaliza irremediablemente las aventuras sin fundamento, pero premia la
constancia de un buen emprendimiento que se acompaña de una alta gerencia. En complemento, la reinvención gerencial y
estratégica podría considerar en sus fundamentos, los rudimentos de la fe,
religiosa, humanista o científica pero en fin, aquella certera esperanza de lo
que se espera, la convicción de lo que no se ve, pues nuestra mirada
interpretativa ha trascendido lo visible, para posarse en las esencialidades de
los asuntos de la vida y en la vida misma, en aras de una mayor comprensión de
aquello que nos rodea y de nosotros mismos. Se trata de gerenciar
emprendimientos, pero antes, gerenciar nuestro propio Ser. De allí, la
reinvención estratégica como estadio recurrente que posibilite tal iniciativa.